Un accidente y un cheque le llevaron a XumaK
El guatemalteco Marcos Andrés Antil se abrió camino gracias a sus estudios en computación y ahora lidera una empresa de 116 empleados
Tal y como lo cuenta Marcos Andrés Antil hay tres momentos en su vida que cambiaron la marcha de todo lo que vino después. Cruzar fronteras para llegar desde Guatemala (Huehuetenango) al sur de California, un accidente laboral a los 14 años y un viaje a San Francisco en el que vio un cheque de $30,000.
Si nada de esto hubiera pasado, hoy — a punto de cumplir los cuarenta años–, podría haber sido sastre en Guatemala, obrero en una fábrica en Los Ángeles o quizá un abogado de escasas posibilidades.
Pero no. Gracias a esos giros que da la vida, Antil es el fundador y presidente de XumaK, una empresa de tecnología de la computación que actualmente emplea a 160 personas (la mayoría ingenieros) en Guatemala, Colombia, Canadá y tiene su sede en Miami. XumaK tiene ganancias y el año pasado facturó seis millones de dólares, este año tiene calculado llegar a los $12 millones y en cinco años a $50 millones.
La empresa está en marcha desde 2003 centrándose en proveer “servicios de fin a fin para sistemas de gestión de contenido y aplicaciones de contenido enfocado”. Antil reacciona con una sonrisa cuando este diario pide que explique eso en un lenguaje que los no especializados podamos comprender.
“Trabajamos en la tecnología del comercio electrónico. Hay software y empresas que se dedican a la experiencia del usuario y otras que se dedican al comercio, el sistema de datos que está detrás, los carritos de la compra… Esos son dos campos diferentes. Nosotros unificamos ambos”. La experiencia del usuario digital se refiere a todo lo que rodea la compra, es decir, que si alguien se compra una camisa en la red, que sepa con qué pantalón puede ir mejor, cómo combina con otras cosas.
“Todavía no nos dedicamos a contenido, pero damos el acceso fácil para que lo hagan las empresas con las que trabajamos”, explica. Además de en EEUU, sus clientes son empresas de Francia, India e incluso ha trabajado para la ONU.
No era lo que sus padres, que estuvieron pidiendo el asilo político durante más de una década, tenían en mente para uno de los ocho hijos que poco a poco trajeron a EEUU, cruzando la frontera y pagando un alto costo para ello.
Antil es el pequeño de una familia de jornaleros que se dedicaban a las cosechas de café, cardamomo y algodón. Su familia es indígena del norte de Guatemala y su lengua el q´anjobal.
Su padre llegó a liderar movimientos comunitarios y terminó como vicealcalde de su localidad. Pero no eran buenos tiempos. El país estaba en guerra y los asesinatos de indígenas y líderes comunitarios eran una realidad diaria de la que tuvieron que huir.
Lo hicieron rumbo a California, llevándose a los hijos poco a poco. “Hay que pagar mucho a mucha gente para cruzar la frontera como lo hacíamos nosotros con coyote, había que trabajar casi un año para ahorrar para cada viaje”, explica. Marcos Andrés fue el último en llegar en 1990. Tenía 13 años. La familia se reunificó en ocho años.
“Había aprendido a coser en Guatemala, donde trabajaba desde los siete años, y mi meta era trabajar en las maquilas de Los Ángeles, pero yo no sabía que a los niños no se les dejaba trabajar en EEUU”. Antil no quería ir a la escuela porque aún no dominaba el español y no hablaba inglés lo que complicaba mucho todo. “No me agradaba”
En verano su padre le llevó a una fábrica y empezó a trabajar en la sección de planchado. Un día tuvo un accidente y el vapor de la máquina le quemó la mano. “Tenía burbujas, fue un dolor muy grande”. Tenía 14 años y al llegar a su casa lloraba de dolor. “Yo esperaba que mis padres me consolaran pero hicieron lo contrario, me dijeron que como no quería estudiar ese era el trabajo que me esperaba, es decir: aguántese”. Eso le dolió tanto como la mano.
“Ese accidente cambió todo. Decidí estudiar y cambié el rumbo”.

Tanto es así que terminó con buenos grados en el high school de Belmont, en Los Ángeles, participó en organizaciones estudiantiles y podía haber ido a cualquier universidad pero en 1995 el gobernador republicano, Pete Wilson, impidió que estudiantes como él, sin residencia pudieran optar a préstamos o becas. Tenía permiso de trabajo por motivos políticos “pero todas las aspiraciones de ir a la universidad se me botaron”.
“Cuando salí del high school me integré en organizaciones comunitarias y pensé estudiar derecho o ciencias políticas”, en el caso de que llegara a la universidad. Los fines de semana trabajaba como jardinero y uno de sus clientes le llevó de viaje a San Francisco donde conoció a un programador. En su mesa había un cheque de $30,000. “¿Es real?”, le preguntó mientras soñanba cuantas rentas podía pagar con ese dinero. El programador le dijo que no tenía ni doctorado ni maestría pero que en su profesión se ganaba eso. Antil decidió que él, que no sabía ni escribir bien en un teclado, tenía que estudiar computación.
“Fui a la universidad de Bakersfield, en el norte de Los Angeles, un maestro me llevó con otros centroamericanos porque la recruiter era salvadoreña. Éramos muy buenos estudiantes”. Recuerda. La universidad les ayudó con todo menos la renta y la comida. Tenia 25 años y tuvo que trabajar 40 horas a la semana para vivir con poco pero vivir. “Dios me ha benedecido demasiado y me ha cuidado bien”.
Antes de graduarse empezó a trabajar para una empresa suiza que apostó por la tecnología nueva: el Java, para crecer con ellos. Ahora sigue trabajando con este lenguaje de programación, pero en su empresa.
En 2003 comenzó con la idea de XumaK. “Soy del tipo de persona que si no hago planes a corto, medio y largo plazo no puedo trabajar”, explica este hombre que ya tiene la nacionalidad de EEUU.
Empezó solo y tuvo su primer contrato varios meses después. “De 2004 a 2010 la empresa fue muy pequeña porque tuve que despedir a personas por la crisis”. Los clientes querían seguir trabajando con ellos pero a costos más bajos y trasladó buena parte de sus operaciones a Guatemala. “Di a los ingenieros la oportunidad de trabajar en su país para que no tuvieran que emigrar como yo”, explica.
“En los últimos años hemos florecido más” porque ha habido una concentración en el mercado de las empresas de esta tecnología en la que había pocas empresas. De hecho, él ha recibido ofertas de compra de su compañía que ha rechazado porque lo que quiere es adquirir.
“Ahora está aumentando la fuerza de ventas y operaciones porque tenemos buena reputación, buena historia y competimos con Accenture o Publicis y ganamos buenos clientes”, dice Antil.
Éxito, pero sin crédito
La empresa siempre ha reinvertido sus ganancias y hasta hace unos meses no han precisado préstamos. Ahora, con la oportunidad de crecer lo ha necesitado pero pese a todo lo que ha conseguido la historia crediticia de Marcos Antil estaba dañada y nadie le prestaba. “En 2008 tenía propiedades y la empresa pero con la crisis tuve que elegir lo uno o lo otro, decidí apostar por la empresa y las propiedades quedaron embargadas”. Su historial de crédito quedó destruido.
Camino Financial, una empresa financiera creada por los hermanos Ken y Sean Salas, de México, le prestó $200,000. “La idea, con ese dinero, es no solo invertirlo en investigación y desarrollo sino también reparar el crédito y crear un buen historial que me permita seguir pidiendo préstamos para crecer”.
En Camino Financial, Antil dice que ha encontrado asesoramiento y considera su ayuda crucial para su futuro.