El diésel es perfecto para los estadounidenses

Aunque a simple vista no lo parezca, a largo plazo es la mejor opción para los conductores norteamericanos

En Europa, si alguien quiere conducir un auto chico que se sienta como uno grande, hay un diésel para cada ocasión. Un motor turbodiésel de 1.6 litros tiene una mayor potencia que uno igual pero de gasolina, y con un tamaño menor.

En Reino Unido los autos diésel constituyen la mitad de los autos vendidos, pero incluso con tales números las islas británicas están muy atrás con respecto al resto de Europa, que hace ya tiempo que prefiere este tipo de combustible.

Pero, ¿y Estados Unidos? ¿Por qué los estadounidenses no conducen autos diésel? Desde el punto de vista europeo, el diésel se ajusta perfectamente al modo de conducir estadounidense, con mucha potencia disponible a pocas revoluciones por minuto, una combinación perfecta para utilizar en larguísimos tramos de autopista.

Esto implica utilizar una menor cantidad de combustible, lo que haría que el país se acercase a las cifras de consumo por persona a las que quiere llegar el presidente Obama. Puesto de manera simple, el diésel funcionaría perfectamente para Estados Unidos. “¿Pero qué sabrá un británico de nuestro mercado?”, podría opinar un estadounidense. Y la respuesta sería: pues mucho.

Mercados similares

El mercado del diésel de Estados Unidos es muy similar al de Reino Unido hace tres décadas. En los 80 los británicos que tenían un diésel eran una minoría, una especie de renegados que no se ajustaban al sistema. Tenían que cargar combustible en la parte de atrás de las estaciones de servicio, junto con los camioneros, y los que tenían un auto de gasolina los miraban con una mezcla de pena y superioridad.

Y eso si encontraban una estación donde cargar diésel, ya que tampoco abundaban. Esta poca disponibilidad de lugares para cargar resultaba en una gran variabilidad en los precios, ya que los propietarios de negocios donde había diésel disponible podían poner básicamente el precio que les venía en gana.

Un estudio sobre precios de diésel en Estados Unidos mostró una variabilidad similar allí, donde las dificultades para encontrar gasolineras surtidoras provoca una diferencia de hasta 50 céntimos de dólar por galón. Pero si la demanda fuese más grande, las reglas del mercado entrarían en juego y los precios dejarían de ser tan dispares.

¿Por qué no lo hacen?

La respuesta puede reducirse a dos factores: costo y legislación. Dada la necesidad de combustibles refinados con baja cantidad de sulfuro, el diésel no sería necesariamente más barato que la gasolina. También es más caro en Reino Unido. Pero a la larga vale la pena: el diésel es un 30% más eficiente por kilómetro recorrido que la gasolina, y con el precio a $8 el galón esto no supone una ventaja despreciable.

Ambientalmente, hay dos factores que favorecen el uso de diésel en Europa: uno, la disponibilidad de diésel con un mayor índice de cetano, lo que hace más fácil controlar las emisiones de óxidos de nitrógeno. Y dos, el hecho de que los estándares de emisiones en Europa son más flexibles: incluso aquellos estándares que entrarán en práctica en 2015 no se asemejan a los estadounidenses, bastante restrictivos en este aspecto.

En general, si lo comparamos con un motor de gasolina, es más complejo controlar las emisiones de óxidos de nitrógeno en un diésel. Por esta razón, este tipo de motores en Estados Unidos deben usar caros sistemas que reducen las emisiones de partículas que se expulsan por el tubo de escape.

Además, los motores diésel son más caros de por sí que los de gasolina debido a sus complejos sistemas turbo y de inyección, y los dispositivos de tratamiento de residuos los hacen todavía menos competitivos.

A favor

Pero la clave está aquí: aun así, conviene. Hasta ahora diésel siempre fue sinónimo de combustible sucio, pero tecnologías recientes han resuelto el problema. Es por ello que el mundo fuera de Estados Unidos ya no se debate entre el diésel y la gasolina: la respuesta está bien clara.

Incluso con los costos adicionales -de los que se hace cargo el consumidor- relativos al tratamiento de emisiones, los placeres y las ventajas de conducir un motor diésel son difíciles de negar. Todo esto parecería señalar que es hora de que en Estados Unidos se le dé al diésel una oportunidad.

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