Constructores de esperanza

Álex Ramírez-Arballo escribe para contribuir a la formación de gente interesada en los valores de la persona y el diálogo

El ser humano es mucho más que la consecuencia de una causa.

El ser humano es mucho más que la consecuencia de una causa. Crédito: Topicstock

Te voy a decir qué es lo que más amo en el mundo: hablar con la gente. Me gusta escucharlos con todo el cuerpo, tratar de ponerme en sus zapatos y sentir la vergüenza de sus culpas, sus alegrías y dolores, construir con ellos una misma esperanza. En esto soy radical: tengo un solo tema, la humanidad; una sola estrategia, el diálogo; una sola meta, la plenitud en esta vida. Creo que el conocimiento, la riqueza y el poder deben estar al servicio de la persona, y no al revés. No hemos nacido para ser esclavos de nadie sino de nosotros mismos. Si estudio es porque espero ayudar a alguien de algún modo y en alguna parte; la tecnología, por otro lado, me ha demostrado lo maravilloso que es el lanzar un mensaje que alguien que no conozco recibe, hace suyo y transforma como semilla que da sus frutos. Por todo esto es que detesto esta idea nefasta que nos ha sido implantada para dominarnos desde la niñez hasta la muerte: el determinismo. Es decir, odio la idea simplista y simplona de que como hemos sido y somos, igualmente hemos de ser. Esto es una absoluta mentira. El ser humano es mucho más que la consecuencia de una causa.

Entre lo que hemos sido y lo que hemos de ser existe el momento presente, en el que claramente tenemos vela en el entierro. No se puede pasar por la vida, salvo que se trate de un idiota o un haragán, sin imaginar y sin crear, sin arrojarse al mundo como una mano que pinta apasionadamente sobre un lienzo. Existe una energía poderosa que todos tenemos y que es capaz de realizar verdaderos prodigios, la voluntad; a ella debemos aferrarnos con fe y con convicción. Esto no ha terminado todavía y es nuestro deber estar a la altura de nuestra vida y nuestra historia.

No me canso de gritar esto a los cuatro vientos, sobre todo a los más jóvenes, que por serlo tienen mucho más que dar. En un mundo como este, que celebra lo intrascendente, lo material y lo inmediato, hablar de lucha cotidiana, valor, entrega y disciplina suena francamente a herejía, pero no me importa. Es un mensaje esencial, necesario y que he asumido como proyecto personal de comunicación. La transformación de las sociedades solo es posible cuando ha ocurrido una despertar personal, cunado la gente, es decir, tú y yo, asumimos responsablemente nuestra libertad y nuestra capacidad de soñar nuevos y mejores mundos. Si alguien te dice que estás condenado a ser el que eres, renuncia a seguir escuchándolo y atiende mejor esa brújula interior que nunca falla: la vocación.

Si quieres una idea radical por la cual vivir y morir, aquí tienes una: entrégate por entero a construir esperanza, de este modo nunca conocerás la muerte.

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