Por qué nuestras caras son más anchas que las de nuestros antepasados (pero nuestros dientes siguen iguales)

Nuestras mandíbulas se han acortado y afinado, pero nuestros dientes no se enteraron: ¡siguen creciendo como lo hacían hace 25,000 años! Te contamos por qué

Nuestras caras ahora son más anchas.

Nuestras caras ahora son más anchas. Crédito: iStock

Quizás no te sorprenda saber que el estilo de vida moderno, caracterizado por un sedentarismo cada vez mayor, está teniendo un impacto sobre nuestros cuerpos.

Ya hemos hablado en BBC Mundo sobre cómo pasar tanto tiempo sentados está debilitando nuestras espaldas, causándonos dolor y cómo la falta de movimiento está perjudicando a nuestros pies.

Pero además hay otra parte del cuerpo, mucho más inesperada, que también ha sido transformada por la modernidad: la cara.

“El rostro que ves cuando te miras en el espejo no es el que la naturaleza tenía planeado para ti”, señala Vybarr Cregan-Reid, presentador de la serie “Mundo cambiante, cuerpos cambiantes” del programa de radio de la BBC The Compass (“La brújula”).

Cregan-Reid, médico y profesor de la Universidad de Kent, es autor de varios libros sobre cómo la vida moderna impacta en la forma en la que nos vemos hoy en día.

“Se requiere más que solamente un código genético para hacer un cuerpo. El código necesita un entorno en el que trabajar y cuando nuestro entorno cambia, también cambiamos nosotros“, explica.

Según el experto, en los últimos tiempos nuestro mundo atravesó la transformación más rápida y fundamental que se ha visto desde que los Homo sapiens empezaron a migrar desde el continente africano para poblar el globo.

Sin embargo, nuestro cuerpo no ha logrado adaptarse a igual velocidad.

Una mujer mira a través de pantalla de computadora transparente

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El mundo cambió de forma vertiginosa en los últimos cientos de años pero nuestros cuerpos siguen siendo los mismos.

Este mundo podrá ser una construcción del hombre, pero el hombre no fue hecho para este mundo“, advierte Cregan-Reid.

Además de los impactos sobre nuestras espaldas y pies, otro ejemplo de este “desajuste evolutivo” -como lo llaman los científicos- son nuestras mandíbulas.

Hoy son más cortas y menos densas que antes.

Caras más anchas

“Nuestros antepasados cazadores recolectores tenían mandíbulas que eran más largas”, señala la bióloga evolutiva Noreen von Cramon-Taubadel, de la Universidad del Estado de Nueva York.

Este cambio le dio a nuestras caras un aspecto más ancho.

“Todos los estudios apuntan a que esto se relaciona con un cambio en el tamaño de los músculos masticatorios”, indica la experta.

La causa más probable: que hoy masticamos mucho menos vigorosamente que antes y los músculos de nuestras mandíbulas -al igual que ocurre con nuestras espaldas y pies- se han debilitado, afectando a los huesos.

“A medida que muerdes menos, el hueso sobre el que se sientan tus dientes -tu mandíbula- también cambia”, explica Samuel Ho, uno de los cirujanos plásticos más famosos de Singapur.

Ho atiende a clientes de todo el sudeste asiático que quieren modificar la forma de sus caras, extendiendo sus mandíbulas encogidas.

Una mujer siendo operada (foto de archivo)

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Algunas personas recurren a la cirugía estética para alargar sus mandíbulas.

Pero el mismo fenómeno de caras ensanchadas ocurre en casi todas partes del mundo.

Los expertos lo vinculan con el cambio a una alimentación basada en productos agrícolas, que no solo significó un menor consumo de proteínas y un mayor consumo de carbohidratos, sino también una dieta más suave.

“Mecánicamente se hizo menos desafiante comer”, confirma Von Cramon-Taubadel.

Dientes torcidos

El resultado de estos cambios no fue solo estético: también impactó en nuestra dentadura.

Con mandíbulas más pequeñas, nuestros dientes empezaron apiñarse uno encima de otro en nuestras bocas.

¿Por qué no cambió nuestra dentadura a la par de nuestra mandíbula? Porque responde a otras instrucciones, explica la bióloga evolutiva.

“Los dientes están basados en un sistema genético diferente al del hueso que forma la boca. Ellos no saben lo que ocurre con la mandíbula, simplemente erupcionan de la forma en que están diseñados para hacerlo”, señala Von Cramon-Taubadel.

“El genoma que le indica a tus dientes cómo deben crecer está fuera de sintonía”, resume.

Hombre con dientes torcidos.

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Nuestros dientes ya no entran en nuestras bocas más pequeñas.

En consecuencia, tus dientes siguen saliendo de la misma forma en que lo hacían 25.000 años a.C., cuando los usábamos para desgarrar carne de animales, masticar sus pieles y moler nueces y semillas.

Una tarea un tanto más difícil que la que les damos hoy, mordiendo pizzas y hamburguesas, sorbiendo fideos y masticando pan o papas fritas.

Este fenómeno ha provocado algo curioso: que mientras muchos hoy debemos recurrir a tratamientos de ortodoncia para corregir la posición de nuestros dientes, nuestros antepasados tenían su dentadura perfectamente alineada, lo mismo que se ve hoy en monos y otros parientes cercanos del mundo animal.

El efecto del estrés

Otro mal de la vida moderna, el estrés, también está teniendo un impacto sobre nuestros dientes. Y no solo en el caso de adultos, también en niños.

Los dentistas están viendo cada vez más casos de pequeños que rechinan sus dientes mientras duermen. Esto afecta la estructura de sus colmillos.

“Los caninos que nos ayudan a desgarrar la comida se están aplanando”, advierte el profesor Steven Chi, experto en dentadura infantil que ha estudiado el problema en Singapur.

Chi estima que el 10% de los niños que ha revisado tienen este problema.

Lo que muestra todo esto, según Cregan-Reid, es que las muchas ventajas que trajo el mundo moderno están teniendo un alto costo para nuestra salud.

Un niño que se toma la cara mientras estudia

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El estrés y el sedentarismo está afectado a todos, incluyendo a los niños.

“Con cada década que pasa, la vida moderna está haciendo que sea más fácil tener acceso a agua potable y comida. Como resultado, muchos estamos viviendo por más tiempo. Pero a medida que aumenta la longevidad, también se ha disparado la morbilidad“, advierte.

Nuestros cuerpos fueron hechos para moverse y necesitan movimiento para estar sanos, pero la vida digital lleva a que cada vez nos movamos menos. Hoy puedes sacar un teléfono de tu bolsillo y tienes todo un mundo a tu disposición, observa.

Pero alerta: “Vivimos nuestras vidas online pero nuestros cuerpos no están ahí con nosotros. Tienen que quedarse quietos mientras nos enchufamos al mainframe“.

“Debemos tener mayor conciencia de la fricción que la tecnología está removiendo silenciosamente de nuestras vidas y recuperar un poco de esa fricción”, aconseja.

“Teniendo un mejor entendimiento de cómo el mundo que construimos nos está reconstruyendo a nosotros, podemos vivir un poco más y mucho mejor”.

Puedes escuchar el programa de radio original de The Compass (en inglés) aquí


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