La noche que “robaron” a Manny Pacquiao
En el primer combate ante Tim Bradley, Pacquiao fue superior. Las estadísticas de la pelea así lo muestran, pero dos de los jueces otorgaron una decisión dividida y el cinturón al oriundo de California
Las caras de estupor de los periodistas y el rechazo del público se agregaron a una suma de cosas que crearon, aquella noche de junio de 2012, un ambiente tenso, de zozobra, verdaderamente peligroso.
Tim Bradley saltaba como loco por el cuadrilátero y Manny Pacquiao sonreía incrédulo, pero agradecía a Dios por todo.
Fue la noche en la que la travesura y el desatino (no hablamos de mala fe), le cambiaron el curso al resultado de la pelea Bradley – Pacquiao.
El grito del presentador nos llenó los oídos para anunciar una decisión dividida: (115-113), (113-115) y (115-113) para el “nuevo campeón” , Timothy Bradley.
Si ya era un despropósito que fuera decisión devidida, una pelea que había dominado Pacquiao, luego el hecho que le dieran la victoria al educado muchacho, de piernas delgadas, de Palm Springs, llegó a ser un escándalo.
Bob Arum, el zar de Top Rank, soltaba palabrotas y en cuanto tuvo a mano el “punchstat report”, acabó de llenar la escena con su furia.
Desde ese 9 de junio de 2012, a Pacquiao y a su familia les quedó la tranquilidad espiritual propia de ellos, de que habían ganado una pelea, pero que Dios había resuelto otra cosa, pero a la mayoría de la gente del boxeo le quedó clavada una espina, porque no le dejan las cosas terrenales nada más a la voluntad de Dios.
Cuando pierde la casa, y esa vez perdió Top Rank, es más complicado explicar las cosas. Si hubo mano oscura de apostadores es algo propio del chismeo de esquina y calle, pero nadie lo asegura a pie firme.
Lo cierto es que aquellos tres jueces: Jerry Roth (115-113) para Pacquiao; CJ Ross (113-115) y Duane Ford (113-115), desde entonces, no volvieron a ser considerados por la Comisión Atlética de Nevada y quedaron fuera del negocio.
Un vistazo, en frío, a aquellas estadísticas, subraya de manera inquietante (¿sospechosa?) lo que ocurrió en el séptimo asalto.
Las cifras de ese asalto muestran que Pacquiao lanzó 59 golpes de poder y conectó 22 para un 37%. Y Bradley marcó (9 de 35 para un 26%).
Un segundo dato dice que Pacquiao lanzó 18 jabs y conectó 5 (28%); y Bradley lanzó 32 y aterrizó 2 para un 6%.
Ese asalto, dominado por Pacquiao, créame, los tres jueces se lo dieron a Bradley y fue el que cambió aquella historia, que en los cómputos extraños de aquellos jueces, se cambia de lado por un solo punto en los tres casos.
Se estima que Pacquiao ganó diez de los doce asaltos y los números globales expresan que en golpes de poder en los que lanzó 493 y alcanzó a Bradley con 190 (39%). A su vez Bradley, lanzó 390 y llegó a Pacman con 108 (28%).
Con un antecedente tan pintoresco, grotesco o rocambolesco (el que a usted le guste), como éste, se cruzan hoy de nuevo en Las Vegas con la sensación morbosa de que de cualquier manera debe ganar Pacquiao porque hay que ajustar las cuentas.
En lo personal no creo que sea solo por eso. Creía, y creo, que Manny Pacquiao fue superior a Tim Bradley y vistas sus carreras en estos dos años, creo que aunque Bradley ha crecido como peleador y Pacquiao ya muestra algún declive, el zurdo filipino le va a volver a ganar.
Será un combate cerrado con Pacquiao buscando y Bradley corriendo y puntuando, pero sin la opción de nocaut para Pacman.
No es solo la carga de morbo detrás de todo, esperemos que cuente lo que pase arriba del ring… y en ese escenario debe ganar Pacquiao.
Luego la seguimos.
jairo.giraldo@laopinión.com