Editorial: Trump atiza el racismo

El presidente se enfrasca en una pelea sin sentido sin atender temas cruciales

Que no quepa duda.

Es una declaración racista cuando el Presidente califica a un deportista afroamericano de hijo de p… ante un público blanco en Alabama por protestar las condiciones de su comunidad.

El que Donald Trump use de excusa para este insulto la negativa del jugador de la NFL Colin Kaepernick a estar de pie durante el himno nacional es un chauvinismo autoritario de quien se envuelve en la bandera para rechazar con el insulto la libertad de expresión de los demás.

Cualquiera pensaría que el himno nacional está en peligro por la atención que le presta el mandatario. Trump tuiteó 16 veces en los pasados días sobre símbolos patrios y el deporte. Nunca hizo una sola referencia a través del medio social sobre Puerto Rico que vive la peor urgencia de su historia.

Estas son las prioridades del Presidente.

La Casa Blanca dirige el debate nacional, aunque muchas veces se queje de que los medios son los que insisten en temas de menor importancia. Es el Twitter de @realdonaldtrump el que desde muy temprano guía las noticias del día. Usualmente porque son barbaridades que no pueden ignorarse, como en este caso.

Lo malo es que el discutir obsesivamente los improperios de Trump es una distracción que atrae audiencia, aunque deja de lado otras cuestiones de salud, educación, medio ambiente y política exterior que merecen ser mejor explicadas.

Esas expresiones, más acordes a la demagogia divisiva de un candidato que al espíritu unificador de un mandatario, son las que avivan el fuego de la base política del Presidente. El efecto es el mismo. En este caso es distraer la atención de sus seguidores a lo que ocurre en Washington.

Es lamentable, aunque no sorprendente, que Trump explote deliberadamente el racismo para obtener estos fines.

Este es el gobierno federal que cambió la política de derechos civiles del Departamento de Justicia. Ya no le interesa evitar el exceso de violencia de la policía contra las minorías. Su preocupación ahora es proteger el buen nombre y la reputación de los oficiales.

Este es el mismo Presidente al que tomó mucho tiempo analizar las imágenes de hombres blancos, gritando consignas antisemitas y racistas, antes de poder distanciarse.

Ojala Trump hubiera demostrado contra quienes llevaban banderas nazis la mitad de la indignación y el odio que expresó hacia el jugador afroamericano, que escuchó el himno con una rodilla en tierra.

Lo positivo es la reacción solidaria que despertó el ataque de Trump a lo largo del mundo deportivo. Otra vez la ira del Presidente causa un efecto contrario alrededor del país, que responde con gestos de unidad al mensaje divisivo de la Casa Blanca.

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