“Euphoria” sueca en Eurovisión 2012

La representante española, Pastora Soler, ocupó el décimo lugar de la popular competencia.

La sueca Loreen en el ensayo previo a la gala de la competencia.

La sueca Loreen en el ensayo previo a la gala de la competencia. Crédito: AP

Bakú (Azerbaiyán), 26 de Mayo.- Bakú, originalmente conocida como “ciudad golpeada por el viento”, ha sido azotada hoy en la final de la 57 edición del Festival de Eurovisión por una avalancha sueca llamada Loreen que, descalza y de puntillas, ha llevado a más de 100 millones de espectadores de la oscuridad a la “Euphoria”.

Los 372 puntos de la combinación del voto de la audiencia y de un jurado profesional por país la han empujado hasta la gloria, seguida del coro folk de abuelas rusas (259 puntos) y del prestigioso músico serbio Zeljko Joksimovic (214), en contraste con el batacazo del británico Engelbert Humperdinck, penúltimo con 12 puntos.

Suecia se ha llevado por delante también las aspiraciones de la sevillana Pastora Soler y de su tema “Quédate conmigo” (obra de los mismos compositores), aunque sus 97 puntos y el décimo puesto cosechados suponen el mejor resultado de España desde que en 2004 Ramón alcanzara ese mismo lugar.

“Yo siempre he dicho que quedando dentro del ‘top 10’ me daba por satisfecha”, ha señalado, sobre todo después de una experiencia “tan bonita”, que recomendará y que quizás decida repetir en un futuro.

“Ha habido mucha gente que me ha dado las gracias por devolverle la ilusión al festival”, ha añadido la artista, pletórica y emocionada, que ha insistido en que se ha dejado “la piel” en ello.

La oportunidad de mostrarse ante el mundo como una nación moderna ha hecho que el anfitrión, Azerbaiyán, un país casi desconocido a orillas del Caspio, se haya volcado en una gala espectacular, que ha vestido de largo el apabullante y nuevo Crystal Hall de Bakú.

Los 17, 000 espectadores congregados en su interior han visto cómo pasado, presente y futuro se daban la mano en un multitudinario número musical, combinando sones y bailes tradicionales azeríes con las angulosas geometrías del escenario, en homenaje quizás a las modernas proezas arquitectónicas que pueblan la ciudad.

El aparente anacronismo se ha mantenido cuando el primero en saltar sobre las tablas -es un decir- ha sido el septuagenario Engelbert Humperdinck por Reino Unido, el artista masculino de mayor edad en la historia del festival, poco después antes que las abuelas rusas de Buranovskiye Babushki, candor festivo con horno de leña incluido en su presentación.

Eurovisión no sería Eurovisión sin este tipo de excesos visuales (y a veces también vocales), aunque la criba de las dos semifinales previas eliminaron la mayor parte de ellos. Escaparon con vida la fuente de agua de los irlandeses Jedward, los espasmos del lituano vendado y el extraño número marinero de Turquía, que ha sido séptimo.

Veintiséis canciones se han batido en una gala con muchas propuestas rítmicas y pocas baladas, lo que ha jugado en su favor, pues prácticamente todas se han clasificado en la primera parte de la tabla, como el serbio, la azerí Sabina (cuarta), la albanesa Rona Nishliu (quinta), el estonio Ott Lepland (sexto) y la española.

Los diez primeros puestos los han completado el joven alemán Roman Lob (octavo), con un tema de Jamie Cullum, y la italiana Nina Zilli (novena).

A medio camino entre el sentimiento y la canción de baile ha surgido un tema catártico llamado “Euphoria”, que ya es triple platino en ventas y que interpreta la singular sueca Loreen, descalza, despeinada, oculta bajo su flequillo y casi a oscuras.

Hay años en los que Eurovisión lo ganan las canciones, otros la personalidad de sus artistas o sus puesta en escena y, por último, noches mágicas en las que todo eso confluye, facturando actuaciones antológicas y nuevas divas con las que nutrir su historia.

Eso ha sucedido con esta intérprete de orígenes bereberes, que tiene familia en Pamplona y que se convirtió en la gran favorita desde su designación en una preselección televisada hace meses, seguida por la mitad de la población sueca.

Con su triunfo, une su nombre al de una larga lista de vencedores de este país compuesta por Charlotte Nilsson (1999), Carola (1991), Herreys (1984) y, cómo no, el cuarteto ABBA (1974, “Waterloo”), fundamental pilar de este extraño evento televisivo y musical, que hace más por el encuentro intercultural europeo que una beca Erasmus.

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