Empleados buscan resistir

La semana pasada los mandaron a sus casas con licencia sin goce de sueldo

EDITORES: Con EEUU PRESUPUESTO. Con AP Fotos.WASHINGTON D.C.— Son ingenieros con experiencia en investigación y vigilantes de parques que aún cursan la universidad, abogados que aplican leyes ambientales y ex soldados que tomaron trabajos civiles en el Ejército tras regresar de la guerra.

Todos tienen algo en común: la semana pasada los mandaron a sus casas con licencia sin goce de sueldo debido a la disputa entre el presidente Barack Obama y el Congreso que derivó en el cierre parcial del gobierno.

Al principio más de 800 mil trabajadores fueron afectados, pero el Pentágono ha reintegrado al trabajo a la mayor parte de sus 350 mil empleados con licencia.

Estos trabajadores gubernamentales se han dedicado a muy diversas actividades, tan variadas como las labores que desempeñan habitualmente. Algunos están reduciendo sus presupuestos en casa, cuidando lo que gastan en comida y asuntos prioritarios, con el temor de que pasen semanas antes de que reciban sus cheques de pago.

Mientras el Congreso y la Casa Blanca tratan de lograr un acuerdo que permita a los trabajadores cobrar cuando el cierre termine, hay gastos que no pueden esperar, ya sea cambiar un horno descompuesto que cuesta 6,500 dólares o comprar pañales para un bebé cuyo nacimiento se espera a fin de mes.

Cuando el cierre del Gobierno entró en su segunda semana, Donna Cebrat se enfocó en hacer que cada dólar ahorrado rindiera lo más posible bajo la suposición de que quizá esté sin trabajo un mes o más.

“En lugar de cenar, comeré un tazón de cereal. Tal vez para el almuerzo y la cena. O iré a McDonald’s por una hamburguesa del menú más barato”, dijo Cebrat, de 46 años, quien trabaja en la oficina del FBI en Savannah, Georgia.

Cebrat trabaja en el procesamiento de solicitudes de acceso a los archivos del FBI. Vive sola en un suburbio de clase media y calcula que el dinero que ha ahorrado le alcanzará para vivir entre dos y seis meses.

Revisa a menudo las noticias sobre las negociaciones entre el presidente Barack Obama y el Congreso pero no lee noticias completas sobre el cierre del gobierno porque eso la deprime.

Cebrat ha pasado estos días reparando las paredes de su baño —la nueva tina, el sanitario y otros arreglos tendrán que esperar hasta al próximo año— y caminando por su barrio. Ha evitado ir a los centros comerciales y al cine.

Catherine Threat es una sargento primero del Ejército, de 40 años, que regresó de Afganistán en julio y tomó un trabajo civil en Fort McCoy, en el centro de Wisconsin.

Luego, la semana pasada, a ella y la mayoría de sus colegas se les extendió la licencia, una situación exasperante para una mujer que no está acostumbrada a estar sentada durante largo tiempo.

Por eso se fue a Chicago, donde ayuda a otros veteranos.

No cree que su regreso sea una victoria “porque aún hay mucha gente sin trabajo” debido al cierre. De cualquier manera, agradece la oportunidad de trabajar en Chicago.

“A veces creo que esto casi ha sido mejor para mí. He recibido más de lo que estoy contribuyendo”, afirmó mientras monitoreaba a los niños que caminaban junto a ella.

“Espero haber contribuido en algo”, agregó.

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