Nuevo presidente de Egipto le quita el sueño a Israel
Israelíes se preguntan dónde quedará el posible acuerdo de paz con el principal país del mundo árabe
Jerusalén – La victoria del líder islamista Mohamed Mursi en las elecciones presidenciales egipcias consigue quitar el sueño a Israel, que se pregunta hoy sobre el futuro de su acuerdo de paz con el principal país del mundo árabe y las consecuencias que puede tener para la frágil estabilidad regional.
El tibio y breve mensaje de “respeto a los resultados” que ayer trasladó el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, al nuevo presidente egipcio es un claro ejemplo de la incertidumbre en la que se ve Israel, que mide sus palabras con cuentagotas para no deteriorar sus ya de por sí débiles comunicaciones políticas con El Cairo.
Netanyahu se limitó a recordar el acuerdo de paz que ambos países firmaron en 1979 y alentó a Mursi a seguir la cooperación bilateral en base a ese tratado, que describió como “interés” de ambos y de la “estabilidad regional”.
Una estabilidad que los principales comentaristas israelíes no creen que vaya a verse afectada en los próximos seis meses -el nuevo presidente, concuerdan, estará ocupado con el afianzamiento de su gobierno frente a las instituciones militares- pero para la que después, prevén, habrá que buscar nuevos alerones con los que garantizar un nuevo equilibrio.
La cooperación en materia de seguridad entre Egipto e Israel ha sido en las últimas décadas soporte de la paz en la región, y los servicios de Inteligencia egipcios se han convertido en mediadores por excelencia en cualquier crisis entre palestinos e israelíes.
“El nuevo Egipto no ayudará a Israel frente a los palestinos y el régimen de los Hermanos Musulmanes no nos servirá como canal de diálogo- ni en los contactos diplomáticos con la Autoridad Nacional Palestina (ANP) ni tampoco en los asuntos de seguridad frente a Hamás”, afirma Alex Fishman, comentarista del diario Yediot Aharonot.
Los servicios de inteligencia egipcios han sido en los últimos años los encargados de aplacar las llamas cada vez que Israel y las milicias palestinas de Gaza se embarcan en una espiral de violencia (la última acaba de terminar gracias a ellos), por lo que su ausencia puede ser nefasta para todos.
Otra preocupación de ése y otros columnistas es la situación en la península del Sinaí, en la que en los últimos años se han afianzado grupos islamistas que, periódicamente, cometen atentados contra objetivos turísticos y ataques transfronterizos, el último hace sólo nueve días.
En 2010 el Gobierno israelí comenzó la construcción de una cerca fronteriza para contener este tipo de ataques -también la llegada de refugiados africanos-, obra que ha acelerado desde que comenzó la Primavera Árabe en enero del año pasado.
“Parece que llevábamos razón cuando decíamos que la Primavera Árabe se transformaría en un Invierno Islámico”, comenta hoy al diario Haaretz una fuente del gobierno al confirmar los temores de Israel.
Para disipar los de la comunidad internacional, Mursi aseguró hace semanas que no anulará el tratado de paz, pero anunció que su gobierno revisará en el futuro todos los acuerdos firmados por el régimen anterior.
Con la prudencia y optimismo de quien fuera embajador israelí en Egipto, Eli Shaked rebaja los temores en el convencimiento de que Mursi verá diluido su poder por el poderoso Ejército egipcio, que depende de una ayuda militar estadounidense anclada en los acuerdos de paz con Israel.
A pesar del pesimismo generalizado, la mayoría de los comentaristas y políticos israelíes coinciden en que el Mursi que encabezaba los Hermanos Musulmanes no será igual de radical cuando asuma la presidencia, porque deberá satisfacer las necesidades de todo un pueblo y ejercer con responsabilidad los compromisos internacionales de un Estado.
También coinciden en que Israel no debe dormirse en los laureles y debe “estar preparado para cualquier escenario”, en palabras de Fishman porque “en el plazo de seis meses, veremos la verdadera cara de Egipto”, y para entonces “nada será como antes” en las relaciones bilaterales.