La nueva ganadora del ‘Nobel Verde’ también teme por su vida

La peruana Máxima Acuña, que acaba de recibir el Premio Goldman, se enfrenta a una empresa minera que quiere explotar sus tierras en los Andes

maxima acuna

Crédito: Univision

En 2015, la indígena hondureña Berta Cáceres fue distinguida con el premio Goldman por defender las tierras del pueblo lenca ante la construcción de una represa. Se sabía que estaba amenazada, pero fue asesinada a balazos el pasado mes de marzo. Ahora, la peruana Máxima Acuña acaba de ganar el mismo galardón, considerado como el ‘Nobel Verde’, y también teme por su vida.

“Sí, temo por mi vida, pero yo y mis hijos continuamos en la lucha firmes para siempre”, cuenta esta campesina desde San Francisco, donde acudió para recoger el galardón. Sabe que puede ser la siguiente Berta Cáceres, pero como la hondureña, no va a rendirse. “Si yo perdiera mi tierra, yo ya no serviría y ya no sería una persona, como si estuviera ahí muerta. Esta es mi tierra y yo no puedo vivir sin el agua. Porque yo soy una mujer campesina. Yo vivo en mi campo, yo lo quiero, lo amo”, comenta la peruana.

Lo que esta campesina defiende es ni más ni menos que su propia casa ubicada en la vecindad de la Laguna Azul, en Cajamarca de Perú, en los Andes, a 800 kilómetros al noreste de la ciudad de Lima. “Yo compré ese terreno en 1994 para vivir firme con toda mi familia todos los días de mi vida al borde de la Laguna Azul”. Pero el ‘felices para siempre’ no ocurrió. En 2011, la atacaron en su propio hogar asegurando que el terreno donde vivía ya no le pertenecía, sino que era de una empresa minera.

Y es que justo allí la corporación minera Newmont quiere explotar la tierra para extraer minerales. Ella no está de acuerdo. Ni piensa estarlo nunca.

En los alrededores está la mina de Yanacocha, considerada la mina de oro más grande de Latinoamérica. Pero como explica la peruana, su casa está ‘estorbándoles’.

Ante su negativa le han ofrecido comprarle muchas veces la propiedad, pero ella se niega, porque cree que al dejar su hogar, deja la riqueza natural de la zona en manos de quienes no van a protegerla sino destrozarla. Acuña no quiere el dinero. Quiere su casa y proteger la Laguna Azul y toda la biodiversidad de la zona

“Por la lucha, por la defensa que yo estoy resistiendo, han dejado un poco normal y tranquila la laguna. Porque si no, si yo ya hubiera dejado de luchar, ya ellos tendrían esa agua contaminada o ya no habría agua para nada”, comenta Acuña. Como relata, su lucha no ha sido fácil y continuamente atentan contra su tranquilidad y familia. “Nos siguen hostigando, nos siguen a diario, día y noche. Ellos no se cansan, ellos siempre están ahí”, cuenta refiriéndose a personas relacionadas con la empresa minera. “Siempre están firmes, ahí en el lugar. Mirando los momentos en que no estamos para entrar a hacernos todos los desastres, agravios en el terreno, los animales, en la casa o con la persona que se encuentra sola en ese momento. Hasta nos espían”.

Como ocurre en otras partes del mundo en el que han muerto activistas y campesinos por defender la tierra, a Acuña las autoridades la han ayudado poco. “Cuando entraban a atacar, la policía nos decía que el gobierno ya tenía un contrato con esta empresa transnacional, por lo cual nosotros ya no tenemos ningún derecho de defender nuestras propiedades”, denuncia.

“Nosotros estamos denunciando todos los ataques y daños que hace a diario Yanacocha”, asegura la campesina, que se queja que el Ministerio Público ni la Fiscalía la hacen caso. “Ellos se quedan ahí todos callados, como si no escucharan y no pasara nada. Pero si la empresa nos denuncia por difamaciones, calumnias, entonces sí, ellos están ahí, llegan al momento”.

En lugar de ser ayudada, esta sencilla campesina se siente atacada por aquellos mismos que debían protegerla: “Las autoridades no son confiables y están a favor de las transnacionales por el poder económico. Por eso es que nosotros somos maltratados y perseguidos por la misma policía”.

Unos cercos de metal rodean su casa para recordarle continuamente que no es bienvenida allí. “Estoy encerrada en el predio prácticamente”, reconoce, pero admite que está lejos de rendirse ella y su familia. “Cuando yo ya no esté, ahí quedarán mis hijas, quedarán mis hijos, o mi pequeño nieto. Ojalá éste lleve el ejemplo. Cuando él sea grande y yo siga con vida. Ojalá lleve el ejemplo, por su vida y sus derechos y también por la población”.

Tras muchas advertencias de este estilo, a Berta Cáceres la mataron a balazos en su casa de La Esperanza, en Honduras. Este premio pone ahora todos los ojos en esta sencilla campesina que resiste en los Andes peruanos: “Mi mensaje para el mundo es que para mí es un orgullo que hay gente que toma conciencia y saben por qué es esta lucha”.

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Activismo Berta Cáceres Perú

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