El contestador automático

Hay mensajes para todos los gustos y los llamados cuando responde la máquina

Oscar Domínguez G.

Oscar Domínguez G. Crédito: Suministrada

Papeles

La modernidad nos ha deparado los célebres contestadores automáticos que son como un periódico que se edita en nuestra propia casa. El dueño de casa pone la rotativa, o sea, el aparato. Los que llaman, aportan las noticias.

Como estos chécheres se siguen consumiendo en algunas casas, sin costo alguno doy una serie de sugerencias de mensajes que se pueden dejar grabados en ausencias verdaderas o ficticias:

– Hola, desempeño en este casa el desacreditado oficio de marido. No tengo más que agregar. En cambio, usted sí puede dejar su mensaje tan prontodeje de sonar “Para Elisa”, de Beethoven, quien nunca imaginó que su música sería utilizada para anunciar helados en los parques, o para distraer a quien nos llama por el ‘cuernófono’ cuando estamos fuera.

– Si llama para recordarnos alguna deuda, se montó en el bus que es. Pero si nos debe plata díganos donde hay que ir para cobrarle.

– ¡Qué buenos tiempos aquellos en los que no había teléfonos! La vida era más lenta, el estrés no se había inventado. Pero nos tocó vivir con este cachivache. Utilícelo, por favor, y dele gracias a su inventor, el señor Bell, de quien se dice que se lo robó a alguien.

– Admito que para usted sería más interesante que le respondiera la voz de Cameron Díaz, sólo con la radio puesta. Pero a veces querer es no poder. En venganza, deje su mensaje después de la cacofónica señal.

– Hay contestadores automáticos muy cultos. Parece que hubieran leído las somnolientas obras completas del venezolano Carreño. Como este es un contestador culto, sírvase dejar encinta sus cuitas. O en su defecto, sus intrigas. Muy agradecidos.

– Si llamó a un teléfono equivocado no sea tan tocayo del que mató a César. O sea, tan Bruto, y perdón por lo de tan. Pero Brutono tenía apellido lícito conocido. Dulces sueños.

– Qué invento más imbécil este de los contestadores automáticos, ¿o no? Pero no importa: jalémolsle a la tecnología, deje su mensaje, y si vale la pena, responderemos su llamada.

– ¿Qué habría sido de Cleopatra con teléfono? ¡Cuántos cuernos más habría coleccionado su marido, Marco Antonio! Si todavía está al teléfono, deje su recado.

– Lástima que este teléfono no tenga televisor incorporado para saber quién nos llama y decidir entonces si estamos o no en casa. Mientras llegan mejores días, deje su mensaje sin errores de sintaxis.

– Su atención por favor: si quien llama es de profesión novio o novia de alguno de los habitantes de esta casa, no es absolutamente necesario que cope toda la cinta repitiendo frases melosas que a los suegros nos remiten a mejores días.

– ¿Cree que su mensaje puede cambiar el rumbo de la vida de esta augusta casa? Si la respuesta es negativa, tampoco importa. Suelte el rollo.

– Apuesto que usted dijo cuando hacía la llamada: si me responde ese ?!%/$#:’ contestador automático, le tiro el teléfono encima. Si cambió de opinión, somos todo oídos.

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