Muerte de latino cambia clima racista en Long Island
Antes había temor, ahora la gente reporta a la policía las agresiones.
Cecilia Bonilla, dueña de un restaurante ubicado en la estación de trenes de Patchogue, recuerda vívidamente a Marcelo Lucero, a quien le vendía todos los días un café por la mañana hasta que el ecuatoriano fue asesinado a unos metros de su negocio en noviembre de 2008. Ella se sorprende al pensar lo mucho que han cambiado las cosas en esta localidad de Long Island, en las afueras de Nueva York, donde reinaba un ambiente de intolerancia racial cuando Lucero fue apuñalado.
Según muchos inmigrantes hispanos, cinco años atrás abundaban las agresiones físicas a la comunidad inmigrante, que no eran denunciadas por sus víctimas porque no confiaban en la policía. El asesinato de Lucero alteró esa dinámica.
“Aquí impactó mucho su muerte”, dice Bonilla, una salvadoreña de 48 años, mientras fríe plátanos y pollo. “Pero ahora la gente reporta a la policía, sean documentados o indocumentados. Cambió mucho la situación”.
Si de algo sirvió la muerte de Lucero fue para generar un ambiente de más tolerancia en la zona, para que las autoridades se esforzaran por acercarse a los hispanos y para que ellos no temieran tanto acercarse a la policía, dijeron inmigrantes y activistas locales.
“Hay más confianza, ya no hay tanto miedo”, dice Fabián Tacuri, un pintor ecuatoriano de 42 años nacido en Gualaceo, el mismo pequeño cantón en las montañas del sur de Ecuador de donde era oriundo Lucero y del que provienen muchos ecuatorianos que viven o trabajan en Patchogue, un pueblo a 60 millas al este de la ciudad de Nueva York. “Si se comete un delito, se llama a la policía al 911”.
Lucero murió a manos de siete jóvenes de aproximadamente 17 años que se dedicaban a agredir a hispanos como pasatiempo y que se toparon con él en la estación de tren del poblado. Le llamaron despectivamente “beaner” (frijolero, en inglés) y lo apuñalaron. Los siete fueron condenados por un crimen motivado por intolerancia racial y cumplen diversas sentencias en la actualidad.
Jeffrey Conroy, quien tenía 17 años en 2008, fue acusado de matarlo de una puñalada y cumple una condena de 25 años. Otros tres acusados, Christopher Overton, Anthony Hartford y José Pacheco, terminan sus sentencias a finales de 2014 y otros tres saldrán de prisión en 2015.
“Después de la muerte (de Lucero), un grupo de gente alzó la voz y protestaron, y pidieron justicia”, dice el pintor Tacuri, que lleva 21 años en el país. “Ahí fue cuando aumentó la confianza entre la comunidad y con la policía”.
Tras el homicidio, el Departamento de Justicia inició una investigación sobre la policía del condado de Suffolk pues la comunidad había denunciado prácticas discriminatorias.
Gilda Ramos, una peruana que trabaja en la biblioteca de Patchogue, dijo que con el tiempo empezó a ver más volantes y panfletos de la policía en español por las calles.
Decían que las autoridades no investigaban delitos motivados por la intolerancia racial cuyas víctimas fueran hispanas y que los latinos no denunciaban delitos de los que eran víctimas o no cooperaban en caso de ser testigos por miedo a ser arrestados por encontrarse en el país sin autorización legal.
Varios hispanos habían reportado ataques por los mismos adolescentes que mataron a Lucero. Presuntamente les habían tirado botellas de vidrio, les dispararon con escopetas de aire comprimido y fueron acosados. En 2000, dos jornaleros mexicanos sufrieron serias lesiones al ser apaleados en el pueblo vecino de Farmingville. Allí, la casa de una familia mexicana fue incendiada en 2003.
Resultados preliminares de la investigación gubernamental fueron publicados en una carta en 2011, que recomendó a la policía no dejarse llevar por el aspecto físico o el idioma para catalogar a personas como “nacidas en el extranjero” y que establecieran un mejor sistema de registro de quejas por parte del público.
“La tendencia a no prestar atención a ataques que son considerados como ‘tonterías de adolescentes’ ignora la severidad de la conducta criminal de algunos menores, tal y como se vio en el asesinato de Marcelo Lucero, cuyos atacantes acudían a la escuela superior”, dijo la misiva del gobierno.
El Departamento de Justicia también pidió aclarar a los policías la diferencia entre delitos juveniles y delitos de intolerancia racial.
Dos semanas después de la muerte de Lucero, el gobierno municipal inició una serie de reuniones bilingües públicas en la biblioteca del pueblo, a las que acudieron policías y migrantes. Se habló de temas que preocupaban a la comunidad hispana y de cómo se podía mejorar su relación con las autoridades.
Gilda Ramos, una peruana que trabaja en la biblioteca de Patchogue, dijo que con el tiempo empezó a ver más volantes y panfletos de la policía en español por las calles.
Uno de ellos, puesto en el centro del pueblo, dice: “el departamento de policía del condado de Suffolk no pregunta a las víctimas de crímenes, a testigos o a personas pidiendo asistencia, sobre su estado de inmigración.” También pide a la comunidad llamar a las autoridades si se es víctima de robos.
“Eso no se veía antes”, dijo Ramos. Bonilla, la dueña del restaurante ‘La Confianza’, explicó que a veces la policía entra a su establecimiento y pregunta si pueden colocar carteles en la puerta, donde se pide a los hispanos que reporten los crímenes de los que son víctimas o de los que han sido testigos.
Los policías del departamento que hablan español empezaron a patrullar más las calles tras el homicidio. Desde que Steve Bellone, nuevo jefe del condado salió electo en 2011 e inició su puesto en enero de 2012, cada promoción de policías debe tener al menos un 10% de miembros que hablen español, dijo Luis Montes, jefe adjunto de Bellone.
Patricio Murillo, ecuatoriano que vive en el pueblo cercano de East Meadow y trabaja en Patchogue, dice que hace años la policía le multó por una infracción de tráfico con una multa exagerada, y asegura que los policías le trataron con poco respeto por ser hispano, pero dice también que no dudaría en llamar a las autoridades si fuera víctima o testigo de un crimen. “Hay más respeto, tal vez por temor a las leyes”, dijo.
Portavoces de la policía de Suffolk dijeron a The Associated Press que se han mejorado los servicios a la comunidad y que eso ha resultado en una reducción del crimen y en “una mejora de la relación de trabajo con las comunidades a las que servimos.”
Hace dos años fueron más específicos y dijeron a The Associated Press que tomaron nuevas medidas para lidiar contra crímenes motivados por la intolerancia racial: los policías toman un curso anual de ocho horas sobre este tipo de delitos y tienen acceso a intérpretes de español a través de teléfonos móviles. El departamento cuenta desde hace años con una unidad para lidiar con crímenes derivados de la intolerancia racial.
Esta semana, los voceros explicaron que han mantenido conversaciones “muy productivas” con el Departamento de Justicia sobre el tratamiento de hispanos y manejo de crímenes de odio. dijeron que hablarán sobre las medidas específicas que han implementado en los últimos años cuando se difunda un informe con las conclusiones definitivas de la investigación del gobierno.
“El departamento cree que se puede llegar a una resolución en este asunto en un futuro cercano”, dijeron los voceros.
Dena Iverson, portavoz del Departamento de Justicia, dijo que la investigación “prosigue”, de la que no hay policías suspendidos o sancionados.
En agosto tres jueces federales rechazaron admitir una demanda de la familia Lucero contra la policía y el condado de Suffolk, a los que acusaba de indiferencia y de falta de voluntad a la hora de proteger a los inmigrantes. Otra demanda interpuesta por la familia en contra de los padres de los acusados sigue en las cortes, informó la oficina del abogado de la familia Lucero.
Algunos activistas dicen que la mejora en las relaciones de la comunidad se debe, en parte, a la elección de un nuevo jefe del condado. en 2011 Steven Levy, quien se declaró enemigo de la inmigración ilegal, fue reemplazado por Bellone, que organizó nuevas reuniones públicas entre policía y la comunidad y promovió una ley que garantiza los servicios de traducción e interpretación en las instituciones del condado.
“Los grupos comunitarios han trabajado con la administración para tener una mejor comunicación con la policía”, dijo Daniel Altschuler, coordinador de la Mesa Cívica de Long Island, una coalición de grupos que ayuda a inmigrantes. “Eso no hubiera pasado durante la época de Levy. Creo que todavía no vivimos en un paraíso, todavía hay mucho que mejorar, pero estamos en buen camino, trabajando con la nueva administración.”
Levy dijo a The Associated Press que muchas de las nuevas medidas para mejorar la relación entre la policía y la comunidad hispana se impusieron a finales de su mandato y después prosiguieron con la nueva administración. Levy nombró al primer comandante hispano de precinto en Patchogue y además a una policía ecuatoriana que actuaba como enlace entre la comunidad y la policía, dijo. Levy también organizó reuniones en el precinto entre representantes de la policía e inmigrantes hispanos, dijo.
Los crímenes por intolerancia racial como el de Lucero cobraron un gran interés mediático porque ocurrieron durante una época en la que existía un fuerte debate en la zona sobre los efectos de la inmigración ilegal, explicó.
“Lamentablemente hay gente que intenta relacionar los crímenes contra hispanos, contra inmigrantes indocumentados, con gente que simplemente dice que deberíamos reforzar las fronteras y eso es simplemente ridículo, peligroso y erróneo”, dijo.
Levy también describió el informe del Departamento de Justicia como “teatro político” ya que todos los que provocaron la muerte de Lucero están en la cárcel y las recomendaciones del gobierno fueron implementadas antes de que la misiva gubernamental fuera difundida.
La muerte de Lucero se convirtió en un símbolo de la intolerancia racial y movilizó a los inmigrantes que eran víctimas de ella. Dio lugar incluso a la creación de una organización que se dedica a ayudar a ecuatorianos, la Fundación Lucero América.
“Si no se está recordando lo que pasó, la gente se olvida y, lamentablemente, regresa a veces a la misma manera de tratar a nuestra gente”, dijo Joselo Lucero, hermano de Marcelo.
“Este crimen, lamentablemente, forma parte de la historia de este pueblito”, dijo Ramos, la peruana que trabaja en la biblioteca de Patchogue. “Pero creo que han cambiado las cosas. Se respira más tranquilidad y las personas se pueden acercar a la policía. Antes la veían de forma muy distante”.