Editorial: Firmeza contra atrocidad en Siria

La administración Trump hizo bien en asumir su responsabilidad de actuar en esta crisis. Estuvo en lo correcto en llamar la atención a Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU.

El uso de armas químicas contra la población de Siria es un crimen de guerra. Es un acto despreciable que merece que el presidente sirio Bashar al-Assad sea llevado ante el tribunal internacional.

Para ello es necesario remover el cruento régimen sirio, quien cuenta con el amplio respaldo de Rusia.

El gobierno de Vladimir Putin asegura que los gases surgieron por un bombardeo a una fábrica de armas químicas de los rebeldes, aunque vetó que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) revise los planes de vuelo de la aviación siria.

Nadie cree esta versión. Bashar al-Assad ya tiene tienes antecedentes de haber utilizado este armamento en 2013, 2014 y 2015. Es muy difícil para la oposición producir estas armas. Y varios reportes indican que las investigaciones de la ONU muestran que las armas usadas en este ataque coinciden con el armamento que Siria no entregó en 2013 a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas.

La administración Trump hizo bien en asumir su responsabilidad de actuar en esta crisis, después de la primera reacción visceral de culpar al expresidente Obama de lo que está ocurriendo. Estuvo en lo correcto en llamar la atención a Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Es alentador que Trump diga que su postura con respecto a Bashar-al-Assad esté cambiando y que este ataque haya cruzado varias líneas, en referencia a la pasada expresión de Obama.

Pero este tipo de horror, como el ocurrido ahora, siempre origina un torrente de expresiones de tristeza, indignación y muchas palabras vacías.

Habrá que ver que significa en la realidad las palabras de Trump. Para el resto del mundo es importante cuando el presidente de Estados Unidos, que está respaldando la permanencia en el poder, diga que está cambiando de opinión.

Pero Trump mostró en reiteradas ocasiones que para él las palabras no tienen mucha importancia. Que lo que dijo una vez puede ser interpretado en muchas formas. La ambigüedad es lo último que necesita esta tragedia.

La guerra civil siria ya costó 300,000 muertos, 5 millones de refugiados, 13.5 millones de desplazados. La muerte de estos niños por armas químicas es otro grito desesperado, otro estremecimiento para detener el accionar del régimen sirio contra su población.

A Trump le gusta decir que él no es el presidente del mundo, pero Estados Unidos tiene un papel importante junto a los aliados para dar fin a esta crimen contra la humanidad.

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