Reto en la frontera
Decenas de indocumentados llegan a Otay con su 'sueño' de regresar a EEUU

Unos 39 solicitantes de asilo político cruzaron la frontera de México a Estados Unidos por la garita de Otay, con el argumento que fueron separados de sus familias, porque no recibieron oportunidad de tener un juicio migratorio. Crédito: Notimex
TIJUANA, B.C. Mientras caminaban hacia la garita de Otay para entregarse a las autoridades estadounidenses, 29 dreamers, hombres y mujeres, caminaron con paso resuelto dando detalles de sus vidas y sus historias a un batallón de periodistas que estaban allí para reseñar, por tercera vez, un reto al sistema migratorio de Estados Unidos.
“Todo es por la educación”, dijo Yordi Cancino, quien de toga y birrete azul, buscaba regresar a Los Ángeles. “Queremos estudiar y queremos tener oportunidades”.
Mientras caminaban en fila, un nutrido grupo de familias que también esperan cruzar esta semana los acompañaban con cantos en inglés y español: “No están solos”, “undocumented and unafraid” (indocumentados y sin miedo), “reforma migratoria ahora”.
Los vendedores de tacos, churros y otros antojitos mexicanos y otras personas que esperaban para cruzar los observaban con curiosidad. Sacaban sus teléfonos y les sacaban fotos. “Ni un paso atrás”, gritó uno de los manifestantes.
Algunos espontáneos quisieron unirse al grupo en ese moment, aunque los organizadores del evento indicaron que lo harían bajo su cuenta y riesgo.
Daniel David Contreras, de 27 años, tuvo que regresar a México después que se le negara su solicitud de residencia por medio de sus padres adoptivos al cumplir la mayoría de edad. Eso fue hace siete años. Sin embargo, el joven aún quiere regresar a EEUU.
“Quiero regresar, viví allá hasta los 20 años y cuando regresé a México sabía sólo un 20 (por ciento) de español”, dijo Contreras, quien estudia en Tijuana la universidad. “La verdad es que prefiero vivir allá”, dice.
Del otro lado, en el puente peatonal entre Estados Unidos y México, más familiares y activistas esperaban, con pancartas y mensajes de apoyo a los que cruzaban.
Deborah González vino desde Arizona, donde estudia, para apoyar a su compañera Cynthia Díaz, cuya mamá estaba entre el grupo que esperaba cruzar.
“La separación familiar me afecta personalmente porque vengo de familia inmigrante”, dijo Deborah, quien creció en Los Ángeles y es hija de refugiados centroamericanos. “Mi hermano y un amigo también fueron deportados”.
Parecía que de ambos lados, todos los que observaban sabían muy bien la experiencia que estos jóvenes vivían y la importancia de lo que intentaban lograr.
Luego entraron a la garita y desaparecieron en los cuartos de interrogación de las autoridades fronterizas estadounidenses, donde pasarían las próximas horas siendo procesados, pero con la esperanza de que sus solicitudes de asilo humanitario sean aprobadas.