Hillary Clinton sufre para abrirse hueco en “territorio Sanders”

Las encuestas la sitúan más de diez puntos por debajo del senador socialista a las primarias que se celebrarán el próximo martes

La precandidata presidencial demócrata, Hillary Clinton.

La precandidata presidencial demócrata, Hillary Clinton.  Crédito: EFE

Un grupo de demócratas de Nuevo Hampshire se disponía hoy a cenar en su restaurante mexicano habitual cuando se lo encontraron repleto debido a una visita del republicano Ted Cruz, ante lo que dieron media vuelta refunfuñando y al grito de “¡Bernie, Bernie, Bernie!”.

Esta escena, dentro de la normalidad en un pequeño estado que estos días se encuentra literalmente invadido por las campañas de los aspirantes a la presidencia de EEUU, escenifica a la perfección el gran problema de la favorita Hillary Clinton en Nuevo Hampshire: aquí, la oposición a los republicanos la encarna Bernie Sanders.

A diferencia de gran parte del resto del país, donde para los progresistas el primer “antídoto” que les viene a la cabeza contra Cruz, Donald Trump y Marco Rubio es la exsecretaria de Estado, en Nuevo Hampshire la primera opción es Sanders, y sus vecinos lo lucen y pregonan a los cuatro vientos.

Pancartas, camisetas, chapas y pegatinas de “Bernie” inundan el estado y le ganan la partida con diferencia a Clinton, a quien las encuestas sitúan más de diez puntos por debajo del senador socialista a las primarias que se celebrarán el próximo martes para elegir candidato demócrata a la Casa Blanca.

“Este país no va a elegir a un candidato tan progresista como Sanders. Eso no va a ocurrir. Pero mucha gente realmente desea que pueda ganar. Tiene algunas ideas muy buenas, pero no creo que sea el político práctico que necesitamos”, confesó Ed Butler, un “rara avis” en Nuevo Hampshire que apoya decididamente a Clinton.

La propia campaña de Clinton es consciente de las dificultades a las que la candidata se enfrenta en Nuevo Hampshire y, en lugar de seguir batallando en un terreno tan difícil de ganar, este domingo se trasladaron a otro aparentemente más propicio como la ciudad industrial de Flint (Michigan).

Allí, la exsecretaria de Estado se dio un baño de masas en una iglesia desde donde criticó la “inmoralidad” de lo ocurrido con la crisis del agua potable en la ciudad, aseguró que ésta debería convertirse en una “prioridad nacional” y reclamó al Congreso una partida de 200 millones de dólares de ayuda.

Flint vive inmersa en una crisis sanitaria y política desde que a finales del año pasado se detectaron grandes niveles de plomo en el agua corriente, que los vecinos consumieron durante meses y que fueron causados por un cambio en el suministro de agua llevado a cabo como medida de ahorro.

La crisis ha adquirido tintes políticos al destaparse que la Agencia de Protección Ambiental (EPA) disponía desde hace tiempo de un estudio que revelaba los altos niveles de plomo en el agua y que también llegó a manos de las autoridades estatales, pero nadie hizo nada para remediarlo.

Mientras Hillary Clinton hablaba en Flint, su marido, el expresidente Bill Clinton, era el encargado de enfrentarse a la ardua tarea de tratar de convencer a los demócratas en Nuevo Hampshire de que Sanders no es la mejor opción.

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