Explota fiesta continental en el Rose Bowl previa al Brasil vs Ecuador

Ecuatoriano viaja 3,500 millas para ver a su selección enfrentar a la Canarinha en la Copa América Centenario

Aficionados de Ecuador invadieron el Rose Bowl.

Aficionados de Ecuador invadieron el Rose Bowl. Crédito: Manuel Morfin | LA OPINION

Guillermo Dasa voló 3,500 millas para cumplir su sueño: ver jugar a la selección de Ecuador en la Copa América Centenario.

Al originario de Quito le tomó 17 horas llegar al Aeropuerto Internacional de Los Ángeles para después tomar un taxi que lo dejó en las puertas del Rose Bowl de Pasadena.

“Los colores de mi selección me trajeron hasta aquí”, dijo el hombre de 56 años de edad.

Dasa estuvo presente en el partido que el sábado diputaron las selecciones de Ecuador y Brasil, ambas pertenecientes al Grupo B de la justa continental.

Para acompañar a su selección durante su recorrido en la Copa América Centenario, el ingeniero de sistemas puso tres mil dólares en su cartera y pidió permiso para ausentarse un mes en su trabajo.

“Esta es una selección diferente, que vale la pena seguir, tiene jugadores que la hacen ser una selección diferente”, aseguró Dasa.

El aficionado ecuatoriano fue uno de los estimados 50,000 fanáticos que el sábado convirtieron al vetusto inmueble de Pasadena en una mosaico multicultural.

Gente de todos los países del continente americano se hizo presente en la zona destinada para vivir una gran fiesta antes del encuentro.

Desde Canadá hasta la Patagonia, la Copa America Centenario se convirtió en el iman perfecto para unir al hemisferio.

Entre esa gran multitud se encontraba Tella, una joven brasileña que  hace 14 años radica en Sacramento y que manejó seis horas para llegar a ver a su selección.

“¿En qué periódico va a salir esto?”, preguntó, la fisioterapeuta de de 33 años de edad.

“Es que llamé a mi trabajo para decirles que no iba a ir, que estoy enferma”, confesó la rubia de ojos verdes para después soltar una sonora carcajada.

“Llevó a mi selección en la sangre,no iba a perderme esta oportunidad”, dijo la joven amazónica que el mismo sábado por la noche manejó de regreso a Sacramento para presentarse a trabajar el domingo muy temprano.

“Hay que disfrutar la vida y tomar riesgos”, comentó la alegre brasileña, que con cerveza en mano, bailaba sin parar al ritmo de samba.

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