El amor en tiempos de los ‘millennials’

Las prácticas de los sub 30 a la hora de la conquista, el sexo y la pareja se reconfiguran. Curiosidades y datos para entrar en sintonía con los tiempos que corren

Ni flores ni bombones. Los tiempos cambiaron y la conquista va más bien por el lado de los likes, corazones en las fotos y, sobre todo, por un primer acercamiento sin tantos prejuicios alrededor de quién es el que muestra interés primero. Los varones sub 30 están cambiando tanto por motu propio como por el empoderamiento del género femenino, y esto diagrama de manera diferente los nuevos códigos del amor.

Pero no nos confundamos: el sentimiento no cambia, y sigue siendo difícil definirlo hasta para los poetas. Lo que cambia es cómo entablar una relación y cuáles son los modelos que la conforman hoy. Para las generaciones jóvenes, formar una pareja se parece más a un resultado de quererse y de apoyarse en los proyectos individuales de cada uno, manteniendo independencia para construir y realizarse en todos los ámbitos de la vida. No implica renunciar a algo para vivir de a dos, sino ser compañeros.

El combo casa + matrimonio + auto + hijos + perro se mantiene en muchos casos, pero sin el “deber ser” impuesto hace unas décadas. Tener 30 y ser soltero hoy no es un problema para nadie. Lo que sí resulta un problema, con respuestas todavía no definidas, es qué es ser caballero y qué es ser machista, y en este aspecto las esferas del cortejo, la pareja y la seducción se mueven en una delgada línea roja entre lo deseable y lo indeseable.

Para bajarlo de la teoría a la práctica, hay ciertas acciones del famoso ritual del cortejo que fueron cambiando y los pasacalles, como las serenatas, ya no tienen lugar. Por lo pronto, que el hombre sea el que debe avanzar es algo totalmente antiguo. Hoy, si una chica avanza -demostrando interés o invitando a un varón a un evento, cita, o a su casa-, no solo vale, sino que se presenta como segura de sí misma. En otros tiempos, habría sido encasillada, pero hoy a demostrar el deseo se le pone un like.

Lo mismo pasa con el viejo esquema de las tres citas (con un final feliz en la tercera), también quedó muy desactualizado. Para las nuevas generaciones vale tener sexo en la primera salida o en la decimocuarta, todo va por las ganas y nada por el deber ser. Cuidarse, sexualmente hablando, es responsabilidad de los dos, no solo del varón, y hablar del tema ya no es tabú. Por otra parte, la misma búsqueda de autorrealización de las mujeres fuera del ámbito del hogar hace que, dentro de la habitación, pongan más el foco en sus deseos. El hombre atento a eso se posiciona con más ventaja en la mira femenina.

Afuera de la alcoba, las cosas también cambiaron bastante. Pagar una cena entre los dos o invitar “una vez yo, una vez tú” es moneda corriente, porque el lugar del proveedor del dinero ya no viene atado a un solo género. Y como tampoco los quehaceres domésticos se atan a la mujer, el varón que plancha sus camisas, que sabe prender el lavarropas y que vive solo antes de mudarse en pareja cobra cierto plus de virilidad.

“El nene de mamá”, que pasa de la casa de sus padres directo al matrimonio, ya no es el más deseado. Otro nuevo modelo sexy es el varón que cocina: el esquema del Homero Simpson, comiendo pizza y tomando cerveza tirado en el sillón va en decadencia frente al hombre activo, que anda en bici y que mira series, con su chica y con una rica comida casera. El perfil del varón atractivo también cambió, y se movió del tipo que se la pasa en el gimnasio al que se cuida pero holísticamente, comiendo sano, haciendo deporte, buscando espacios por fuera del trabajo para estar bien.

Esa búsqueda de autorrealización, tanto de hombres como de mujeres, hace eco fuerte en el plano amoroso y afecta el “cronograma” de vida de las nuevas generaciones. Las edades para lograr el trabajo soñado, casarse o tener hijos se ven modificadas, con multiplicidad de proyectos laborales y personales que incluso adicionan el divorcio o separación como una etapa y un restart del deseo. Esta búsqueda más amplia del bienestar individual, tan presente, a veces puede jugar el papel de evitar los compromisos, pero no es todo el tiempo ni en todos los casos.

Generación hook up

Es cierto, hoy la seducción es online y a la carta y muchos encuentros sexuales no determinan sí o sí un vínculo de pareja. La libertad para relacionarse y la búsqueda de satisfacción del deseo individual crea muchos encuentros amorosos fugaces, sin lazos emocionales, y muchos híbridos entre la relación formal y la cosa de una noche.

Las nuevas tecnologías generaron nuevas formas de seducción y conquista, pero no necesariamente representan la muerte del amor y el romanticismo. Aplicaciones como Tinder o Happn son un boom de fácil acceso y uso: poniendo filtros de edad, género, barrio o distancia, un simple like, si es recíproco, abre el chat para hablar, y claro, encontrarse cara a cara. E, igual que toda la vida, hay quienes quieren enamorarse y quienes buscan sexo casual, algo que se descubre pasando del plano online al offline.

Además de las apps, las redes sociales son la perfecta herramienta para ampliar el círculo social bajo el lema “los amigos de mis amigos son mis amigos”. Si a los millennials ya treintañeros les gusta una chica o chico en una fiesta, por ejemplo, pueden hablar toda la noche y luego buscarse en Facebook o en Instagram. En estos territorios, los likes o corazones son las nuevas maneras de demostrar interés, el paso previo al chat para pasar la conversación a WhatsApp y concretar la cita. Sin embargo, en tiempos de tantas redes sociales, la llamada por teléfono y la invitación a salir sin tanta vuelta también vuelve a posicionarse en el podio.

Pero es la próxima generación -gen Z- la que revolucionará de verdad las cosas. Conceptos como pansexual o genderless (sin género) ya forman parte del lenguaje común de los adolescentes, que viven el amor con un grado de igualitarismo y genuidad que asombra hasta a sus hermanos mayores.

¿El imperio del disfrute?

Hoy perdió peso la idea de modelos universales y hegemónicos para dar paso a la de múltiples masculinidades y femineidades. Estos plurales dan cuenta de una revolución en los modos de construir la identidad y la apariencia. La personalidad se vuelve, en cierto sentido, algo que cada uno puede customizar.

Todas las esferas del amor, desde la conquista hasta los roles en la pareja, se redefinieron en un mundo que busca el placer ante todo y donde la rigidez da paso a actitudes más distendidas. En este prototipo generacional, no se trata de dejar de ser uno por montarse a la nueva ola; la modernidad pasa por buscarse internamente para ver cuáles de estas actitudes quitan una mochila de prejuicios, y abren el campo de visión en pos del propio deseo.

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