Los horrores de la medicina del siglo XIX que pocos conocen

Cirugías sin anestesia y con un público de estudiantes ávidos de espectáculo: así eran las temidas operaciones en el Old Operating Theatre de Londres, el quirófano más antiguo de Europa

Ir al hospital a principios del siglo XIX era, en realidad, casi una sentencia de muerte.

Quienes tenían dinero eran tratados y operados en sus casas, así que los pacientes que tenían la mala fortuna de acabar en la sala de operaciones de un hospital como el de St. Thomas, uno de los más antiguos de Londres, tenían una altísima probabilidad de morir por una infección.

The Old Operating Theatre , en London Bridge, es la sala de operaciones que se conserva más antigua de Europa. BBC Mundo visitó este antiguo quirófano para mujeres que data de 1822 y hoy es un pequeño y poco conocido museo que acaba de reabrir tras meses de renovación.

Allí se muestran los horrores de las cirugías en una época que precede al uso de la anestesia y de los antisépticos, cuando se creía que era la miasma, el olor fétido de suelos y aguas impuras que se expande por el aire, la que causaba las enfermedades.

Aquí te presentamos cuatro datos escalofriantes sobre cómo se hacían las cirugías hace 200 años.

1. Operaciones relámpago

Morían dos de cada tres pacientes que pasaban por esta primitiva sala de operaciones, según Gareth Miles, que ofrece en el museo una charla semanal sobre la cirugía en el 1800.

Lo más habitual es que murieran por infección postoperatoria, pero para minimizar la muerte por hemorragia los cirujanos de la época trataban de hacer las operaciones lo más rápido posible.

Una cirugía de principio a fin duraba unos 10 o 15 minutos, según Miles. Serrar un hueso durante una amputación podía tomar dos o tres minutos y los cirujanos ganaban fama cuanto más rápidos fueran sus procedimientos.

Las amputaciones con torniquete eran algunas de las operaciones más frecuentes, pero también se hacían otros procedimientos como la extracción de piedras de la vejiga.

2. Cirugías sin anestesia

En 1822 los pacientes pasaban un dolor inimaginable durante las operaciones.

Por entonces a los pacientes más adinerados, que eran tratados en sus casas, se les daba alcohol para paliar el dolor.

Pero a las mujeres que pasaban por The Old Operating Theatre, el cirujano solo les ofrecía como alivio su bastón revestido en cuero para morder durante la cirugía.

Hasta 1846 no se empezó a usar éter como anestesia durante las cirugías en los hospitales de Reino Unido. Al año siguiente se empezó a usar también el cloroformo.

3. Ante una audiencia de 200 personas

Igual que otras salas de operaciones y de disección anatómica de la época en Europa, The Old Operation Theatre tenía gradas semicirculares para permitir la máxima visibilidad del público, compuesto sobre todo por estudiantes de medicina, aprendices y ayudantes de cirujanos.

En esta antigua sala de operaciones de Londres se agolpaban tumultuosamente unas 200 personas para presenciar cada operación.

Según las descripciones de la época había mucho bullicio, empujones y gritos que decían “cabezas, cabezas” para que quienes se arremolinaban alrededor de la mesa de operaciones se apartaran y dejaran ver.

Tampoco faltaba humo de tabaco en el quirófano, según Gareth Miles.

La presencia y ubicación de los miembros del público estaba cuidadosamente regulada y era común para todas las salas de operaciones de la época: en el centro de la sala estaba el cirujano y sus ayudantes, que sujetaban a los pacientes para que no se movieran durante la cirugía.

Alrededor de la cama estaban también los otros cirujanos del hospital y sus aprendices, así como los “visitantes” que el cirujano principal hubiera permitido.

Durante el siglo XIX no se permitía que hubiera mujeres entre el público porque se consideraba que no eran lo suficientemente fuertes como para tolerar el espectáculo.

En las gradas se sentaban los estudiantes de medicina y los aprendices de cirujanos de otros hospitales.

4. Los instrumentos y las manos se lavaban después de la operación

Como se creía que era la miasma y no los microbios la que contagiaba enfermedades, en 1822 no se utilizaba ningún método antiséptico.

Los cirujanos se lavaban las manos después de las cirugías para limpiarse la sangre, pero no antes. Tampoco lo hacían sus ayudantes, que también participaban en la operación.

Del mismo modo los instrumentos médicos no se limpiaban antes de un procedimiento y las vendas se reutilizaban.

Las batas manchadas de sangre eran una especia de medalla de honor para los cirujanos, que llegaban al quirófano con su ropa de calle habitual, según describe Gareth Miles.

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