‘El País’ no es mi país

Enrique Peña Nieto (centro) durante el acto conmemorativo del 75 aniversario de la expropiación del petróleo, en Guanajuato.

Enrique Peña Nieto (centro) durante el acto conmemorativo del 75 aniversario de la expropiación del petróleo, en Guanajuato. Crédito: EFE

Mientras en Estados Unidos los inmigrantes demandamos una reforma migratoria justa como trabajadores y empleados que somos en esta nación, en México los ciudadanos rechazan la imposición de nuevas reformas impulsadas por la administración de Enrique Peña Nieto con tendencia a la privatización –mayor– de las telecomunicaciones, la educación, los recursos energéticos, fiscales y financieros.

El diario ibérico El País aplaudió estos cambios en su editorial intitulada “México gana“. Escribe dicha redacción: “No son medidas improvisadas. Han exigido previamente un cuidadoso trabajo político que ha fructificado en dos pasos históricos: una alianza nacional de los principales partidos —el Pacto por México— y el cambio de los estatutos del propio PRI, que ha liquidado sus esencias estatistas al extirpar, por ejemplo, el veto a la inversión privada en la petrolera pública Pemex”.

Cierto, todos los partidos políticos en México tienen el mismo color: el dinero y el poder. Ni izquierda ni derecha, han señalado los zapatistas desde Chiapas. Pero el petróleo, es desde la época de Lázaro Cárdenas una de las mayores riquezas de los mexicanos, más ahora en estos tiempos de vehículos motorizados y rutinas sedentarias a escala global. Las naciones presentes en territorio latinoamericano operan mediante cuerpos trasnacionales que encuentran puertas abiertas a la explotación del tesoro natural gracias a gobiernos impuestos, como el de Peña Nieto –si no fuera así, el movimiento mexicano #YoSoy132 no tendría su efecto mundial, con jóvenes que ven aquellas montañas de México, desde la realidad lejana, como exiliados económicos.

Describe El País: “Quizás por eso solo este partido podía acometer la voladura controlada de esta estructura de poderes paralelos, con pericia política, pero también con mano de hierro, como muestra la detención de Elba Esther Gordillo, la intocable líder del gremio de la enseñanza”.

El golpe mediático para encarcelar a la líder sindical Elba Esther Gordillo funcionó para mover hacia adelante la reforma educativa, pero también para reemplazarla con un cuestionado funcionario más, leal al PRI: Juan Díaz de la Torre, vinculado con priistas de Jalisco, como el actual secretario de Gobernación, Arturo Zamora –quien en su candidatura a gobernador de dicho estado, en 2006, fuera señalado por sus vínculos con narcotraficantes– y de quien Juan Carlos Banderas, líder magisterial en Guadalajara, dijera a la colega Gardenia Mendoza Aguilar: “El gobierno del estado lo investigó [a Díaz de la Torre] cuando fue secretario sindical de la sección 16 en Jalisco –entre 2001 y 2005– porque cobraba como si tuviera cuatro plazas de maestro”.

La reforma de telecomunicaciones recién aprobada tampoco beneficia a México, como formula la editorial de El País, pues vuelve a ignorar la diversidad cultural y lingüística de los mexicanos que encuentran su voz en radios comunitarias y radios indígenas, que bajo la nueva reforma continuarán ilegales para el Estado. En cambio, abre el sector a la competencia privada internacional y permite al duopolio de Televisa y TV Azteca ingresar en el mercado de la telefonía, con injerencia en el uso del internet. La comunicación, pues, es un negocio rentable.

Finalmente, El País cierra su editorial con la idea de que México tiene todo por ganar: “El país merece, más que nunca, dirigentes políticos, empresariales y sociales a la altura de su potencial”.

Los mexicanos en México y los mexicanos en Estados Unidos, finalmente, compartimos las mismas luchas –seamos ciudadanos, dreamers, indocumentados, inmigrantes o sus descendientes–, pues queda más que claro que las próximas reformas, en ambos países –migratoria y montón más en México– impulsan el empobrecimiento del mexicano en México y el arribo de más mexicanos a Estados Unidos dispuestos a ofrecer mano de obra barata al mercado estadounidense.

El regreso del PRI al México de un Enrique Peña Nieto sonriente en revistas de moda, representa la revitalización del Tratado de Libre Comercio de América del Norte [NAFTA, en inglés] –inaugurado por el gurú corrupto de los priistas, Carlos Salinas de Gortari–, pero es también un proyecto político y económico norteamericano donde ambos gobiernos resultan triunfantes con la explotación de los recursos naturales, pero también de nuestros recursos humanos.

Para ellos, todo es una mercancía y todo está a la venta.

Para nosotros, esto, simplemente, no es “ganar”.

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