Fueron un dúo histórico

Juan Luis Guerra, acompañado de Gustavo Dudamel y la Filarmónica de Los Ángeles, pusieron en pie a sus fans

Juan Luis Guerra (centro) saluda a Gustavo Dudamel y la Filarmónica de Los Ángeles en el concierto del martes por la noche.

Juan Luis Guerra (centro) saluda a Gustavo Dudamel y la Filarmónica de Los Ángeles en el concierto del martes por la noche. Crédito: Aurelia Ventura / La Opinión

Era inevitable que la noche terminara con cientos, quizás miles de personas bailando en los pasillos del Hollwyood Bowl, moviendo las caderas al ritmo cadencioso del merengue magistral de Juan Luis Guerra.

Imposible que los seguidores de Guerra no se pusieran de pie cuando el gigantesco artista -en talento y estatura- se lo pedía del escenario; difícil mantener el decoro cuando el mismo Gustavo Dudamel, en traje blanco de etiqueta, bailaba en el escenario frente a la Filarmónica de Los Ángeles.

El martes, la primera noche del festival Las Américas y los americanos fue todo un éxito, no solo por la satisfacción evidente del público, sino por la forma en que Dudamel y Guerra hilvanaron ritmos y conceptos musicales.

Con su postura de que las Américas es un solo territorio y los americanos un solo pueblo, el director de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles inauguró el festival en 2010 en Disney Hall para demostrar cómo los grandes compositores de música clásica de los hemisferios norte y sur compartían temas y sensibilidades musicales.

Pero como explicó el mismo Dudamel desde el podio la noche del martes, en esta segunda versión –la primera como parte de la temporada veraniega del Bowl– su intención no es solamente demostrar que no hay división entre el norte y el sur, sino que tampoco la hay entre la música clásica y la popular.

No pudo haber elegido a mejor artista para ejemplificar ese concepto que la superestrella dominicana que tomó los mejores elementos de la música tradicional de su tierra, la bachata y el merengue, y la elevó a nuevos niveles, con arreglos novedosos y sobre todo con letras bellamente inspiradas.

Antes de que Juan Luis Guerra y 4.40 dieran un cortísimo repaso de sus grandes éxitos, Dudamel y la Filarmónica ofrecieron su propio repertorio clásico de piezas de compositores latinoamericanos que, como Guerra, se han inspirado en la música autóctona de sus países.

Con énfasis en piezas cortas muy rítmicas, la noche inició con dos selecciones de compositores mexicanos basadas en la música de Veracruz: el Huapango de José Pablo Moncayo y el Danzón No. 2 de Arturo Márquez, un compositor contemporáneo que tiene vínculos con Los Ángeles (estudió en CalArts y esa pieza de 1994 ha sido interpretada con frecuencia aquí).

Le siguió un brevísimo pero hermoso La muerte del ángel del argentino Astor Piazzolla y el Preludio No.4 de las Bachianas Brasileiras de Heitor Villa-Lobos (esa monumental pieza del más importante compositor clásico brasileño, favorita de Dudamel, está inspirada en Bach). La primera parte del programa cerró perfectamente con el Tico-Tico no fubá, una popularísima pieza del también brasileño Zequinha de Abreu bien conocida en Hollywood de las cintas musicales de principios de siglo pasado (¿qué mejor para el Hollywod Bowl?).

Pero ni siquiera Dudamel podía contenerse ante la esperada presentación de Juan Luis Guerra: el maestro lo mencionó varias veces durante sus simpáticas intervenciones desde el podio, y sonrió de oreja a oreja cuando entró con él al escenario para la segunda parte.

Guerra y 4.40 arrancaron apropiadamente con La travesía, un sabroso merengue que sentó la pauta para el resto de la noche (y cuya letra, casualmente, menciona a Los Ángeles). Para el resto del programa, Guerra eligió algunos de sus más grandes éxitos aunque, considerando la prolífica obra del mejor cantautor dominicano, era imposible incluirlos todos.

Al merengue le siguieron dos hermosas bachatas al estilo Juan Luis Guerra, en las que Dudamel y la Filarmónica se unieron al programa (la orquesta angelina tocó en siete de los diez temas de la noche).

Tanto Ojalá que llueva café como Bachata rosa son prueba del talento inigualable que tiene Guerra para crear letras cargadas de imágenes sugestivas; si ahí hubiese terminado la noche habría incluido dos de las selecciones más hermosas del cancionero latinoamericano. Pero hubo tiempo para Si tu no bailas conmigo, Burbujas de amor y hasta Las avispas, uno de los muchos temas con los que Guerra entrega un mensaje de fe cristiana de forma muy bailable.

Pero uno de los mejores momentos de la noche fue cuando Guerra presentó a los percusionistas de su banda para que dieran una demostración del estilo tradicional de merengue conocido como perico ripiao, dando paso a la interpretación de El farolito.

La noche concluyó demasiado temprano aunque hubo tiempo para dos bises: por supuesto La bilirrubina y Como yo, un tema donde casualmente menciona, entre las grandes maravillas artísticas del mundo, al celebrado tenor Plácido Domingo.

Acertada mención, porque el tenor y Dudamel cierran el festival el próximo domingo. Las Américas y los americanos continuaba ayer miércoles con la dupla salsera de Eddie Palmieri y Rubén Blades, hoy jueves con otro programa clásico y el viernes y sábado con Juanes y la Orquesta del Hollywood Bowl.

Una semana que pasará a la historia.

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