Cinco familias binacionales camino a pedir asilo en Otay
Las familias se unirán a la tercera acción organizada por los jóvenes "DREAMers" para el próximo 10 de marzo.
MÉXICO, D.F. – Yolanda Olayo vendió una a una todas sus propiedades. Y al final, cuando se deshizo de los guajolotes, sintió una punzada en el estómago como una señal de que se jugaba el todo por el todo: una vida sin dinero ni seguridad en Michoacán o la esperanza del asilo al unirse a la Alianza Nacional de Jóvenes Inmigrantes (NIYA). U otra deportación.
Con sus dos hijas a lado empacó un par de camisas, dos pantalones y una chamarra para cada una y salió ayer de Maravatío con rumbo a la Mesa de Otay junto con cinco familias binacionales del mismo pueblo que años atrás abandonaron los Estados Unidos tras la repatriación de alguno de sus miembros.
Se unirán a la tercera acción organizada por los jóvenes “dreamers” para el próximo 10 de marzo, cuando 100 familias repitan la estrategia de entregarse en la frontera ante la falta de oportunidades para jóvenes que crecieron involuntariamente en Estados Unidos o las familias desintegradas.
Anoche, los clanes michoacanos pernoctaron en la Ciudad de México y este jueves seguirán camino a Tijuana. “Estamos apostando todo, ¿qué más podemos hacer?”, dijo a este diario Gustavo Suárez, padre de dos niñas estadonidenses de 10 y 13 años que quieren estudiar arqueología o ser parte de la Armada de su país.
Los Juárez regresaron a México después de la deportación del padre en 2010, cuando su patrón en San Luis Missouri lo requirió para legalizarlo por su calidad en la herrería; en lugar de eso, el ICE lo echó. Desde entonces abrieron una tienda de abarrotes en Maravatío y ahí comenzó el calvario.
“Podemos trabajar hasta 15 horas, pero el dinero no alcanza, y después de cuatro años me doy cuenta de que si no hacemos algo mis hijas no podrán estudiar nada, sus sueños jamás se harán realidad”.
Eso sin contar las condiciones de inseguridad de la región. A la familia Hernández, con dos hijos estadounidenses y un dreamer, los extorsionadores les arrebataron una camioneta y alrededor de $4,000 e impusieron una cuota mensual de unos $120 por “dejarlos en paz”.
De lo contrario, Leonardo, el mayor de los muchachos, correría un alto riesgo de ser reclutado por el cártel de los Caballeros Templarios, o secuestrado como a su mejor amigo; Carla Michel, la hija de en medio de 14 años, sería una carnada perfecta para los violadores del crimen organizado quienes ya abusaron de su prima.
“Si se trata de aguantar pobreza la aguantamos aunque sea comiendo huevo, pero seguir viviendo con miedo es algo insoportable”, describió Patricia Piña, la madre.
A través de las redes sociales, estas familias que forman parte de Familia Latina Unida entraron en contacto con NIYA. Elvira Arellano, Edith Espinal y su hijo norteamericano Brandon González lograron entrar a Estados Unidos junto con una treintena de jóvenes dreamers que se presentaron en la frontera de Juárez-El Paso. “Ahora lo intentará el padre con la otra hija”.
Las familias están optimistas. Celia García va con sus dos niñas. Sólo le dijo adiós a su madre que se iba y le dio un beso; a los demás, dice. “Les llamará cuando esté de vuelta en casa, en Joliet, Illinois”.