Devotos buscan sanación en La Gruta de El Bronx
El santuario de la Iglesia de Santa Lucía es un espacio clave para creyentes en Semana Santa
NUEVA YORK — En silencio y con rosario en mano, la argentina Olga Gómez (60) ora con devoción a la Virgen de Lourdes, que se alza imponente a 20 pies de altura en un nicho de rocas grises al que devotos llaman “La Gruta”.
Con discreción, Gómez se moja los dedos con el agua que escurre entre las piedras iluminadas por el sol y se lava los ojos, segura de que eso le ayudará a aliviar la alergia que la agobia desde el inicio de la primavera.
“La madre es milagrosa si le pide con fe”, expresó. “Me mudé al vecindario hace poco y visito a la Virgen por primera vez, pero mucho se habla de su misericordia”.
La Gruta, en la Iglesia de Santa Lucía, entre las avenidas Mace y Bronxwood, es un pilar de fe para los fieles de El Bronx. Los creyentes acuden a la fuente, rodeada claveles y veladoras encendidas, para llenar recipientes con el agua que creen prodigiosa.
“Llevo dos botellitas para bendecir la casa”, dijo Gómez, quien emigró a la ciudad hace 28 años. “Si creemos de corazón, la Virgen responderá a nuestras plegarias”.
El concurrido santuario, que se erigió en 1939, es una réplica de la gruta de Massabielle, a orillas del río Gave de Pau en Lourdes, Francia. Según creyentes, en el sitio la mística Bernadette Soubirous presenció dieciocho apariciones de la Virgen María en 1858.
Para la década de los 30, el agua de La Gruta emergía del subsuelo. Ahora procede del suministro público y es bendecida por un sacerdote, pero los fieles le atribuyen favores celestiales.
La mexicana Rocío González (22), quien vende ramos de flores afuera del templo desde hace dos años, persigna a su familia con el agua.
“Le tengo mucha fe a la Virgen de La Gruta, nos socorrió en momentos difíciles. Empiezo mi día pidiéndole permiso para ganarme la vida en su casa. Ella me escucha”, apuntó. “La Virgen de Lourdes es considerada la patrona de los enfermos”.
Mientras algunos devotos arrojan monedas esperando respuesta a sus anhelos, otros escriben sus peticiones en hojas sueltas que acomodan cuidadosamente en las ranuras de las rocas.