La malnombrada paz es el único camino
Colombia necesita encontrar el camino hacia la reconciliación
Desde el comienzo fue mal nombrado, porque nunca era un voto por la paz. Era un voto para encaminar un proceso hacia la no violencia, no más extorsión ni torturas ni asesinatos. En fin, acabar con la guerra, que no es lo mismo que tener paz. Pero el no tener actores armados, sea privados o del estado, si contribuye a la seguridad ciudadana y la evolución de una confianza, cooperación y participación que construye la paz.
Al decir a los colombianos que votar “sí” en el referendo era un voto por la paz les engañaba algo porque no contaba con la gran desconfianza que tienen tanto con su gobierno que con las FARC. Yo hubiese votado “sí” si pudiera, porque entiendo que es un voto a favor de otra visión para el país y para las víctimas que ya son generaciones que se han criado con la guerra. Porque votar “si” significa que la paz – tanto individual que colectiva – vale más que la venganza y el odio.
Las víctimas en las zonas más afectadas por la guerra como Chocó, Guajira, Nariño y Cauca eligieron la paz, no porque les amenazaron o les obligaron votar a favor de un acuerdo que acabaría con un conflicto armado que ha durado 52 años, pero porque la guerra les ha cobrado con carne y para ellos más importante era reconstruir el país y sus vidas que seguir buscando “justicia” bajo una falsa definición de ella y que para ellos y muchos otros nunca llegará.
Los que criticaron el acuerdo fueron respaldados por una campaña dirigida por el expresidente Uribe que planteaba que votar a favor del acuerdo era un voto a favor de un posible gobierno izquierdista en algún futuro. Primero, si alguien te trata de vender la idea que votar en contra de una medida que pueda acabar con una guerra es apoyar a los guerrilleros, una/o debe siempre cuestionar cuáles son los verdaderos motivos de esa persona o personas. Segundo, es totalmente falso que tener un partido minoritario en un sistema político y país mayormente conservador traerá cambios radicales en sí.
Y por último, y quizás sea el punto más clave, ¿cómo pueden justificar una postura que no apoya ampliar la participación civil en una democracia donde esas personas no atacarán a la sociedad desde afuera con armas y métodos violentos si no intentarán cambiarlo desde adentro? Si no logran conseguir el apoyo del pueblo con sus palabras y sudor (no armas), pierden entonces cualquier poder que pudieran tener y con ello su credibilidad. Porque en una sociedad democrática que busca ampliar las voces y las perspectivas, se pierde o se gana con ideas, no con armas, y eso es lo que se debería haber hablado.
Ahora que ganó el “no” (no digo que los que votaron “no” ganaron porque nadie gana con la continuación de la guerra) por un margen bien estrecho, los millones que votaron para el cese del conflicto les tienen que convencer a sus compatriotas porque deben escuchar más a sus voces cuando les dicen que son sus vidas arriesgadas y no a las de unos interesados que corrieron una campaña que promueve el miedo, la venganza y el odio. No todos viven la guerra igual, y los y las más impactados/as deben ser escuchados/as antes cualquier político.
Lo que se ha perdido en este debate sobre el voto no es solamente que el acuerdo de paz obligaba a las FARC a que se desmovilizaran, sino que también reconocía el rol abusivo y violento del gobierno colombiano, inclusive en contra de los movimientos sociales y progresistas del país que no tienen que ver con el conflicto.
Son muchos los defensores de derechos humanos, sindicalistas, maestros, abogados, obreros y campesinos, estudiantes y activistas quienes han sido atacados, torturados, desaparecidos y asesinados por el estado, quien por sus ideologías que sobre todo abogan por un país donde se respeta los derechos humanos, han sido perseguidos. Esto ha sido justificación a través de las décadas para reprimir movimientos progresistas y sus líderes y lo usaron para vincular a estos defensores con la FARC. Ojo le debemos echar ahora para que no haya una ola de represión dirigida a los y las que alzan su voz contra el abuso y opresión.
Entonces, ¿cómo cerrar esa brecha entre los que votaron “sí” en los que votaron “no”? Lo que está claro es que todas y todos queremos la paz. Pero no todas y todos estamos de acuerdo con lo que consideramos se consiste la justicia. La guerra ha reclamado muchas víctimas, pero a las que sigue reclamando, las que votaron para un país donde las ideas se expresan en las urnas y no con las armas, esas son las que necesitamos escuchar. Son esas que nos enseñan el camino hacia una verdadera reconciliación, donde la paz y justicia se puede construir.
(Natasha Lycia Ora Bannan es Presidenta del Gremio Nacional de Abogados)