Oribe Peralta: el ídolo placebo

La RAE define así la palabra placebo: "Sustancia que, careciendo por sí misma de acción terapéutica, produce algún efecto curativo en el enfermo, si este la recibe convencido de que esa sustancia posee realmente tal acción".

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Crédito: Getty Images

Oribe Peralta es hasta que no demuestre lo contrario, el depositario de una fama forzada a pulso de gritos de merolico, sin fundamentos (aún) que lo coloquen como un referente de clase mundial, sin méritos que lo alejen de la medianía del mediocre fútbol en el que se desempeña, no porque los caza talentos nunca se hayan dado cuenta de su existencia, sino porque no ha demostrado en la realidad, en el día a día que puede militar en las ligas más competitivas del planeta. Una verdad que dolerá a muchos, incluso al propio jugador.

El americanismo más reacio pasa por alto una obviedad que de tan evidente sorprende. La flamante contratación de la que hoy presume el club de coapa y sus fanáticos más extremos tan afectos a sentir placer por el odio que suponen generar, es en realidad un ídolo de papel que no ha demostrado ser algo más allá que un corta fuegos, un bombero que vino a apagar la conflagración monumental del peor proceso mundialista que ha vivido la selección mexicana de fútbol. Ese es su mayor mérito hasta ahora, al margen de su rendimiento, que no es necesariamente malo.

Oribe tiene 30 años y eso lo convierte en un ídolo con una fecha de caducidad muy próxima en un mundo futbolístico donde se comienza en la niñez y en el que la madurez futbolística se adelanta cada vez más, no por nada Inglaterra y Francia han decidido apostar por esa virtud en sus convocatorias para Brasil 2014.

Históricamente al América le satisface comprar ‘cartuchos quemados‘ y disfruta sobremanera vendiéndolos a su afición como grandes contrataciones. Ejemplos hay demasiados comenzando por Vavá, pasando por Dirceu y terminando por Hugo Sánchez como tres tristes ejemplos paradigmáticos. No es que Peralta lo sea, pero indudablemente no es lo que intentan vender. El nacido en Torreón es hasta el día de hoy un producto dudoso, un opaco placebo que la crédula concurrencia compró a un merolico mediático con la esperanza de que detrás de la raya suceda un milagro.

¿Será? Ojalá qué si, por el bien del fútbol mexicano y del propio Oribe.

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