Adiós a Abdalá, el rey que quiso reformar la conservadora Arabia Saudita

El rey fue conocido como un reformista dentro de los cánones de su país

Abdalá bin Abdulaziz al Saud ya superaba los 80 años cuando se convirtió en el monarca absoluto de Arabia Saudita en 2005 y emprendió la tarea de transformar su país de un caldo de cultivo de radicales islamistas en un miembro moderado de la comunidad internacional.

Fallecido este viernes con más de 90, el reinado de Abdalá contrasta con el de sus predecesores por haber emprendido el camino de las reformas en una de las sociedades más conservadoras del mundo.

Aunque, como sus colegas reyes del mundo sunita, se opuso con firmeza a la ola de protestas de la primavera árabe.

También prominente en el plano internacional, su prioridad fue contrarrestar la influencia de la otra gran potencia regional, Irán, en una “guerra fría” que tiene en Siria un cruento campo de batalla.

Al tiempo que mantuvo la estrecha alianza con Estados Unidos, también protagonizó tensiones con Washington, sobre todo en lo que respecta al conflicto palestino-israelí.

Se cree que Abdalá bin Abdulaziz al Saud nació en 1924 en Riad, aunque hay dudas sobre la fecha.

Fue el décimo tercero de los 37 hijos de su padre, fundador de la Arabia Saudita moderna y quien le puso al país el apellido de su familia.

Y a su muerte, deja más de 30 hijos de alrededor de doce esposas.

Educado en valores tradicionales del Islam, fue, no obstante, hasta cierto punto tenido como un reformador y llegó a abogar por la paz en Medio Oriente.

Su madre, Fahda, la octava de las 16 esposas que tuvo su padre, era de ascendencia beduina y fue por eso que Abdulá pasó largos periodos de su infancia viviendo al estilo tradicional en el desierto.

En un hogar muy estricto, el joven príncipe siguió la tradición familiar y estudió religión, literatura y ciencia.

Su medio hermano Faisal fue nombrado primer ministro, en 1958, después de que otro medio hermano, Saud, que había asumido el trono en 1953, fue persuadido para renunciar al control sobre el gobierno.

En 1962, Faisal nombró a Abdalá comandante de la Guardia Nacional, el cuerpo encargado de la seguridad de la familia real y que tradicionalmente lo encabeza un miembro de la realeza.

Bajo su mando, la guardia incrementó su tamaño y adquirió el más moderno equipamiento.

El rey Faisal fue asesinado, en marzo de 1975, y su sucesor y hermano, el rey Jalid, mantuvo a Abdalá en su puesto en la Guardia Nacional y lo hizo segundo vice primer ministro.

En los años 70, su perfil internacional creció cuando se volvió un muy vocal crítico de las políticas de Estados Unidos en Medio Oriente y un partidario de la unidad panárabe.

Abdulá creía que sólo con la solidaridad entre los países árabes se podría convertir la riqueza petrolera árabe en una formidable arma para contrarrestar el poder de Occidente.

En 1980, Abdalá lideró los esfuerzos para evitar la guerra entre Jordania y Siria, lo que disparó su posición tanto en su país como en círculos diplomáticos externos.

Con la muerte del rey Jalid, en 1982, el rey Fahd fue nombrado nuevo monarca y Abdalá pasó a ser heredero y vice primer ministro.

En su momento, se dijo que su nombramiento contó con la oposición de los siete hermanos del rey, pero Abdalá consiguió sortear con éxito el campo minado de las relaciones en la casa Saud para asegurar su posición.

Abudlá se pronunció contra la violencia en Medio Oriente al declarar: “Rechazamos los actos de terrorismo que están destinados a socavar la estabilidad de la región del golfo”.

En 1991, después de que Irak invadiera Kuwait, Abdalá fue reacio a apoyar la instalación de tropas estadounidenses en Arabia Saudita, ya que prefería negociar con Sadam Hussein, pero esa opción fue rechazada por el rey Fahd.

Como príncipe heredero, fue un apoyo constante para los palestinos aunque su relación personal con Yasser Arafat era tensa.

No dudó en criticar las acciones de los líderes palestinos, y llegó a pedirles contención después de una serie de enfrentamientos con Israel en la Franja de Gaza.

En noviembre de 1995, el rey Fahd sufrió un infarto y Abdalá se convirtió en el jefe de Estado de facto aunque eso se mantuvo en secreto hasta enero de 1996.

Pese a asegurar que el nuevo regidor mantendría las estrechas relaciones con Estados Unidos, Abdalá estaba determinado a ser quien decidiera la dirección de las futuras alianzas.

En 1997, le dijo a un diario libanés que aunque Arabia Saudita mantendría su amistad con EEUU, no podía darle prioridad a sus intereses respecto a las propias.

“Nuestros intereses son los de los árabes y musulmanes en todo el mundo”, apuntó entonces.

Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Abdalá le bajó el tono a la celebración del aniversario del país en deferencia a EEUU, pero criticó lo que consideró un retrato negativo de su país en los medios.

En la consiguiente invasión de Irak, los sauditas dijeron que no permitirían que se usara su territorio para los ataques de aviones estadounidenses sin una resolución de Naciones Unidas autorizando la guerra.

En 2002, la Liga Árabe adoptó las propuestas de Abdalá para poner fin al conflicto palestino-israelí.

Su plan incluía acuerdos de paz con Israel a cambio de la retirada total hasta las posiciones del alto el fuego de 1967 y el establecimiento de un estado palestino independiente.

George W. Bush rechazó apoyar la propuesta, lo que llevó a Abdalá a comentar que sintió que el presidente estadounidense había sido mal informado sobre los detalles.

Abdalá anunció una masiva operación de seguridad tras el primero de una serie de atentados.

Los ataques fueron atribuidos a grupos islamistas contrarios a la actitud pro occidental del rey.

En 2005, formalmente asumió el trono en tras la muerte del rey Fahd y fue entonces cuando adoptó más abiertamente una agenda reformista.

Así impulsó proyectos educativos como la construcción de universidades y la expansión de becas para estudiar en el exterior.

En su país, fue visto como un reformista, aunque fuera lento y constante: permitió ligeras críticas al gobierno en la prensa e hizo que más mujeres tuvieran autorización para trabajar.

De hecho, se considera que abrió el camino para la, si se quiere lenta, mejoría de la situación de las mujeres en un país donde están profundamente discriminadas.

Cuando era abordado sobre el tratamiento de las mujeres en su país decía: “Creo fuertemente en los derechos de la mujer, mi madre es una mujer, mi hermana es una mujer, mi hija es una mujer y mi esposa es una mujer”.

En 2011, el rey extendió a las mujeres el derecho a votar y presentarse a las elecciones municipales, una decisión vista como potencialmente el avance más importante para las mujeres en décadas.

También fue el primer mandatario en darles espacio en el Consejo de la Shura, asamblea consultiva, y prometió que podrán presentarse a las municipales de 2015.

Además, sus atletas mujeres compitieron en los Juegos Olímpicos de Londres, en 2012, e incluso algunas obtuvieron licencia de abogadas.

Cambios que pueden parecer pequeños desde el exterior, pero no en un país donde ni siquiera pueden charlar en la calle.

Suscribite al boletín de Noticias

Recibe gratis las noticias más importantes diariamente en tu email

Este sitio está protegido por reCAPTCHA y Google Política de privacidad y Se aplican las Condiciones de servicio.

¡Muchas gracias!

Más sobre este tema
Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain