Párroco devuelve confianza a residentes de Iguala

Desde su llegada al municipio, su iglesia se ha convertido en centro de denuncias

MÉXICO.– Apenas dio los primeros pasos por las calles de Iguala, Guerrero, el padre Óscar Mauricio Prudenciano visualizó por primera vez lo que podría ser un purgatorio en la Tierra: “La gente tenía tanta tristeza en el rostro, por los asesinatos y secuestros, que parecía que estaban muertos en vida”.

Prudenciano sabía por experiencia propia de las causas de esa tristeza. La lucha por el control de territorio entre grupos del crimen organizado lo había dejado en medio de una balacera cerca de Apaxtla, donde tenía su actual parroquia: Los criminales le quitaron su camioneta para prenderle fuego y usarla como barricada.

Si quieres salvar tu vida, corre– le dijo uno de los sicarios antes de empezar a disparar contra los rivales que pisaba sus talones.

Poco después, a principios de 2014, sus superiores lo trasladaron a la Iglesia de San Gerardo, en Iguala, el municipio donde desaparecieron los 43 estudiantes en septiembre pasado.

“Cuando llegué la gente no quería hablar, pero poco a poco se han abierto”, dice.

Familiares de personas desaparecidas acudieron a la Iglesia de San Gerardo para que se les realicen exámenes de … http://t.co/QWS5cDwwj6

— Giovani Rivera (@GioRiv3) November 18, 2014

La confianza se abrió a tal punto que ahora su templo es también un gran centro de denuncias y laboratorio de muestras de ADN a la que acuden las víctimas a levantar sus actas ante el ministerio público federal por los delitos que callaron durante meses o años.

“Queremos que no se queden con el sufrimiento”, dice.

Prudenciano no duda en subir al cerro para acompañar a madres, padres, hijos y amigos que desean encontrar “aunque sea los restos” de los ausentes, de los que se llevaron por la fuerza o simplemente no regresaron.

Cerca de los sitios donde podrían aparecer fosas, él lanza agua bendita y ora por la paz en tiempos violentos.

-¿Ha sido amenazado últimamente?

-Son actos de intimidaciones, llaman y cuelgan, pero aún no han hecho una amenaza directa.

-¿Cree que corre riesgo?

-Es algo con lo que he aprendido a vivir. Aquí ya no respetan ni a Dios, menos a sus representantes.

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