Un dominicano al mando en Washington Heights

El capitán Fausto Pichardo es el primer latino en dirigir el Cuartel 33 de la Policía

Para el capitán Fausto Pichardo, primer hispano que dirige Cuartel 33 en Washington Heights, es importante contar con el apoyo de la comunidad.

Para el capitán Fausto Pichardo, primer hispano que dirige Cuartel 33 en Washington Heights, es importante contar con el apoyo de la comunidad. Crédito: Carolina Ledezma / EDLP

Manhattan – El lema de Fausto Pichardo, el primer dominicano en dirigir el Cuartel 33 de Washington Heights, es que primero hay que dar respeto para recibirlo a cambio.

De esta manera se presentó el pasado miércoles a los 150 policías bajo su mando y así, asegura, lo ha hecho en sus 13 años en el Departamento de Policía de Nueva York (NYPD).

“Cuando paras a una persona lo más importante es darle a entender por qué lo haces, pero también no es sólo la explicación sino la forma cómo se hace”, advierte el nativo de Santiago quien, a los 35 años, logró el sueño de su vida.

Pichardo llegó a Washington Heights después de trabajar en el centro de Harlem y en El Barrio, aunque también lo hizo en el Upper East Side y en Midtown. Para él, ayudar a la gente sin necesidad de que tengan una emergencia, es “la mejor parte de ser policía”.

El capitán dominicano es el menor de cuatro hermanos que crecieron en un hogar matriarcal del Lower East Side (Loisaida). Llegó a los Estados Unidos cuando tenía sólo tres meses de nacido.

“Yo le digo a mi madre que ella es culpable por todo lo que soy hoy”, dice bromeando, quien es el primer profesional de su familia. Pichardo se graduó en John Jay College of Criminal Justice y sacó su máster en Administración Pública.

Crecer en Loisaida le garantizó experiencias cercanas con el crimen, mucho antes de obtener su placa. Incluso, en su edificio hubo dos puntos de ventas de estupefacientes. “En el verano, mi mamá no nos dejaba salir a la calle porque en la zona había mucha droga”.

En ese tiempo, su tío -hoy retirado de NYPD- vivía con ellos. “El fue mi inspiración”.

Loisaida sigue siendo su casa, aunque ahora vive en Orange County con su esposa puertorriqueña y dos gemelas de cuatro años. “Mi mamá aún vive allí, sus vecinos son los mismos de cuando yo estaba, la bodega de la esquina aún existe y aún me corto el pelo con el mismo barbero”, dice en un español casi impecable. “Ella nos enseñó el valor de ser bilingües, pero también mi abuela me mata si le hablo en inglés”.

Cuando Pichardo ingresó al NYPD, el departamento no era ya un terreno exclusivo de blancos. “En 1999, en mi clase había tres dominicanos, varios afroamericanos y asiáticos”, recuerda. “Nunca sentí que no era aceptado y hasta hoy ha sido así”.

Sus primeros pasos los dio en Midtown, entre turistas que siempre le pedían fotografiarse con él, pero su “graduación” fue el 11 de septiembre.

Cuando cayó la primera torre, Pichardo se encontraba a menos de una cuadra de distancia. La nube de polvo y fragmentos casi le hizo perder el sentido.

“Este trabajo es para ayudar a la gente, pero ese día fueron ellos los que me ayudaron”, rememora de cómo extraños lo asistieron para evitar que se asfixiara.

“El NYPD ha hecho un esfuerzo por educar a sus agentes y a la gente, pero como en cualquier trabajo, siempre hay oportunidad de mejorar”, dice sobre el polémico programa de seguridad Stop & Frisk.

Ahora, su labor es hacer que los vecinos y la Policía trabajen unidos. Por eso camina por Washington Heights -a veces con uniforme, otras de civil- para ver y hablar con las personas.

“La Policía no puede garantizar la seguridad sin el apoyo de la comunidad, porque quién más que los que viven aquí saben de los problemas”, explica.

“El crimen en este barrio ha bajado cerca de 5% en el último año, pero sí hemos tenido un alza en robo de apartamentos”, comenta el capitán. A este se unen problemas cotidianos como lidiar con el tráfico de droga, los accidentes viales y el ruido de los automóviles.

“Mis amigos me critican porque yo vivo para este trabajo, pero ser policía me ha dado todo lo que tengo”, explica con el mismo orgullo que algunos ancianos le expresan a su paso cuando ven un apellido dominicano en su placa.

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