Editorial: Una victoria que perjudica al Congreso
El sector duro de la bancada republicana está más cerca de controlar la presidencia de la Cámara de Representantes
El despiadado debate interno de los republicanos coloca al país en una incertidumbre al ser una mayoría gobernante en ambas cámaras del Congreso y en la mayoría de las gobernaciones. La actual disputa por la presidencia de la Cámara de Representantes, el tercer cargo en línea a la presidencia, refleja un avance en la radicalización de la bancada mayoritaria que tiene paralizado al poder legislativo.
La sorpresiva renuncia del congresista Kevin McCarthy (R-CA), quien era el segundo del presidente saliente John Boehner (R-OH), a presidir la bancada republicana significa que el ala más conservadora no quiere saber nada del liderazgo anterior, al que critica por poner la política por sobre los principios.
Hay un sector de la bancada republicana, mayormente electa en 2010, con la agenda del Tea Party de eliminar el Obamacare, reducir el gobierno y restringir la inmigración entre otros, que representa el creciente enojo de la base partidaria frustrada con tener mayorías en el Congreso y no poder avanzar sus agenda. O al menos detener las acciones ejecutivas del presidente Obama a las que ven como un abuso de Poder Ejecutivo.
Sin McCarthy se despeja el camino para que el congresista Daniel Webster (R-FL) obtenga los 218 votos necesarios para llegar a la presidencia cameral. Él ya cuenta con los 40 integrantes del grupo más conservador, el que desde la minoría le hizo la vida imposible a Boehner. La esperanza es que un nuevo liderazgo ponga a votación su agenda, aunque si no tenía antes la cantidad de votos para ganar, ahora tampoco lo tiene.
En la práctica esto significa que las próximas negociaciones para elevar la deuda y sobre el presupuesto federal pueden desencadenar en un cierre de gobierno ante la inflexibilidad del grupo que hoy tiene la posibilidad de controlar la presidencia cameral. También pueden aparecer en el pleno las propuestas más retrógradas de inmigración aunque tampoco tengan posibilidad de ser aprobadas. Se pueden esperar más actos de pureza ideológica, que proyectos con posibilidades de convertirse en ley.
El Congreso está diseñado para la negociación, para que los legisladores puedan lograr leyes que atiendan los intereses de la mayoría de los estadounidenses. Ayer el sector legislativo conservador que considera la negociación como una traición se alzó con una victoria que puede perjudicar aún más el funcionmiento del Congreso.