La productividad no despega
El anémico crecimiento se pone en el camino de los aumentos de salarios
Quienes celebran las mejoras en la economía tuvieron motivos para estar contentos en el tercer trimestre del año pasado. La productividad, es decir, la cantidad de bienes o servicios producidos por hora, creció a un ritmo anualizado del 3.5%. Luego, llegaron las caras largas de la decepción. En el cuatro trimestre esta medida pasó a 1.3%, es decir un ritmo más en línea con la muy débil eficiencia que se ha vivido desde que empezó la recuperación de la Gran Recesión.
¿Por qué nos debe preocupar este dato?
Porque el aumento de la productividad es el ingrediente clave para mejorar los salarios, los horarios laborales y en general mejorar los estándares de vida. Cuando se rebaja la productividad, se producen menos bienes o se facturan menos servicios, las empresas tienen menos capital para aumentar salarios.
Lo cierto es que en las últimas décadas en las que se han disparado las desigualdades los salarios de buena parte de los trabajadores no han crecido al mismo ritmo que la productividad pero esta es una cuestión de gestión y prioridades políticas y empresariales. Con crecimiento de la eficiencia en la producción pueden aumentar o no los salarios, pero sin mejora en la productividad es difícil que eso ocurra.
Y en los últimos cinco años, según recuerda el Bureau of Labor Estatistics (BLS), tras la Gran Recesión la productividad ha crecido por debajo de una tendencia que ya no era estelar. En los últimos cinco años la media de crecimiento de la productividad ha sido del 0.7% cuando entre 1947 y 2007 la evolución a largo plazo ha sido del 2.3%. No es casual que esto coincida con un periodo de largo estancamiento salarial.
Y ¿por qué ocurre?
El economista Robert Gordon de la Northwestern University publicó en 2014 una teoría que apuntaba a varios factores sobre los que volvió en 2016 en formato de libro The Rise And Fall of American Growth (La subida y la bajada del crecimiento americano). Para Gordon es importante el hecho de que se estén jubilando los baby boomers, la mayor generación de trabajadores americanos. Eso reduce las horas que se trabajan. Por otro lado, este economista apunta a la educación — el hecho de que he EEUU tenga bajas tasas de graduación en high school–, y la desigualdad creciente en el país.
Pero uno de los factores más importantes es que la revolución tecnológica de las últimas dos décadas, cuando estamos más conectados que nunca a los computadores de bolsillos (los teléfonos inteligentes) y vemos como crece el comercio electrónico, no tiene el suficiente calado como para mejorar radicalmente la capacidad de producción.
Gordon dice que el mayor aumento en la productividad por obra de la nueva tecnología tuvo su semila en 1879 cuando Thomas Edison creó la primera bombilla y antes de fin de siglo ya había electricidad en Manhattan. El mismo año Karl Benz en Alemania creó el motor de combustión interna y David Edward Hughes mandó una señal de comunicación sin hilos en Londres . Todo ello cambió la vida y el trabajo de forma exponencial hasta los años setenta algo que, argumenta este economista, no está ocurriendo ahora. El avance de Internet y la computación no ha tenido este efecto a largo plazo en la productividad y solo a finales de los noventa hubo una mejora temporal derivada de esta tecnología.
Martin Neil Baily del instituto Brookings Institutions no es tan pesimista como Gordon y cree que con el tiempo estas mejoras tecnológicas darán frutos. Pero también señala otros factores más que están frenando el avance de la productividad: el cambio de la economía productiva a la de servicios, la regulación y la falta de inversión significativa y la necesidad de que haya una mayor competencia entre las empresas.
Mientras se buscan causas y soluciones el BLS explica que se necesitará un crecimiento de la productividad del 7.7% en los próximos dos años (algo que no ha pasado nunca) para retomar la tendencia histórica de crecimiento desde 1947 hasta la Gran Recesión.
Cuanto antes ocurra, antes tendremos la posibilidad de recibir un mejor cheque.