Bobada que se globaliza

La “bobópolis” colombiana ha sufrido un súbito ataque de pendejada con la llegada de la copa del mundo

La Copa Mundial de la FIFA.

La Copa Mundial de la FIFA. Crédito: EFE / Archivo

Papeles

Es como si se hubiera enloquecido todo el manicomio, incluido el director. A esos extremos nos ha llevado la visita de médico que le hizo a Colombia la tal Copa del Mundo. A falta de Virgen que se nos aparezca, bienvenida (¿¡) la presencia de este fetiche. El país está convertido en una “bobópolis”. Hasta el presidente Juan Manuel Santos hizo el oso y alzó, feliz, el trofeo que desplazó en el fervor patrio al Señor de Monserrate y al Corazón de Jesús. El asunto tiene visos delirantes: solo pueden tocarla los presidentes y los campeones del mundo. Ni siquiera el papa Francisco.Si la toca cualquier plebeyo, al ego de la copa le puede dar un infarto.

Su séquito incluye abogados de Rolex que le conseguirán el beneficio de la casa por cárcel, en caso de necesidad. Que no falte el probador de alimentos. La pueden envenenar.

El que la toque se puede quedar estatua, o volverse de sal, como la bíblica mujer. Una secretaria eficiente le maneja la apretada agenda. Grandes existencias de agua de valeriana están a su servicio para desestresarla.

En los países que recorrerá tiene garantizado tratamiento de prima dona. Es de suponer que quienes pagan la cuenta de su desplazamiento, le tienen reservada alguna mujer de vida alborotada por si se le alborota la libido.

La exigente viajera solo vuela en first class. Nada de mezclarla con la aristocracia de gallinero que viaja apretujada, incómoda, anónima, en clase económica, envidiando el sushi y el trago que le sirven a los de adelante.

Como la Copa no desata palabra (¿o sí?) sus dueños se anticipan a sus caprichos de vedete.

En este desorden de ideas nada de raro tiene que en la habitación donde duerme le tengan orquídeas, caviar, quesos franceses pornográficos, frutas de temporada, agua traída de las montañas de Escocia con la que se “fabrica” el mejor whisky.

Una temperatura ambiente acorde con su importancia y sanitarios de oro a la altura de sus espléndidos glúteos.

La gente hace fila y se trasnocha para verla de cerca. Así la orden sea ver y no tocar. La apoteosis, que se ha impuesto el hombre de Internet para antes de desocupar el amarradero, es tomarse una foto con la coqueta que pesa no sé cuantos kilos y recorrerá no sé cuántos países que chorrearán sabrá Dios cuántas toneladas de babas. “¡Qué atropello a la razón!”.

Empezando por el famoso Pibe Valderrama, a quien nos encontramos facturando hasta en la sopa que no se tomó Mafalda, la “bobópolis” colombiana ha sufrido un súbito ataque de pendejada. Solo falta que alguien le pida plata prestada o le prenda velitas.Adonde llega le tienen coach transaccional, manager, manicurista, pedicurista, todocurista, siquiatra, confesor, gurú, spa y conexión a Internet por si desea bajar pornografía.

Voy doble a sencillo a que la Copa viaja con bobo propio que le contará historias para convocar el sueño. Alguien le debe estar pidiendo mercedes como se decía en el viejo catecismo del padre Astete que se quedó corto ante los pecados del bípedo de los tiempos de la era del iPod, el iPhone y cachivaches afines. No faltará el lambó que le deje la hoja de vida para que le ayude a conseguir un trabajo que le permita hacerse rico no importa cómo. Copa: No te quitamos más tiempo.

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