Cómo proteger a un criminal
La verdadera tragedia es que el caso de Monseñor García no es aislado.
Sociedad
Monseñor Peter García era un criminal. Abusó sexualmente de una veintena de niños y adolescentes. Su superior, el ahora retirado Cardenal Roger Mahony, sabía de las acusaciones en su contra pero nunca lo reportó a la policía. Nunca. Y ya es muy tarde para hacer algo al respecto. Monseñor García murió en el 2009.
Esta es la historia de cómo la iglesia católica en Los Angeles protegió a varios sacerdotes criminales durante años y, lejos de denunciarlos a la policía, hizo todo lo posible para evitar que las autoridades se enteraran de los abusos sexuales que cometieron con menores de edad. Así es como la arquidiócesis de Los Angeles tomó partido con los criminales y no con sus víctimas.
Hasta hoy nos enteramos de esto debido a que un juez de la Corte Superior de California autorizó que se publicaran centenares de documentos internos de la iglesia vinculados a casos de abuso sexual. En el caso de García, los documentos —publicados originalmente por el diario Los Angeles Times y la agencia de noticias AP— muestran como el entonces Arzobispo Mahony envió al sacerdote a un tratamiento sicológico para pedófilos a Nuevo México y luego le prohibió regresar a California. Y no lo hizo para proteger a los niños de su parroquia sino para evitar una serie de demandas legales.
“Creo que si Monseñor García reaparece aquí en la arquidiócesis, podríamos tener algún tipo de acción legal contra nosotros, tanto a nivel criminal como a nivel civil”, escribió Mahony en 1986 al director del centro de rehabilitación en Nuevo México, donde atendían al sacerdote. García, sin embargo, no se quedó lejos de California por mucho tiempo. Regresó en 1987.
Pero antes de su regreso, el principal asesor de la arquidiócesis para casos de abuso sexual, Monseñor Thomas Curry, le advirtió a Mahony sobre los problemas que la iglesia podría enfrentar si las víctimas de García y sus familiares lo volvieran a ver. “Hay muchos —quizás veinte- adolescentes con quienes Peter (García) estuvo involucrado y que constituye un crimen”, escribió Curry a Mahony. “La posibilidad de que uno de ellos lo vea es demasiado grande.”
Traducción: aquí tenemos a dos de los principales líderes de la iglesia católica en Los Ángeles conspirando para encubrir a un criminal en lugar de preocuparse por esos 20 menores de edad que fueron violados y abusados sexualmente.
Los documentos publicados indican que Monseñor García reconoció a las autoridades de la iglesia el haber abusado de niños y adolescentes. Y no solo eso. Confesó, también, que no temía una acción legal en su contra porque muchos de esos menores de edad eran indocumentados o provenían de familias de inmigrantes (y no se atreverían a denunciarlo a la policía por temor a ser deportados).
García regresó a California y, desafortunadamente, tuvo razón. Si alguna de sus víctimas lo vio, no lo reportó a la policía. Monseñor García dejó el sacerdocio en 1989 y murió 20 años después. No pasó un solo día de su vida en la cárcel.
Los dos protectores de este criminal tampoco han sufrido ninguna consecuencia legal por su encubrimiento. Curry dejó Los Angeles y está trabajando como obispo auxiliar en la arquidiócesis de Santa Barbara. Mahony se retiró en el 2011.
La iglesia católica luchó por años para evitar que estos documentos se dieran a conocer. Pero perdió la batalla legal. Mahony, luego de su publicación, dijo en un comunicado que tiene una pequeña tarjeta por cada una de las víctimas de abuso sexual y que reza por ellos cada día. Qué bonito. Pero rezar, en este caso, no ayuda a nadie. Solo, quizás, tranquiliza la conciencia del clérigo.
Mahony, hay que reconocerlo, ha sido un gran defensor de los inmigrantes indocumentados. Por eso extraña tanto que haya tenido conocimiento durante años de estos abusos sexuales a niños indocumentados y que no hubiera hecho nada al respecto. Sus oraciones más de 20 años después de los abusos no sirven para nada: no promueven la justicia, no ayudan económica ni sicológicamente a los individuos abusados y, francamente, suenan a palabras huecas.
Si Mahony de verdad se hubiera preocupado por esos niños, debió haber denunciado a la policía a Monseñor García, en lugar de encubrirlo. Además, fue un acto de incomprensible irresponsabilidad el saber que un pedófilo estaba suelto, en Nuevo México y en California, sin absolutamente ninguna advertencia a la congregación y al vecindario donde vivía. Nadie sabe si García abusó de otros menores de edad tras dejar la iglesia.
La verdadera tragedia es que el caso de Monseñor García no es aislado. Los documentos muestran muchos casos similares y un patrón de encubrimiento por parte de la iglesia católica. Las leyes y el deseo de transparencia en Estados Unidos nos han permitido enterarnos de abusos como los cometidos por el padre García. Pero en países de América Latina, por ejemplo, este tipo de denuncia rara vez sale a la luz.
Monseñor García debió pasar los últimos años de su vida en la cárcel y sus encubridores —Mahoney y Curry— sufrir las consecuencias de la ley. Pero no pasó nada. Sus víctimas han tenido que salir adelante sin ningún tipo disculpa pública o compensación económica.
No. Lo siento mucho pero rezar, en estos casos, no es suficiente.