Agentes de la Patrulla Fronteriza tienen la moral por el piso
Trump ha puesto a los agentes en una encrucijada
La vida como agente de la Patrulla Fronteriza (CBP) es insoportable desde que Donald Trump es presidente de Estados Unidos.
Un reporte del New York Times, recoge testimonios sobre lo poco llevadero que ha sido el trabajo de cientos de agentes desde que las políticas antiinmigrantes de Trump se aplican.
Varios reconocieron que están cansados de ser llamados “asesinos de niños” o “vendidos” por los ciudadanos. Algunos solamente comen su almuerzo en restaurantes “amigables con la Patrulla Fronteriza“.
Renuncias a la orden del día
El reportaje, el principal de la edición dominical del diario neoyorquino, también revela que la agencia tiene que lidiar con decenas de renuncias.
“Enjaular personas por actividades que no eran violentas me comía vivo”, dijo un hombre de Arizona que renunció hace un año.
El exagente Chris Harris, que estuvo 21 años en la CBP dijo que lo más difícil para ellos ha sido pasar de ser un grupo al que nadie le daba importancia a uno odiado por la población.
“La moral era pobre en el pasado, pero ahora está en un abismo. Conozco a muchos que quieren irse“, dijo Harris al Times.
La naturaleza del trabajo ha pasado de vigilar la frontera en puntos específicos a atender emergencias médicas y proveer alimentos a bebés, entre otros ejemplos.
La CBP además sufre con problemas de reclutamiento. El artículo dice que tiene 1,800 agentes menos de lo esperado. Agentes se quejan de la falta de infraestructura o dinero para operar lo que ellos asocian como una crisis humanitaria en la frontera.
Un gran número de agentes lamenta la separación de menores o la detención en jaulas de personas enfermas.