FOTOS: Descubren santuario subterráneo con tesoro arqueológico en Chichén Itzá

Es considerado el mayor descubrimiento arqueológico que reescribirá la historia de Chichén Itza con las cientos de piezas halladas

Cientos de objetos fueron hallados en una cueva en Chichén Itzá.

Cientos de objetos fueron hallados en una cueva en Chichén Itzá. Crédito: EFE

MÉXICO – Un santuario subterráneo al este del Templo de Kukulkán, en Chichén Itzá, fue explorado por el Proyecto Gran Acuífero Maya (GAM) del INAH, que identificó cientos de incensarios y artefactos -parte de ofrendas- relativos al uso ritual de la cueva laberíntica, denominada Balamkú.

La oquedad fue descubierta de manera fortuita 50 años atrás por ejidatarios del lugar y cerrada. Posteriormente, fue explorada por los especialistas del proyecto dirigido por Guillermo de Anda y codirigido por James Brady, también profesor de la Universidad Estatal de California (CSU, por sus siglas en inglés).

Balamkú se ubica a 2,7 kilómetros al este de la turística pirámide de El Castillo o Templo de Kukulkán, conocida popularmente por ser una de las siete maravillas del mundo moderno.

Con apenas la tercera parte recorrida, unos 450 metros, los expertos aseguran que se trata del mayor hallazgo en la zona desde la ubicación de la cueva de Balamkanché, en la década de los 50.

“Es un lugar abrumador; creo sin lugar a dudas que es una de las más importantes cuevas de Yucatán y también creo que no exagero diciendo que este es el hallazgo más importante en la zona después de la cueva de Balamkanché”, dijo el arqueólogo.

Además, el investigador señaló que “el mayor tesoro” de Balamkú es que “no está alterado, no está saqueado y tenemos toda la información aquí”.

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El director del GAM destacó las condiciones inalteradas del sitio, cuya exploración les exigió arrastrarse o introducirse a gatas, en el mejor de los casos, pues la altura en ocasiones es de 40 centímetros.

Por la cantidad de restos hallados en este contexto intacto, a 2.75 kilómetros de la fachada este del castillo y a una profundidad de 24 metros, podría reescribirse la historia de Chichén Itzá, por lo pronto con una cronología más temprana que echaría por tierra la invasión tolteca, anticipó De Anda.

“Chichén Itzá ha sido investigado por más de cien años y, a pesar de las investigaciones, aún hay polémicas sobre, por ejemplo, las secuencias cerámicas; no sabemos quiénes fueron los Itzaes.

EFE

“Chichén necesita ser estudiado y nunca se había emprendido un proyecto al lado oscuro del universo maya… Me refiero al aspecto subterráneo”, expuso el arqueólogo.

El GAM cuenta también con recursos de National Geographic y la CSU.

La gran mayoría de los objetos encontrados son incensarios dedicados a Tláloc, el dios mesoamericano del agua, utilizados para rituales y ofrendas en el período clásico tardío maya (600-900 d. C.)

La presencia de figuras de Tláloc, propias de los pueblos prehispánicos del centro de México, en Yucatán ha abierto un debate sobre cómo llegaron a esta zona.

El arqueólogo explicó que las investigaciones han desechado la hipótesis inicial de una invasión tolteca sobre los mayas y apuntó que “debe haber una influencia del centro de México hacia Chichén Itzá”.

Sin embargo, señaló que “no hay un fechamineto concreto que nos hable de material importado en esta zona”.

“En ese sentido, estos materiales nos ayudarán a establecer una cronología”, defendió el investigador, quien desveló que prevén encontrar en Balamkú muchos más objetos de los dos centenares de figuras halladas.

Los artefactos arqueológicos pertenecen a siete ofrendas documentadas hasta ahora y se encuentran en buen estado de conservación dado que la cueva se mantuvo sellada durante siglos.

EFE

Los incensarios y vasijas descubiertos en Balamkú conservan todavía restos carbonizados, alimentos, semillas, jade, concha y huesos, entre otros elementos que los mayas ofrecían durante esa época a sus deidades.

El difícil acceso y morfología de la cueva dificultaba la deposición de estas piezas y la celebración de rituales, por lo que los investigadores consideran que era un espacio de gran relevancia para los mayas de Chichén Itzá.

El arqueólogo sostuvo que esta cueva es “probablemente más sagrada” que el mismo Cenote Sagrado, una depresión circular de 60 metros de diámetro y 15 metros de profundidad rellena de agua y ubicada en Chichén Itzá.

De Anda considera Balamkú tenía más importancia porque “el esfuerzo que representa entrar es mayor que en el Cenote Sagrado, que recibía ofrendas de toda Mesoamérica y había peregrinajes”.

Hasta el momento, el equipo del INAH ha llevado a cabo una exploración preliminar de los primeros 450 metros de la cueva, aunque se estima que este recorrido equivaldría a una tercera parte de la longitud real.

Los investigadores están trabajando en la elaboración de un modelo en tres dimensiones del recorrido de la cueva bajo la premisa de evitar hacer ninguna modificación en la galería subterránea.

Guillermo de Anda explicó que entraron en esta cueva para investigar el rumor que se ha transmitido durante generaciones de que hay un cenote importante debajo de la pirámide de Chichén Itzá.

Aunque el investigador no descartó que Balamkú pueda llevar a dicho cenote, aseveró que todavía queda mucho tiempo para encontrarlo y verificar su existencia.

De acuerdo con el INAH, Balamkú significa “dios jaguar”, en alusión a la cualidad divina que los antiguos mayas atribuyeron a este animal, el cual creían que tenía la capacidad de entrar y salir del inframundo.

Con información de Agencias

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