Emprendedores hispanos dicen que casero les arruinó su restaurante

Denuncian que el dueño del edificio les rompió los vidrios, dañó su local y los terminó echando ilegalmente

Cierran restaurant Calientito

Cierran restaurant Calientito Crédito: Gerardo romo | El Diario

Nueva York- El negocio andaba bien, y Wascar Santos y Eva Díaz decidieron dar un nuevo paso: sacar la licencia de vinos y licor para su restaurante. Pero ahí empezaron los problemas con el dueño del edificio. “Nuestros abogados se encontraron con una sorpresa: ese local no era un local, sino un departamento”, recuerda Santos. “El landlord se dio cuenta de que se le abrieron muchas cajas de pandora y ahí comenzó todo. Había tenido negocios ilegales por los últimos 20 años”.

Santos y Díaz, dueños del restaurante Calientito, ubicado en el 141 de la avenida Lincoln, en Mott Haven, dicen que el propietario del edificio les dijo que dejaran todo ahí. “Nos dijo que no siguiéramos hablando, que nos íbamos a meter en un problema y que nos iba a tener que sacar”. dice Santos, quien es dominicano (su mujer es puertorriqueña). “Fue sabotaje tras sabotaje. Nos rompieron los vidrios tres veces”.

Los dueños del restaurante acusan que recibieron amenazas y presiones para que se fueran, a pesar de que tienen un contrato por diez años. Además, dicen que el casero les cortó el sistema de climatización y rompió una tubería de agua en su techo, lo que causó una inundación en el local. En otra ocasión, el landlord entró al subterráneo y sacó equipos avaluados por $12,000, de acuerdo a Santos. El 13 de noviembre de 2015, el casero los expulsó. Hoy Calientito, luego de una inversión de más de $400,000, está cerrado de manera indefinida.

El propietario del edificio, Frank Torres, no respondió la petición de El Diario para dar su versión de los hechos, pero en una entrevista con el medio DNA Info negó las acusaciones y dijo que Santos y Díaz le deben arriendo. Sin embargo, los dueños de Calientito explican que esto no es así. Dicen que sus pérdidas son mucho mayores y que los daños podrían pasar el medio millón de dólares.

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“Este es un caso altamente inusual”, dice el abogado de los emprendedores, Damian Carter. “Normalmente el casero y los locatarios tienen problemas por la renta, pero acá hay mucho dinero invertido y un gran número de leyes que supuestamente fueron quebradas. Los Santos gastaron mucho dinero en arreglar el lugar, pero una y otra cosa sucedió y ahora les es imposible operar”.

El caso hoy se encuentra en la Corte Suprema de El Bronx, la que realizará una audiencia para analizar la evidencia de ambas partes el 25 de enero. Mientras tanto, vecinos del local extrañan su presencia. Alvin Rushing, quien llegó a Mott Haven hace diez años, dice que un día llegó a tomarse su café, como solía hacerlo, y se encontró con el local cerrado.

“Pensé que me equivoqué con el horario”, comentó Rushing. “Era un lugar de buena comida, podías venir con tus hijos. Antes esto estaba abandonado. A mí todos me preguntaban dónde comer en el barrio y yo siempre les recomendaba venir acá. No lo puedo creer”.

Para otros, mientras tanto, este cierre también es una señal de los cambios que está viviendo el barrio. En Mott Haven, uno de los sectores más pobres de la ciudad, no se dejan de escuchar los camiones y las máquinas que están arreglando edificios y construyendo desarrollos inmobiliarios. “Nosotros estamos en el volcán que se está moviendo de la gentrificación”, comenta Santos. “Y el tipo vio que la oportunidad tiene de vender el edificio”. Los propietarios también negaron esta acusación en el artículo de DNA Info.

Santos y Díaz están buscando trabajo y debieron dejar su departamento -vivían en el mismo edificio- por recomendación de su abogado. Además, tuvieron que declarar bancarrota. “Ahora, que estamos fuera del edificio, es difícil que la corte nos devuelva el negocio”, dice Eva Díaz. “Cerramos ya por tres semanas. ¿Cómo vamos a recuperar nuestra clientela?”.

Mientras tanto, el local está con la reja cerrada, vacío. El letrero en el frente fue retirado y un dibujo de un artista callejero que decía los horarios del local fue pintado encima. “Lo único que no ha podido sacar es una barra hecha de granito, bellisima”, dice Wascar mirando entre las rejas, poco antes de dejar la esquina.

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