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‘Si la envidia fuera tiña, cuántos tiñosos habría’

Las personas inseguras o con baja autoestima miran con negatividad los logros de los demás, en lugar de concentrarse en los propios

En su laboratorio, un científico estudiaba el comportamiento de cangrejos captivos en jarros. Todos los jarros tenían una tapa para evitar que se escaparan. El único jarro sin tapa era el de los cangrejos envidiosos.  Cuando le preguntaron al científico por qué no tapaba  éste último, él respondió: “Los cangrejos envidiosos nunca logran escaparse. En cuanto uno trata de subir, los otros lo tiran para abajo, para impedir que lo logre”.

Todas hemos detectado alguna vez envidia, ya sea en la sonrisa forzada de quién considerábamos un buen amigo, pero que parece decepcionarse cuando escucha  nuestras buenas noticias, o en los comentarios mal intencionados de colegas, que se sienten amenazados ante el trabajo de otros.

La envidia nace cuando en lugar de concentrarnos en los logros, posesiones y bendiciones propias, miramos los logros de los otros; cuando en lugar de tratar de superarnos y mejorar cada día, invertimos nuestra energía en perjudicar a los demás.

Según los antropólogos, la envidia entre mujeres se remonta a la época de piedra, cuando las damas se quedaban en las cavernas cuidando a los niños, mientras el hombre salía a buscar alimento. La aparición de una mujer más joven o más atractiva ponía en riesgo la misma subsistencia de la primera, que de ser reemplazada se quedaba sin hombre, comida y caverna.

¿Espejito, espejito, quién es la más bella?

Todas conocemos el sabor amargo de la envidia, tanto por haber sido envidiadas, como, admitámoslo, por haber envidiado a otros. Y si bien es un sentimiento negativo, podemos aprender a manejarlo  de manera tal que nos beneficie.

El psicólogo David Straker, autor de Changing Minds y otros libros de ayuda personal (changingminds.org) describió el mecanismo mental que nos lleva a sentir envidia.

  • Notamos que  otra persona tiene algo que nosotras no tenemos, pero querríamos tener.
  • El no tener la misma suerte, característica o posesión determinada nos hace sentir inferiores.
  • Para justificar dicho sentimiento, lo calificamos como una injusticia y asumimos el rol de víctimas.
  • El convertirnos en víctimas, hace que  la otra persona se convierta automáticamente en “la malvada”.
  • Esta premisa nos permite descalificar a la otra persona y aliviar nuestro  sentimiento de inferioridad.

Straker ofreció  estrategias para la próxima vez que el “monstruo verde” de la envidia intente asomar su cabecita.

  1. Admite tus sentimientos. ¿Qué es lo que te da envidia? Utiliza el sentimiento para identificar qué es lo que te gustaría hacer y lo que valoras. Si por ejemplo sientes envidia por el empleo que consiguió tu amiga, analiza qué es lo que valoras de ese empleo, por qué querrías uno similar, y trabaja para lograrlo.
  2. No mires a los otros, sino concéntrate en tus propios logros. Compárate con ti misma, y lo que has logrado conseguir en los últimos meses. Piensa en la manera en que has mejorado cuando consideras la mujer que eras un año atrás, independientemente de lo que hagan los demás.

Recuerda que siempre habrá gente más calificada, más bella, o con más recursos económicos que tú, pero que eso no tiene que hacerte sentirte mal. Piensa en los demás como en un ramo de flores surtidas, en el cual cada flor puede ofrecer su belleza y su aroma particular.

No te concentres en los demás, y mira dentro tuyo, allí es dónde podrás encontrar todo aquello que anhelas.

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