El #IceBucketChallenge en tiempos de las barbies humanas

Alberto Buitre se especializa en movimientos políticos y contracultura.

El director ejecutivo de Facebook,  Mark Zuckerberg, también aceptó el reto del "cubo helado" o "Ice Bucket".

El director ejecutivo de Facebook, Mark Zuckerberg, también aceptó el reto del "cubo helado" o "Ice Bucket". Crédito: YouTube

La fragilidad de las identidades en la posmodernidad nos obliga a permanecer en constante mutación para adaptarnos a la cultura. Han pasado los tiempos de la solidez de la industria. Las comunidades son hoy un esfuerzo por sobrevivir, más que una dotación de pertenencia. Todo es transfugismo. Constante aspiración. Actuamos según lo que queremos ser, y sólo somos según lo que poseemos. La globalidad dicta la norma. No hay convicciones propias. El encanto de la masa se apodera de nosotros y adoptamos sus normas e ideologías. La exclusión es peor que la muerte. Por eso debemos, queremos, necesitamos correr en el sentido del mainstream. Y se lo compramos todo sin cuestionar su precio ni entender sus motivos. Desde un pantalón, hasta una causa benéfica.

Son los tiempos líquidos de Zygmunt Bauman (Poznań, Polonia, 1925), donde todo es inestable y el ser humano debe crear “máscaras de sobrevivencia” para adaptarse. Mis valores sobre lo bueno y lo malo chocan frente al muro de lo ‘trendy’, y soy capaz de renunciar a lo que fui o quise ser para fundirme con los otros. Sostener una conversación. Establecer una relación amorosa. Ascender en el centro de trabajo. Cubrir con admiración mis propias debilidades, y hacer de la popularidad un brebaje que mitigue el dolor de mis complejos.

¿Qué somos? ¿Qué queremos ser? ¿Por qué lo somos o por qué queremos ser? ¿Cómo lo somos o cómo lo seremos? Preguntas básicas y crueles para los tiempos de las Barbies Humanas.

La cosa define el ser. El objeto ha rebasado al humano. La apariencia al espíritu. Por eso no duele matar; al menos no tanto como no poseer. Y son las posesiones lo que nos dota de poder, un mínimo poder, siquiera de apariencia, si quiera, con buenas intenciones.

Pienso en el #IceBucketChallenge. Un ¿reto? que no es para todos, sólo para quienes son alguien en el espectro digital. Una posibilidad que sólo otorga la tecnología; es decir, el aparato; es decir, el consumo; es decir, el dinero; es decir, la explotación del otro. Para ser bueno hay que pagar. No valen las acciones sino cuantos ‘likes’ es capaz de reproducir. Aún si la causa por la visibilización de la esclerosis lateral amiotrófica es propia. Aún, si todo lo que se pretende ser es bondadoso. El aplauso define la causa.

Olvidemos el alto desperdicio de agua. Olvidemos acaso que hay comunidades en México que deben pagar hasta 16 pesos por litro de agua potable, o que deben caminar de tres a diez kilómetros hasta el pozo más cercano. Olvidemos San Bartolo Ameyalco (http://tmblr.co/ZtWkux1GY3ZdV) y cómo el Gobierno del Distrito Federal envío centenas de granaderos contra una comunidad que defendía uno de los últimos manantiales de agua del Valle de México contra su privatización.

Olvidemos también la curiosidad implícita del reto del cubo de agua fria. Una causa por crear conciencia -se afirma-, sobre un problema de salud, surgida desde el corazón de Estados Unidos, uno de los países con los peores sistemas de salud del mundo, donde cada trabajador debe gastar más de 8 mil dólares al año en atención médica, según datos de la Organización Mundial de la Salud, pues no existen políticas de salud pública. Donde la medicina es un mercado, y en aras de su plusvalía, su régimen es capaz de despojar a los jubilados de sus pensiones ( http://tmblr.co/ZtWkuxxwz8Xw ).

Cruel realidad. Somos lo que podemos ser. O bien, lo que se nos permite ser. Es posible decir, lo que la posmodernidad nos deja en el marco estrecho y limitado de nuestra individualidad. Las máscaras de sobrevivencia son cada vez más costosas y somos millones los que caemos por la borda del mundo. Aunque quizá no todo está perdido. Quizá baste encender la inteligencia. Quizá baste ser más como en los tiempos de la solidez cultural, donde la valía del ser se sustentaba en su producción colectiva y no en su consumo. O quizá son los tiempos de migrar de lo líquido a lo gaseoso, donde todo por ser humano tiende a evaporarse.

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