Para brindar con un Cuba libre
La transformación de Cuba ocurrirá de adentro hacia afuera y no al revés
Aunque la Guerra Fría terminó oficialmente y simbólicamente con la destrucción el Muro de Berlín, ayer el Presidente le puso punto final a esa guerra irracional, comprometiéndose a un acuerdo que reinicia las relaciones diplomáticas con el gobierno de Cuba.
La decisión de Obama obviamente decepciona a una gran cantidad de descendientes cubanos que siempre han preferido la transformación democrática del régimen autoritario de los Castro antes de restaurar relaciones diplomáticas con Estados Unidos.
El senador demócrata Bob Menéndez de New Jersey, jefe del Comité de Relaciones Internacionales del Senado habla del sentimiento de un sector de cubanos-americanos que no están de acuerdo con la decisión de la Casa Blanca. “La acción del presiente Obama reivindica la conducta brutal del gobierno de Cuba”, manifestó recientemente.
Sin embargo, una gran cantidad de cubanos-americanos, particularmente generaciones jóvenes, no miran con malos ojos el reinicio de las relaciones internacionales entre los dos países. Por el contrario, se piensa que con la apertura política y luego con la eventual normalización económica entre los dos países —aunque es necesaria una decisión del Congreso para que se levante el embargo contra Cuba-,el régimen socialista de Cuba tendrá el mismo epílogo de la ex Unión Soviética.
Una encuesta realizada en junio por la Universidad Internacional de Florida halló que 68% de los cubanos-americanos favorecen normalizar las relaciones diplomáticas, a un 69% le gustaría que se levante las restricciones de viajes y 52% poner fin al embargo económico.
Lo cierto es que la política dura contra la isla no hizo más que ahondar el apoyo de su gente hacia el gobierno de Castro y, consecuentemente, recrudecer su sistema socialista. Como decía un colega cubano y amigo mío durante un debate en la cadena de Televisa en la Ciudad de México: “…a Cuba no la van a cambiar con la mano dura. Cuba cambiará solo por la voluntad de su gente”.
Así, la mano dura de más 50 años posibilitó, paradójicamente, la sobrevivencia del régimen castrista. Los cambios democráticos no los vamos a hacer desde Estados Unidos o desde cualquier país del mundo, sino es una tarea de los propios cubanos de la isla.
Empero, es necesario entregarles y demostrarles que las libertades económicas posibilitan libertades políticas. Como dijo el senador demócrata Dick Durbin de Illinois: “Una vez que abramos las puertas del comercio, el intercambio de ideas [de la libertad] crearan una fuerza positiva para el cambio en Cuba, mucho más de lo que 50 años de la actual política de exclusión alcanzó”.
Cuba se transformará de adentro hacia afuera y no al revés.