Una reforma migratoria justa y clara

Con los motores de la reforma migratoria finalmente en marcha, ahora hay que cuidar que este esperado autobus no se vaya por el camino equivocado. Una reforma efectiva debe legalizar y poner en vía a la ciudadanía a los 11 millones de indocumentados que viven en el país; aumentar el número de visas y greencards para trabajadores foráneos necesitados por el mercado laboral, y mecanismos para hacer cumplir las leyes de inmigración de una forma eficiente, justa y humana.

Esos son los objetivos, pero legisladores opositores –presionados por la pérdida de apoyo de votates latinos y por la creciente presión por reparar el quebrantado sistema de inmigración —quieren complacer con una reforma ligera y aguada.

La reforma migratoria es como un inmenso sancocho –si nos permiten la analogía— que debe alimentar a mucha gente. La sopa de los republicanos del Senado sirve sobre todo a inmigrantes altamente calificados en ciencia, tecnología e ingeniería, un aspecto de la reforma que goza de apoyo bipartidista. Esta semana, de hecho, un poderoso grupo de corporaciones de tecnología, apoyadas por el Alcalde Michael Bloomberg, anunció una campaña por redes sociales para presionar a los legisladores a que apoyen “la reforma migratoria”, como si el principal objetivo fuese ése.

El esfuerzo de las empresas es bienvenido, pero su meta es la parte más fácil de esta misión. La prioridad –y la parte más difícil— es la legalización justa de millones de estudiantes y trabajadores indocumentados que conviven entre nosotros sin garantías jurídicas ni civiles.

Las propuestas que han salido a la luz pública son preocupantes. Un plan extraoficial de la Casa Blanca, develado recientemente por un diario nacional, habla de proveer un tipo de estatus temporal que conduciría a la residencia tras ocho años de espera, para satisfacer a quienes piden mandar a los indocumentados “al final de la fila”, detrás de quienes aplicaron legalmente. Por su parte, legisladores del Senado contemplan darles a los indocumentados un estatus temporal pero sin residencia por tiempo indefinido hasta que una serie de medidas (aún no claras) para reducir la inmigración ilegal estén en pie.

Las últimas tres administraciones (la de Obama y las de George W. Bush) han gastado más dinero en control de inmigración que ninguna otra. ¿Cuál exactamente es la meta que persiguen los republicanos que tanto dicen apoyar una reforma?

Históricamente, cambios legislativos altamente controversiales como las políticas de inmigración terminan aceptando tantas medias tintas que al final la victoria es un peor-es-nada.

Hay que dejar claro cuál es la tarea. La reforma de la ley de inmigración debe darle una salida clara y justa a los estudiantes y trabajadores indocumentados. Esa es la vara con la que este renovado esfuerzo será medido.

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