Katja Loher o la armonía de las esferas

Las videoesculturas e instalaciones lumínicas de la artista multimediática crean una “jungla virtual” donde el arte, la tecnología y la espiritualidad se funden en un nuevo plano terrestre.

El visitante llega a los restos de un banquete de luces, pero por los restos podrá imaginar su mágica opulencia. Ese universo fabular que Katja Loher (Zurich, 1979) liberó para la performance inaugural de “Vuela Vuela”, su exhibición multimediática en C24 Gallery de Chelsea, ha regresado a sus burbujas de vidrio soplado, queda atrapado nuevamente en gotas de agua, transmutado en fósiles inquietos dentro de ultramodernas piedras de ámbar, miniaturizado en sus cárceles de resina.

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Loher rodeada de algunas de sus “criaturas” en la inauguración de su exhición en Chelsea.

Las criaturas surrealistas de la artista han regresado a esos universos portátiles que recuerdan diminutos planetas. Porque Katja Loher no se conforma con crear obras, produce arte que contiene universos. En esos mundos ella es demiurgo, desata el caos, alimenta un orden y su ritmo. Parte de la experiencia de quienes visiten esta muestra, que puede llamarse espectáculo con toda propiedad, depende de sumergirse en ella, dejarse hipnotizar.

Tree, 2016. Katja Loher
Tree, 2016. Katja Loher

Cada pieza suya es una superproducción que incluye experimentación audiovisual, diseño de vestuarios, coreografía de bailarinas, hasta la concepción y producción del artefacto que lo contendrá: puede ser un árbol centenario arrancado por una tormenta o una pantalla semiesférica; además de un meticuloso trabajo de filmación en un estudio especial con croma de pantalla verde para poder reemplazar los fondos y editar las imágenes con arreglo a su guión.

Basta recorrer algunas de sus obras para quedar impregnado de su estética, entre vintage y artesanal, heredera de ese robótico ballet triádico de Oskar Schlemmer. Oompa Loompas atrapados en una botella junto a Life of Insects de Sir David Attenborough y algún show de luces sicodélico de los sesenta, mientras los bailarines simulan la plasticidad y el ritmo de las resonancias cimáticas. Todo mezclado en la justa proporción para lograr un dramático efecto minimalista.

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Como Shigeko Kubota, Loher está mucho más interesada en integrar la tecnología dentro de la escultura hasta hacerla desaparecer, lo que le permite llamarse con propiedad videoescultora frente a otros muchos cuyas “esculturas” no pasan de instalaciones multimediáticas. Loher va incluso más allá de Kubota, forzando los límites de los formatos tradicionales, enmascarando la tecnología en perspectivas imposibles, naturalizándola. Por eso frente al plano, heredero de esa ortopedia tecnológica, elige la esfera, dobla el espacio, produce portales tridimensionales, esféricos o semiesféricos, innova y obliga al video a liberarse de todo impedimento formal. Y todo eso lo logra sin descuidar un nivel de facturación y lírica excepcionales.

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Mientras por un lado Loher despoja a la tecnología de esa torpeza humana: la pantalla plana, el formato bidimensional; por otro lado en sus clips prefiere dejar la huella artesanal, lo cual se acentúa cuando sus insectos, aves y criaturas escudriñan la cámara con sus rostros humanos, creando transferencia de roles y empatía en el observador. Su estética vintage también enfatiza esa época en la que aún se percibía en los efectos especiales cierta fantasmagórica humanidad.

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En el universo calidoscópico de Katja Loher la vida sucede como vista por el ojo inquieto, multidimensional, de una mosca. Nos acercamos a mirillas o videoportales hacia otros mundos, solo para descubrir que en un voyeurismo en reversa somos las criaturas presas en nuestras propias burbujas existenciales, espiados por millones de omatidias que crean ese efecto mosaico de decenas de universos fragmentados.

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Vuela Vuela es una celebración vital entorno a los cuatro elementos de la naturaleza y también un canto o mensaje de sanación cósmica. Lo sorprendente en la estructura conceptual de su obra es que mientras otros artistas con preocupaciones ecológicas se inclinan por exagerar el lado apocalíptico, la aridez, la mutación o la desolación, Loher produce nuevas especies de laboratorio que compensen la paulatina extinción. Lanza al espacio ejércitos de abejas, colibríes, extravagantes y diminutas criaturas que garantizan el balance de los ecosistemas. Loher denuncia desde la belleza de fantásticos universos alternativos.

Videoescultura in situ ‘When will the Sea Swallow the Land? de Katja Loher en el hotel SLS Brickell de Miami.
Videoescultura in situ ‘When will the Sea Swallow the Land? de Katja Loher en el hotel SLS Brickell de Miami.

Simultáneamente con su exhibición en Gallery C24, Katja Loher inauguró en el nuevo hotel SLS Brickell, en Miami, su videoescultura in situ ‘When will the Sea Swallow the Land?’ (¿Cuándo el mar se tragará la tierra?), sobre los inminentes efectos del calentamiento global en el nivel del mar y el pronóstico de que ciudades costeras como Miami o Nueva York están condenadas a desaparecer. La obra, emplazada en el techo de la entrada principal del edificio, está formada por seis videoislas, como portales a esos miniversos paralelos que Katja Loher nos invita a visitar.

VUELA VUELA, de Katja Loher se exhibe hasta el 23 de diciembre en C24 Gallery, 560 West 24th St. New York, NY, 10011

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