México y la impunidad

El mexicano Raúl Salinas, hermano del ex presidente del país, Carlos Salinas de Gortari, sigue ganando juicios.

El mexicano Raúl Salinas, hermano del ex presidente del país, Carlos Salinas de Gortari, sigue ganando juicios. Crédito: EFE

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Uno de los mayores fiascos de la alternancia política en México es que no ha podido terminar con uno de los males que más dañan al país: la escandalosa impunidad de la clase política.

El ejemplo más reciente de este rotundo fracaso es el de Raúl Salinas de Gortari, el “hermano incómodo” del expresidente Carlos Salinas, quien acaba de ser exonerado del delito de enriquecimiento ilícito por haber acumulado en diez años una inmensa fortuna que pasó de 60 mil dólares y 17 inmuebles a 41 inmuebles y 52 millones de dólares. La acusación señalaba que Raúl Salinas se habría enriquecido de manera desmedida al desviar fondos de la partida secreta del expresidente a sus cuentas personales.

Carlos López Cruz, el juez a cargo del caso, aceptó que aunque la fortuna acumulada por Raúl Salinas resulta inexplicable para alguien que, como él, vivía de su salario como burócrata, no se podía probar que el dinero tenía procedencia ilícita y, por lo tanto, determinó que se le devolvieran todos los bienes que se le habían incautado.

Si bien en México la ciudadanía está acostumbrada a la injusticia y a que quienes detentan el poder al final salgan bien librados de cualquier acusación, el fallo ha causado ira pues confirma que el país sigue empantanado en la corrupción, pese a la alternancia política y a los supuestos avances democráticos de los años recientes.

Raúl Salinas cayó en desgracia a principios del gobierno de Ernesto Zedillo, no tanto porque a éste lo moviera un deseo de hacer justicia sino por su rompimiento con Carlos Salinas de Gortari.

A Raúl se le acusó inicialmente de ser el autor intelectual del homicidio de su excuñado y presidente del PRI, Francisco Ruiz Massieu, por lo que se le condenó a 50 años de cárcel. Después se le acusó de los delitos de peculado, defraudación fiscal y enriquecimiento ilícito, pues se descubrió que había depositado cien millones de dólares en el extranjero mediante papeles falsos. Raúl mantuvo todo el tiempo que el dinero provenía de los empresarios Carlos Peralta, Carlos Hank Rohn y Roberto González Barrera, pero prácticamente nadie le creyó.

El escándalo fue tal que hasta su propio hermano le dio la espalda. Para disipar las sospechas en su contra, Carlos Salinas declaró desconocer el origen del dinero depositado en el extranjero y afirmó que Raúl debería regresar los fondos para destinarlos a causas sociales.

Pero, curiosamente, durante los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, Raúl Salinas fue liberado y exonerado de todos los delitos que se le imputaban y ahora, con el regreso del PRI al poder, incluso se le premia con la devolución de los bienes que se le habían confiscado.

El caso demuestra una sola cosa: la razón por la que algunos políticos mexicanos llegan a caer en desgracia no tiene que ver con la justicia. Se trata de excepciones, como la de Elba Esther Gordillo, que le sirven al sistema judicial para desmentir de vez en cuando lo que todos sabemos, que en México la clase política es intocable.

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