Jóvenes, resueltos, comprometidos y emprendedores
De la mano de la organización educativa NFTE, varios aprendices de empresarios latinos muestran sus negocios en Nueva York
Mateo Gálvez dice que una de las cosas que ha tenido que aprender es a gestionar su tiempo. “Trato de dedicarle 60 horas por semana al negocio”, explica.
Son muchas, teniendo en cuenta que de 6.30 AM hasta 11.00AM acude a clases y luego dedica otras dos horas al estudio. Este hijo de mexicana y guatemalteco tiene 18 años y quiere ir a UC Berkeley para estudiar negocios pero para cuando eso ocurra ya tendrá experiencia con el suyo, LottaWorldwide, una empresa que diseña y vende prendas de vestir y complementos.
El logo de su compañía, en el que se ven manos apoyando unas a otras hasta la cima, “está inspirado por mis padres, por la lucha que han tenido que librar”. Este joven de hablar resuelto ha crecido en un barrio de San Francisco en el que hacen mella los costos de vivir en una de las ciudades más caras del mundo, la fuerte gentrificación y el desplazamiento de personas que luchan desde por el “sueño americano” desde la posición más complicada y vulnerable.
La empresa la comenzó hace dos años y a los 17 empezó con los cursos de NFTE, una organización sin ánimo de lucro que ayuda a jóvenes en comunidades de bajos recursos a activar su ingenio emprendedor y sobre todo capacidades asociadas con el mundo de los negocios que pueden ser útiles en cualquier situación profesional.
La semana pasada se celebró en Nueva York una muestra con los negocios incipientes o establecidos de muchos de estos jóvenes venidos de distintos lugares de EE UU y países como México y que han participado en este programa. Gálvez era uno de ellos.
De San Francisco trajo una muestra de sus diseños pero también mostró mucho de lo aprendido. Gálvez mostraba un importante aplomo a la hora de hablar de cómo encontró dónde producir sus prendas en San Francisco y fuera del país (“aunque quiero tratar de producir localmente”), cómo ha contratado a su director creativo, ahorró $1,000 para lanzar la empresa y ve los beneficios de la reinversión. Dice que tiene ventas de $20,000 y que también ha aprendido de su padre.
Con el programa NFTE dice que ha aprendido a “hacer el pitch de su empresa (una breve descripción que se haga interesante sobre la empresa y sus objetivos), he saludado a mucha gente y he viajado”, algo que dice en un par de ocasiones que quiere hacer más a menudo.
Gálvez dice que tiene mucho que aprender pero que sabe que siempre será así. “No importa la edad que se tenga, siempre se sigue aprendiendo”.
Dos veces al año hace una comida para los sin techo de su zona y hace donaciones para ropa. Él quiere ser un hombre de negocios pero sobre todo porque como explica “quiero estabilidad para dársela así también a mis padres”. Y quiere crear empleo, “mejorar el futuro de quienes se cruzan en mi camino”.
La idea de ayudar localmente es algo que también inspira a otros jóvenes seleccionados por NFTE para esta muestra. José Rubio de South Central Los Ángeles es fundador de Small Glances, una empresa que diseña camisetas que reflejan historias de su comunidad en la que insiste que no todos son “gangs, violencia o grafitis”. De momento él hace todo: diseñar camisetas, hacer los envíos, hablar con los socios que hacen la impresión, etc.
Rubio, de 18 años, aprendió con NFTE cómo operar el negocio, hacer marketing y vender el producto pero él es quien ha decidido qué hacer con esa empresa. No solo dar a conocer su barrio sino también vender a través de negocios locales y devolver a esa comunidad parte de los beneficios de las ventas para ayudar a los desamparados de su comunidad. De momento vende unas 15 camisetas al mes y todas ellas son de limitada producción porque cambia la temática de ellas con frecuencia.
De madre mexicana, Rubio empezó a familiarizarse con el mundo de los negocios con el programa Junio Achivement. Luego firmó con un programa afterschool desarrollado junto con Boston Consulting Group y además hizo un campamento de verano con NFTE.
Es posible que siga haciendo camisetas durante un tiempo y su idea es reflejar otras comunidades de L.A. pero su idea es estudiar gestión de negocios para poder abrir una escuela charter en la que se haga énfasis en la educación financiera.
Maricruz Contreras también quiere donar el 10% de los beneficios que tenga su negocio a los refugios de animales. “Y si crecemos el 25%”. Esta joven de Wilmington, Delaware empezó el curso de empresariado por los créditos para su educación pero pronto encontró como encauzar distintos intereses que le motivaban.
Su padrastro le enseñó a trabajar la madera y diseñar y eso, unido a su cariño por los animales le llevó a crear una empresa que diseña espacios seguros con materiales reciclados y ecológicos para las mascotas. Son “casitas de perros para que se refugien cuanto estén asustados”. La empresa se llama Lupebuilders, y Lupe “es el diminutivo de su segundo nombre, Guadalupe”, explica mientras busca y muestra la medalla de la virgen.
Esta joven dice que ha construido un prototipo y el costo ha sido de unos $230, explica que aunque no quiere darse prisa, cuando tenga ventas contemplará planes de pagos “porque no todo el mundo puede hacer un gasto elevado”.
Contreras, de 17 años, dice que el empresariado le interesa pero en cinco años se quisiera ver en la Universidad. Sus intereses van desde la arquitectura a la resolución de conflictos y la paz pasando por el activismo para defender derechos humanos y de la comunidad LGBT.
Y por supuesto quiere devolver a sus padres parte de lo que estos le han dedicado a ella.
Contreras no era la más joven de la muestra del NFTE celebrada en Manhattan. A ella también acudieron dos amigas de México D.F. Valeria Coronado y Nadia García de 14 años.
“Éramos las más chiquitas del curso de Bizcam, un campamento para mujeres emprendedoras”, explicaba Valeria, “nadie nos hablaba”. Pero eso no pareció importarles mucho porque se centraron en pensar en un negocio, como resolver una necesidad, y dieron con la idea más brillante e innovadora del campamento y la que les llevó a ganar el concurso del proyecto de negocio.
Ellas han creado Nadval (con la unión de sus nombres) para fabricar ceras con olor. El objetivo es que las personas que sufren de ceguera y a los niños en sus primeras etapas de desarrollo puedan usarlas y usar colores con asociación a un color. El verde huele a limón, por ejemplo.
Fabricadas por ellas mismas con cera natural de abeja y aceites, sin químicos, hacen pocas cantidades porque la empresa está en una fase muy inicial y lo va a estar por un tiempo porque aunque admiten que les ha picado “el bichito” de la empresa y consideran atractiva la idea de crear empleo, “mi padre nos dijo que lo primero era acabar los estudios”, explica García.
La Universidad Panamericana nos puede ayudar para dar curso a la idea, “nos han ofrecido incubar el proyecto”, explica García, pero cuando tengamos la edad.