“Mi mamá puede ser esclava de un cártel”
Abril Díaz afirma que encontró a su mamá en una foto de Facebook, pero está en manos del crimen organizado
MÉXICO – En una de las búsquedas extenuantes en internet, un día de esos en que Abril Díaz dedicaba horas a buscar pistas, encontró en Facebook una fotografía que la dejó helada y con un vuelco en el corazón. Tristeza y angustia; miedo y esperanza de que Elízabeth Díaz estuviera viva.
—Estoy 99% segura de que era mi mamá.
La mujer de la imagen tenía parte del rostro cubierto con un pañuelo, pero su hija la miró y la volvió a revisar: ¡Era ella! La misma que el 14 de junio de 2013 dejó de dar señales de vida cuando viajó de Jalisco a Michoacán en busca de un hermano hospitalizado, pero en una actividad inusual: en un bloqueo o retén carretero aparentemente del crimen organizado guiando el tráfico.
Estaba más delgada que un año y medio atrás, cuando aún Amelia estaba en casa. Pero tenía las mismas facciones, el cabello, la mirada, el cuerpo… No había dudas, pensó Abril quien se había convertido, a sus 38 años, en una improvisada perito ante la falta de acción de las fiscalías de Jalisco, Michoacán y hasta de la federal con quejas similares en todo el país.
La familia de Elízabeth levantó las denuncias desde los primeros días de la desaparición, pero las autoridades no volvieron a comunicarse con ella hasta que Abril envió la fotografía que había localizado en la página Valor por Michoacán.
Le hicieron dos o tres preguntas, dijeron que los peritos oficiales no podían identificar la cara de la mujer y volvieron al silencio que tortura a las más de 35,000 víctimas de este delito en México aunque el número podría ser mucho mayor: se dejó de contar oficialmente desde abril de 2018.
“Que te desaparezcan a un ser querido es lo peor que te puede pasar”, describe Abril en entrevista con este diario. “Si muere tienes un duelo, pero si desparece no estás en paz, no sabes si come, si duerme. Durante el primer año me la pasé del trabajo a mi casa a buscar y a llorar; mi hermano el más pequeño y el único soltero cayó en problemas de adicción porque era quien más convivía con ella”.
El inicio del tormento de los Díaz Domínguez, los seis hijos de Elízabeth, arrancó con una llamada al teléfono de la madre que respondió un desconocido. Con quién quiere hablar, con mi mamá; ¿qué andaba haciendo ella por acá, quién la manda a meterse donde no debe; ella fue a recoger a un tío que estaba hospitalizado; ¿qué quieren?, hablar con ella… Después de esa conversación nadie volvió a responder.
A retazos de testimonios rearmaron la historia de los hechos, lo poco que se conoce de ella: que un tío había ido a buscar trabajo a la siderúrgica del puerto de Lázaro Cárdenas, Michoacán, donde ya tenía antecedentes como herrero, que se llevó toda su herramienta en la camioneta y a los pocos días hablaron de un hospital para decir que había llegado deshidratado y moribundo.
Que Elízabeth se ofreció a ir por él y lo recogió acompañada de otro tío, que no tenían dinero para tomar la carretera de cuota y posiblemente se fueron por la vía libre y ahí los habría agarrado gente del cártel Jalisco Nueva Generación. “Para esclavizarlos”, aventura Abril con base en la fotografía como prueba de vida. Una fotografía que ningún ministerio público quiere analizar, tomar al toro por los cuernos.
Las organizaciones criminales han demostrado que en México pueden obligar a gente a trabajar. En julio pasado, por ejemplo, las autoridades del estado de Chihuahua liberaron a 21 hombres forzados por el cártel de Sinaloa a sembrar marihuana. Desde 2012, familiares de desparecidos en Coahuila documentaron los perfiles de profesionistas que secuestraban los Zetas: contadores, ingenieros en comunicaciones, químicos. A todos se los llevaban sin pedir dinero para la liberación.
“Mi mamá puede ser muy útil para los criminales”, advierte Abril. “Es enfermera, es cocinera y no se asusta con cualquier cosa: esa gente necesita quién le atienda a sus heridos, que no llore y se adapte a cualquier situación: esa es mi mamá”.
—¿Eso te angustia?
—Me da esperanzas.