¿Ayudan o perjudican?
Las marchas en defensa de los inmigrantes no siempre han sido vistas como positivas
A las puertas de la discusión en el Congreso de un proyecto de reforma migratoria para los Estados Unidos, grupos proinmigrantes, “dreamers” y partidarios marcharon en muchas ciudades del país, dejando a su paso la pregunta: ¿ayudan estas marchas a lograr el objetivo final de una legislación que beneficie a los inmigrantes?
Todo depende de a quien uno le pregunte y cómo interprete los hechos y la historia. Para el profesor Gonzalo Santos, sociólogo de Cal State Bakersfield, sólo hay que observar las consecuencias de los eventos del 1 de Mayo de 1886, la huelga de trabajadores en Chicago en demanda por el límite de 8 horas en el día de trabajo.
“Irónico que se haga esta pregunta hoy, primero de mayo, que conmemora una marcha en 1886 en Chicago por el incipiente movimiento laboral, demandando la jornada de 8 horas, atacada por la policía, sus líderes ejecutados posteriormente y que aunque reprimida representó una derrota concreta e inmediata, fue la base para un movimiento mundial que triunfó décadas después”, indicó el profesor Santos.
Lo mismo podría decirse, según el catedrático, de las marchas de 1994 contra la Proposición 187, y las grandes movilizaciones de 2006, así como las de los últimos años y las de ayer, aunque reconoció que las marchas “combinadas con acciones de otro tipo, logran el eventual cambio social”.
Randy Jurado Ertll, director ejecutivo del Centro de Acción Social en Pasadena, dijo que las marchas pueden ayudar, pero depende de cómo se hagan.
“La comunidad tiene que movilizarze y abogar, pero no sólo en el tema de inmigración. Debería de haber el mismo compromiso con otros temas sociales”, dijo Jurado Ertll. “Lo negativo podría ser si se hacen múltiples marchas que compitan entre sí, como ha ocurrido en el pasado y se divide el liderazgo latino. La realidad es que tenemos que seguir presionando a congresistas y senadores claves que al final pueden votar a favor de una reforma que beneficie a todos, no sólo los latinos”.
Las marchas pro inmigrantes han sido un movimiento importante de los últimos 19 años, pero no siempre han sido vistas como positivas, al menos de inmediato. Una gran marcha en 1994 contra la Proposición 187 en Los Ángeles fue criticada por la cantidad de banderas mexicanas que portaron los manifestantes, mientras que las grandes marchas de diversas ciudades en 2006 fueron consideradas un momento importante en la visibilidad de los inmigrantes y de los indocumentados en este país. En 1994, la gran marcha contra la 187 no impidió que la medida fuera aprobada por 59% de los votantes de California, aunque luego fue detenida en los tribunales.
No obstante, el resultado de las marchas de 2006 puede considerarse mixto en un principio.
“Hay que recordar que esas marchas sirvieron para detener una ley muy nociva, la Ley Sensenbrenner aprobada en la Cámara de Representantes, aunque no sirvió para la parte positiva, que era lograr una reforma pro inmigrante”, dijo Kevin Johnson, decano de la escuela de leyes de UC Davis y autor del blog sobre inmigración Immigrationprof.blog.
Gustavo Bujanda, un activista republicano crítico de la postura anti inmigrante de su partido, dijo que en su ciudad de Dallas las marchas de 2006 fueron un llamado de atención importante. “Acá nunca había habido una marcha como esa, fue la primera en la historia”, dijo Bujanda. “Fue positiva porque evidenció la magnitud del problema pero eso no quiere decir que realmente hagan algo por aprobar la reforma migratoria”.
Bujanda indicó que, “en Dallas, siempre son los mismos llamando a marchas, cada vez va menos gente y lo que yo veo son gente que quiere llevarse el crédito y decir que son indispensables”, dijo. “Para mí los que realmente hacen por la comunidad son los abogados que llevan los casos, los que llevaron el caso contra Farmers Branch, los que están detrás del proyecto de ley y no los activistas que organizan marchas, muchos de los cuales sólo buscan crédito”.
Aly Wayne, un indocumentado y activista pro paz en New York dijo que al marchar ayer en pro de una reforma no tenía idea del resultado que esto tendría en el Congreso.
“Lo que si te puedo decir es que como indocumentado esto no es solo un cálculo sobre Washington. Hace ya un par de años que los activistas dejamos de esperar a que los políticos cambien de opinión y si estamos saliendo del closet, dándonos a conocer como indocumentados es como resultado de ls impaciencia con el sistema y un cambio de consciencia: nos rehusamos a que nos sigan viendo como “delincuentes”, dijo Wayne.
“Las marchas son un derecho y ojalá las tuviéramos sobre más cosas”, dijo Melissa Salas Blair, otra republicana crítica de la postura anti inmigrante de los últimos años. “Pero yo creo que quienes apoyan las marchas son generalmente demócratas, no son ellos los que necesitan movilizarse o ser persuadidos. Lo que falta son republicanos en distritos donde hay temor a que si apoyan la reforma los vayan a derrotar, a ellos no se les convence con marchas”.
Christian Ramírez, activista del. Consorcio de Derechos de los Inmigrantes en San Diego, dijo que “Podremos debatir las tácticas de llevar una u otra bandera, de marchar con camisa blanca o roja, pero no se puede poner cuestionar si el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente: es una táctica adecuada, es un derecho fundamental, por el bien de un sector sumergido en las profundidades de nuestra sociedad y por la salud de la democracia”.