¿Una licorería? No, un centro cívico

Nacida en Quitupán, Jalisco (México), decidió quedarse en Estados Unidos en 1981 cuando vino a estudiar en el high school. Aquí conoció a su hoy esposo que compró el negocio que ella dirige hoy.

Desde ‘la Casa del Tequila’ en New Rochelle, donde ha vivido las últimas tres décadas, ayuda a los miembros de la comunidad que lo necesitan. También impulsa el Bellas Artes Business Council para unir los negocios hispanos.

Cuando el marido de Alida Yóguez le regaló hace 15 años una tienda de licores, no tenía muy claro cómo tomárselo. De donde ella viene, dice, “no es un sitio para mujeres”.

Tras la sorpresa e indignación inicial, optó por sacar adelante el negocio. “Me especialicé en tequila, que es lo que se produce en mi país, y decidí destacarme en ese licor”, explica llena de orgullo al poner énfasis en los más de 350 tipo que hay en su tienda.

Sin embargo, el local es más que una licorería. “Muchas personas de la comunidad vienen buscando ayuda” apunta.

Yóguez tan pronto rellena una orden de dinero, como acompaña a un paisano al ayuntamiento. La activista reconoce que esa es su pasión, estar en su negocio y colaborar. “Muchas personas me conocen a mi o a mi mamá que fue maestra en Quitupán. Definitivamente no cuesta nada ayudar”, sostiene.

Con esta filosofía, también puso en marcha la fundación Bellas Artes Business Council. Una especie de cámara de comercio para los empresarios hispanos en New Rochelle. “Lo hicimos porque queríamos que la ciudad reconociera que hay muchos hispanos y con la finalidad de ayudarnos unos a otros”.

Del ámbito empresarial saltaron al civil para, mediante una gala anual, recaudar fondos para las organizaciones que ayudan a los latinos.

Este servicio que presta desinteresadamente le hace sentirse bien y la llena de orgullo porque sabe que hay mucha necesidad de ayuda.

Yóguez vino a Estados Unidos de adolescente para estudiar y decidió quedarse cuando una de sus hermanas ya vivía aquí.

“Mi padre no quería así que me casé con mi marido”, recuerda sin arrepentirse del camino escogido.

La empresaria se confiesa feliz de la vida que ha llevado y que comparte con su esposo y sus hijos.

Al principio mi esposo no quería que trabajase, pero le expliqué que siempre lo había hecho, que no dependía de un hombre y siempre ha respetado lo que me gusta”, rememora.

Al mirar atrás, reflexiona sobre la conveniencia de no casarse tan joven y de no haber reforzado más su inglés que no lo siente perfecto. Y en un futuro, dice que le encantaría “aprender a cocinar”.

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