¿Es el blanco sinónimo de pureza?: La evolución del vestido de novia
No siempre fueron de ese color y tuvieron que ajustarse a tiempos de pobreza y guerra. ¿Cómo cambiaron los vestidos de novia a lo largo de los siglos?
Es el atuendo por defecto para las novias en la cultura occidental, pero ¿qué representa realmente el omnipresente vestido de bodas blanco?
Resulta que no exactamente lo que siempre hemos asumido.
La tradición de que las novias se vistan de blanco nunca ha buscado simbolizar la virginidad o la pureza, según una exposición que explora la historia de la prenda.
La función principal del vestido blanco nupcial era la ostentación.
“La connotación de pureza no era importante”, dice Edwina Ehrman, curadora del museo Victoria & Albert de Londres, Reino Unido, a la BBC.
“Se trataba de riqueza. A lo largo del siglo XVIII y XIX, las mujeres que podían pagarlo se casaban de blanco”, cuenta.
En los días en que el lavado se hacía minuciosamente a mano con una tabla de lavar, era casi imposible limpiar completamente un vestido blanco.
“Era una prenda que vestías solo una vez, por lo que era solo para los más ricos”, señala.
Ehrman ha estudiado cómo los vestidos de novia han cambiado en sintonía con la moda y la sociedad a lo largo de los siglos y, de paso, también desmiente algunas de las suposiciones que hemos mantenido durante mucho tiempo.
El vestido de novia blanco (o marfil), popularizado por la Reina Victoria de Inglaterra cuando vistió uno en su boda con el Príncipe Alberto en 1840, ciertamente ha perdurado.
No se puede negar su poder simbólico. Para muchas novias, representa una nostalgia romántica y el trabajo de muchos diseñadores.
“Puede tener un efecto transformador”, dice Ehrman. “Y si ya has estado viviendo con tu pareja o incluso si has tenido hijos, es posible que quieras ponerte blanco en tu boda porque sientes que marca una nueva etapa en tu relación”.
El blanco es el color más cálido
Tan esencialmente nupcial se ha vuelto el vestido blanco, que ahora cuando una novia decide casarse vistiendo otro color, se le considera atrevida y rebelde.
Piensa por ejemplo en la bailarina burlesca estadounidense Dita Von Teese, que usó un vestido púrpura de Vivienne Westwood para casarse con Marylin Manson en 2005; o en la cantante Gwen Stefani en un dramático diseño teñido de John Galliano; o en las actrices Anne Hathaway, Jessica Biel y Reese Witherspoon, que se casaron recientemente vestidas de un rosa no convencional.
El reciente lanzamiento de las colecciones de vestidos de novia no blancos de los diseñadores Oscar de la Renta y Vera Wang se consideró como un paso radical en la conservadora industria nupcial.
Sin embargo, casarse de rosa, morado, amarillo, rojo (el color típico del vestido de novia en China) o cualquier otro color no es nada nuevo en la cultura occidental, ni particularmente irreverente, dice Ehrman.
“A lo largo de los siglos, las novias que estaban interesadas en la moda a menudo se han casado vistiendo diferentes colores, y después volvían a usar muchas veces los vestidos, alterándolos para adaptarlos a la moda o a sus cuerpos cambiantes”, comenta.
“Y también era común que las mujeres no compraran un vestido nuevo para su boda, sino que simplemente se casaran con el mejor atuendo que tuvieran”, agrega.
La moda nupcial se adaptó a los tiempos de guerra lo mejor que pudo. “La gente hacía lo que podía durante la Segunda Guerra Mundial”, explica Ehrman.
“Pedían prestado un vestido o usaban su uniforme de servicio. Las mujeres de las fuerzas armadas alquilaban un vestido y algunas novias cosían vestidos con tela de cortinas. Tenemos un ejemplo en la exposición de un vestido con estampado de flores hecho de tela ligera de tapicería”, detalla.
Después de la guerra, el vestido que llega la mitad de la pantorrilla se hizo popular y era preferido por mujeres que tuvieran carreras profesionales.
También hubo algunos vestidos únicos en su estilo que resultaron espectaculares.
Margaret Whigam, la duquesa de Argyll, en Reino Unido, y una de las primeras “it girls” (chica de moda), usó un vestido grande y vistoso del diseñador británico Norman Hartnell para su matrimonio.
“Era hermosa, rica y le encantaban las cámaras: era la clienta perfecta para Hartnell”, dice Ehrman. “Esa no era una prenda que pudiera ser alterada para otra ocasión”.
En la década de 1960, la cantante escocesa Lulu vistió un abrigo blanco con capucha y ribetes de piel sobre un mini vestido y botas altas.
El vestido diseñado por Thea Porter se exhibió en una exposición previa del museo Victoria & Albert, en Londres.
La prenda de terciopelo devoré, —”recatada pero coqueta”, como la describe Ehrman— es esencialmente setentera.
“La razón por la que el vestido de novia blanco ha sobrevivido es porque puede evolucionar y seguir estando de moda, persiste porque puede reinventarse”, afirma.
La diseñadora Jenny Packham está de acuerdo. “Los trajes de boda más memorables para mí son los que definen una era desde la perspectiva de la moda”, dice, “como Bianca Jagger (exesposa de Mick Jagger) con ese traje blanco en su boda, o (la actriz) Audrey Hepburn con un mini vestido y pañuelo en la cabeza”.
Packham diseña ropa nupcial y ropa para eventos nocturnos (y es una de las favoritas de muchas mujeres de alto perfil, incluida la duquesa de Cambridge).
Entonces, ¿qué época influye más en la colección nupcial de Packham? “Los años 30 son siempre una gran fuente de inspiración, una época maravillosamente decadente y glamorosa entre las guerras, fue una explosión de diseño de proporciones divinas”, sostiene.
¿Y cómo cree ella que evolucionará el vestido de novia? “Este traje debe destacarse como prenda de vestir… Actualmente hay una disputa estancada, cómoda, entre la moda de la alfombra roja de los famosos y la del pasillo al altar. Nadie en uno de estos dos lugares quiere verse como alguien en el otro”, opina.
La diseñadora Alice Temperley está influenciada por las siluetas y el espíritu de la década de 1920. ¿Por qué cree ella que el vestido romántico y ultrafemenino ha durado tanto tiempo?
“El vestido de novia es tradicional, atemporal y desafía las tendencias”, dice, recordando su propio vestido de novia, hecho con “encaje antiguo y lentejuelas de los años 20 que había coleccionado desde niña”.
Haciendo un manifiesto
Todo está en los detalles, piensa Gareth Pugh, que ha creado trajes de presentaciones para las cantantes Lady Gaga y Kylie Minogue, y un vestido de novia dramático pero romántico para la estilista Katie Shillingford, que es parte de la colección del museo Victoria & Albert.
“Un traje para el escenario y un vestido de novia tienen funciones muy específicas que cumplir”, dice Pugh a la BBC.
“Sin embargo, el enfoque y el proceso son muy diferentes. Por lo general, la comodidad y la capacidad para moverse fácilmente son lo primero en la lista de requisitos de los trajes para actuar, además de que deben ser visualmente impactantes”, explica.
“Con un vestido de novia hay capas de sutileza que uno puede lograr y que simplemente no puedes replicar en el escenario, generalmente porque el vestido de novia se ve mucho más de cerca. Y una novia está más dispuesta a renunciar a la comodidad”, añade.
¿Y cómo cree Pugh que cambiará el vestido de novia? “Creo que la idea de vestirse y presentar un lado de uno mismo que sea una fantasía siempre será atractiva”, responde.
“Para la mayoría, una boda es quizás el día en el que se le permite ser libre y realmente extravagante”, continúa. “Siempre habrá un nicho de mercado para los vestidos blancos tradicionales, pero me gusta la idea de que el vestido sea un poco más personal, algo que se hace con amor y cuidado, algo que requiere tiempo y paciencia, muy parecido al matrimonio en sí”.
Y al igual que el matrimonio en sí, el atuendo nupcial sigue evolucionando. Como dice Edwina Ehrman, “las bodas homosexuales y las bodas transculturales son ejemplos de cómo se están estableciendo nuevas tradiciones”.
Todo esto contribuye a la multimillonaria industria global de ropa nupcial.
“Definitivamente ahora hay un espíritu de competitividad en torno a las bodas: el fenómeno bridezilla —mezcla de bride (novia en inglés) con Godzilla, para referirse a las novias que se vuelven un monstruo durante los preparativos de la boda— o groomzilla —groom (novio en inglés) y Godzilla— es real”, dice Ehrman.
Y la bridezilla alternativa que desea hacer un manifiesto consciente a través de su boda puede ser igual de competitiva.
De hecho, algunas descartan el vestido de novia blanco para dar un mensaje sobre política de género.
Eso es absurdo, dice Ehrman.
“Si quieres usar un vestido de color en el día de tu boda, o pantalones, o ir descalza, hazlo. Pero la idea de que usar un vestido de novia blanco te esclaviza de alguna manera es absurda: la igualdad y el respeto son lo que importa en un matrimonio, no lo que usas en tu boda. Cuando se trata de ropa de novia moderna, somos increíblemente afortunados de tener tanta diversidad de opciones”.