Besos en la boca entre padres e hijos, un hábito polémico

Los resultados a largo plazo de los "piquitos" pueden ser negativos para el menor

“Sé que el otro día me criticaron por besar a mi hija en los labios. Así es como nos criaron a mí y a Victoria, y así es como lo hacemos con nuestros hijos”, se defendió David Beckham, cuando la foto subida a Instagram en la que se lo ve besando a su hija Harper, de 5 años, suscitó -además de casi dos millones de Likes- muchas críticas. La polémica se repitió días atrás a nivel local, cuando la actriz Eugenia “China” Suárez fue fotografiada besando en la boca a Rufina, su hija de 4 años.

Desde pediatras advirtiendo que un inocente “piquito” colabora con el contagio de enfermedades infecciosas que van desde la mononucleosis a la gripe, hasta psicólogos criticando la excesiva erotización del gesto, las voces se hicieron oír. Pero ¿es tan malo para la salud corporal o mental de los pequeños? Y, por otro lado, ¿es una conducta nueva como para que nos llame la atención? En principio, Beckham sostiene que es una conducta transmitida por sus padres. ¿Y aquí?

La discusión en redes deja en claro que, por un lado, de trata de una conducta cada vez más frecuente -como lo confirman pediatras y psicólogos locales-, y que no hay consenso sobre el valor o disvalor de la misma. Veamos algunos comentarios de madres y padres en Facebook:

  • Soledad. “Tengo hijos de diferentes edades, y a la más pequeña sí le doy piquitos, no siempre, pero no me lo planteo mucho”.
  • Bettina. “No me gusta. Nunca me gustó. Beso siempre en el cachete”.
  • Marcela. “Cuando mi hijo era bebé y aprendió a dar besos me apuntaba a la boca y reconozco que me derretía, pero no duró mucho… y no se lo fomenté”.
  • Victoria. “Nunca lo hicimos con ninguno de los dos ni aun de bebés. Si tengo que opinar, creo que es mejor no hacerlo, pero es decisión de cada padre, obvio”.
  • Alejandra. “Cuando eran chiquitos y ellos me los daban no les decía que no”.
  • Matías. “Al principio le daba piquitos, hasta el año y porque lo pedía mi hija, calculo porque me veía besar con la madre… Ahora sigo besando a la madre y no me pidió más, tiene 4 años”.
  • Mariana. “Nunca me gustó. Y siempre les dije que los besos en la boca eran besos de amor entre los papás o los novios y que a los niños se les pueden dar muchas otras clases de besos: en la frente, en la mejilla, en la nariz. Además por un tema de salud”.
  • Virginia. “No está mal darle piquitos a los hijos. Cada chico va a poner el límite en el cual ya no desee recibir un piquito de sus padres. Y uno los tiene que respetar. Mi hija más chica decidió temprano que no quería más y listo”.

Expresión de afecto

“Desde hace varios años, es común ver a padres dando “piquitos” a sus hijos -reconoce Cynthia Zaiatz, jefa de Psicología del Sanatorio Modelo de Caseros-. Muchos de los adultos lo hacen como una forma de expresarles cariño, como una forma de “juego “, cuando, en realidad, esto no se considera tan buena costumbre, no solo por los gérmenes que pueden transmitirles, sino también por las confusiones que pueden generarles en el aparato psíquico”.

Está claro que en muchas familias es un hábito considerado natural y que solamente marca una señal de afecto, advierte Ziatz, que al mismo tiempo sostiene que “como adultos debemos entender que el aparato psíquico de los niños aún no está conformado como el del adulto” y, además, muchas veces los niños se encuentran atravesando la etapa oral por lo que la boca pasa a ser una zona “sensible”.

Edad límite

Para esta psicóloga cognitiva, si la costumbre de dar piquitos a los hijos supera los dos años puede resultar contraproducente: “Ya que es el momento en que, generalmente, los niños comienzan a hacer sociales con otros niños y puede repetir afuera lo que hace en su casa, si ve al piquito como algo ‘natural’ para hacer con cualquiera ya sea un par o un adulto, esto podría traerle muchos problemas”.

“Sostener esta conducta más allá del primer despertar sexual, cuando el niño debe comenzar a separarse de la madre, obteniendo sus primeras pérdidas simbólicas necesarias (que incluye besarse en la boca) puede resultar riesgoso para el crecimiento del niño -comenta Javier Díaz, psicoanalista, docente y supervisor de la Institución Fernando Ulloa-. En general, en los casos que recibo en el consultorio de padres que siguen besando en la boca a sus hijos posteriormente a esa edad, los niños poseen atrasos madurativos o fijaciones que complican el logro de operaciones de las etapas posteriores, ya que dichos piquitos van acompañados de una posición de retenerlos en una inocencia que en definitiva no les permite crecer”.

Aun así, este psicólogo de niños y adolescentes, distingue: “La pregunta de si está bien o no dar ‘piquitos’ a los hijos contiene una lógica binaria, definir mal o bien tal acción, lo cual me obliga a aclarar y argumentar que en cada caso dependerá de la posición de los padres y del tiempo constitutivo del niño para definir la conveniencia o no de los famosos piquitos de los padres a sus hijos o viceversa”.

Díaz reconoce que esta práctica es mucho más habitual que cuando los actuales padres ocupaban el lugar de hijos pequeños. “Sobre esta nueva forma de expresar sentimientos, seguramente genuinos, debemos tener en cuenta no solo la intención de los padres sino la inclusión de esa modalidad en la edad del niño, el significado que para él pueda tener y la implicancia para con otros a los cuales debe diferenciar de la expresión amorosa a la sexual”.

Eva Rotenberg, directora de la Escuela para Padres Multifamiliar, critica el hábito de dar “piquitos” a los hijos desde dos ángulos: “En principio, hay un tema de salud, los adultos deben evitar la posibilidad de transmitirles gérmenes. Se sabe que los bebés necesitan un ambiente resguardado y sano porque cualquier enfermedad puede tener consecuencias más serias en un bebé chiquito. Pero a nivel emocional, le hacen vivir experiencias y sensaciones que no son acordes a su edad emocional y cronológica”.

Para esta psicóloga y psicoanalista especialista en familia, “no es un modo de expresión de afecto que sea natural en la infancia. Es un modo adulto de erotización que se le impone a un niño, y si bien en principio puede no darse cuenta, años después, podrá relacionarlo con otras actitudes de falta de límites en los padres y darle nuevos sentidos que son tóxicos”.

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