El chavismo hueco

Imagen de archivo donde se aprecia a Hugo Chávez y Nicolás Maduro en una reunión en el palacio de  Miraflores el 8 de diciembre del 2012.

Imagen de archivo donde se aprecia a Hugo Chávez y Nicolás Maduro en una reunión en el palacio de Miraflores el 8 de diciembre del 2012. Crédito: efe

Chávez ha muerto. Ahora veremos si vive el chavismo. La semana pasada falleció el líder venezolano que por más de una década logró combinar una retórica izquierdista con el liderazgo de un caudillo.

Una parte integral de su liderazgo fue la destrucción de las instituciones tradicionales del sistema político venezolano.

Los dos partidos que anteriormente habían dominado la política –Acción Democrática y COPEI– ya no existen. La paraestatal petrolera, PDVSA, que por años generó grandes divisas para el estado sin perder su independencia, hoy es una mera agencia del gobierno. Ya no hay sindicatos independientes. El sector privado ha sido neutralizado. Ya casi no hay libertad de prensa.

Chávez ha dejado un sistema hueco.

Es posible que un sistema hueco pueda sobrevivir por años. Pero sin esas instituciones, las que organizan la vida cívica, que canalizan las quejas de la ciudadanía, que pueden responder a las demandas de la sociedad, es necesario un líder que con su propio cuerpo pueda sostener el apoyo de las masas. Sin un líder con la carisma de Chávez, la ciudadanía pierde paciencia.

Nicolás Maduro, el heredero del mantel de Chávez, no tiene ese carisma. Usa las mismas palabras incendiarias, las mismas frases antiimperialistas, las mismas imágenes que acostumbraba usar Chávez. Pero suenan huecas, sin la sinceridad de Chávez. Es un actor de segunda calidad leyendo de un guión.

Tampoco tiene el monopolio que tuvo Chávez. No es el padre del movimiento. No tiene la confianza de las Fuerzas Armadas como lo tuvo el paracaidista Chávez. Tiene aliados hoy que mañana serán antagonistas.

Tarde o temprano descubriremos que el chavismo no es posible sin Chávez. Y eso es peligroso. Porque cuando los venezolanos pierdan su paciencia, no existirán las válvulas institucionales para controlar y dirigir la alta presión política y social que seguramente surgirá.

Ese será el legado de Chávez: un sistema político hueco que terminará no con un gemido sino que con una explosión.

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