Abren puertas de la universidad a los presos

El Estado financiará estudios superiores a neoyorquinos que estén tras las rejas

Anthony Cardenales y Erica Mateo.

Anthony Cardenales y Erica Mateo. Crédito: Suministrada

Cuando el puertorriqueño Anthony Cardenales fue condenado a 17 años de cárcel siendo todavía un adolescente, creyó que además de perder su juventud se iba a quedar sin oportunidades de trabajo al salir por no tener acceso a una educación universitaria.

Cardenales, sin embargo, al cabo de un tiempo encontró ayuda para estudiar una licenciatura en artes liberales a través de un programa —Bard Initiative— financiado de manera privada, y al que calificó mientras estaba ingresado en la prisión de Woodbourne, Nueva York.

“Gracias al título y a las conexiones de la universidad, encontré trabajo a los cinco meses de salir de la cárcel en una compañía de reciclaje en El Bronx, donde yo me crié”, relató el puertorriqueño, que ahora tiene 39 años. “Llevo ya cinco años trabajando en la compañía y ahora soy vicepresidente. No puedo creerme como me ha cambiado la vida”.

Mientras que el 40% de los que han sido encarcelados en el estado de Nueva York incurren de nuevo en un delito al salir, los que reciben una educación universitaria en prisión —como en el caso de Cardenales— tienen diez veces menos probabilidades de volver a delinquir. (Ver recuadro).

No obstante, desde que se eliminasen en 1995 las ayudas federales y estatales para estudios universitarios en la cárcel, para la mayoría de los encarcelados acceder a ellos es poco menos que un imposible.

El éxito del modelo de Bard Initiative, que ahora opera en seis centros carcelarios, llevó al gobernador Andrew Cuomo a anunciar que el estado financiará de nuevo los estudios universitarios para los neoyorquinos que estén cumpliendo condena.

Al dar a conocer esta medida ayer en Albany, Cuomo mencionó a Cardenales y a Erica Mateo, otra boricua, como claros ejemplos de los grandes beneficios que puede traer, especialmente para las comunidades minoritarias que sufren de manera desproporcionada el desempleo y la encarcelación —actualmente, uno de cada seis hispanos ingresará en algún momento de su vida en la cárcel, según datos del gobierno estatal.

Mateo, originaria de Brooklyn, también ingresó en prisión a una temprana edad, cuando solo tenía 20 años, y aprovechó desde el principio para comenzar unos estudios universitarios en Antropología, que luego continuó en el campus de la Universidad de Bard, donde se graduó.

“Cuando sales, estás muy asustada, pero sabiendo que fuera te está esperando la universidad, tienes mucha más seguridad“, dijo Mateo, que actualmente tiene 27 años y trabaja ayudando a jóvenes en Brownsville, Brooklyn, una de las comunidades más azotadas por el crimen de todo Nueva York. “Ahora pienso ingresar en la escuela de Derecho”.

Además de los beneficios sociales, el gobernador destacó las ventajas económicas de la iniciativa.

“Darle la oportunidad a los hombres y mujeres encarcelados de sacarse un título universitario ahorra costes al estado y beneficia a nuestra sociedad”, declaró Cuomo. “Alguien que sale de la cárcel con una licenciatura tiene una verdadera nueva oportunidad en la vida, porque puede encontrar un trabajo y se evita que caiga de nuevo en el crimen”.

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