Qué hace que el término “latinx” sea tan controvertido entre hispanohablantes
Se le atribuye su lugar de origen a Estados Unidos y con los años ha ganado cada vez más terreno, pero el término, que pretende borrar el género binario del lenguaje, ha sido rechazado por algunos
“Nos insultaron con este video”, “paren de fomentar esto que no tiene pies ni cabeza”, “ahora el mundo va a pensar que los latinos somos subnormales como los del video”, “vaya manera de querer arruinar el idioma español”…
Estos fueron algunos de los comentarios que recibimos hace un año tras publicar un video en nuestro canal de YouTube titulado “Por qué quiero que me llamen ‘latinx'”.
Además de los cientos de comentarios con tono y palabras similares, el material recibió más de 800 clicks de “No me gusta”, comparado con 154 de “Me gusta”.
Está claro que el internet no debe considerarse un barómetro fiel de lo que pasa fuera de allí, en lo que llamamos realidad. Pero estas caldeadas reacciones virtuales nos hicieron pensar en por qué ese término enfurece y hasta ofende tanto a algunos.
“Latinx”, pronunciado látinex en español, pretende acabar con la definición binaria que denotan los sustantivos “latino” y “latina”, y que el plural “latinos” sea reemplazado por “latinxs” y se desprenda del género masculino.
La palabra ha sido incluida en diccionarios en inglés como los de Oxford y Cambridge pero no en el de la Real Academia Española (RAE).
Importantes diarios como el New York Times y la Radio Pública Nacional de EEUU la usan con frecuencia y universidades prestigiosas como Harvard tienen “estudios latinx”, en lugar de “estudios sobre los latinos en EEUU”.
A menudo se la incluye en un listado de palabras del “lenguaje inclusivo”, que tanto en Estados Unidos como en Latinoamérica provoca un fuerte debate entre académicos, activistas y el público general.
El término “latinx”, además, es por lo general aceptado y promovido entre personas LGBTQ (lesbianas, gays, transexuales y queer) como un identificador libre de género e incluso como una posición política.
“Creo que es importante aceptar este cambio, más que todo para respetar. ¿Qué nos cuesta a nosotros cambiar la manera en que decimos una palabra para que otra gente se sienta incluida?”, argumentaba en el video de BBC Mundo sobre el tema Ismael Castro, un joven de Los Ángeles.
Hay que señalar que las definiciones de Oxford y Cambridge atribuidas al término tienen como contexto geográfico Estados Unidos.
Ambas instituciones la asocian con personas que viven en EEUU y que vienen, o sus familias provienen, de Latinoamérica.
Pero, pese a que la “x” al final dificulte su pronunciación en español, el término se ha extendido a nuestra región de manera informal.
Primera cuestión: lingüística
“(El término) es controvertido, hay gente a la que no le gusta porque no es un término natural en español“, señala a BBC Mundo Marta Mateo, directora ejecutiva del Observatorio de la lengua española y las culturas hispánicas en EEUU del Instituto Cervantes en la Universidad de Harvard.
Aunque “es muy defendible intentar que la lengua colabore en el cambio social, en la igualdad de género”, añade. “A la vez, tampoco se puede pretender que solo la lengua consiga la igualdad, esta es al final el reflejo del cambio social”, advierte.
Desde el punto de vista del idioma, Mateo admite comprensible que exista un rechazo.
“Crea un grupo consonántico final que es muy ajeno a nosotros. Si solo hablas español, no estás en EEUU y lo ves no sabrías cómo pronunciarlo“, advierte.
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El lingüista mexicano Luis Fernando Lara, también director del Diccionario del español de México, señala que la palabra no se ha difundido de manera masiva en ese país ni suele aparecer en medios de comunicación.
“El español es una lengua que no facilita construcciones con consonantes seguidas, pero de ahí a decir que ‘destruye el español’ es una exageración sin sentido“, opina el académico.
Algunos de los críticos de la palabra sostienen que la RAE no la ha admitido y por tanto, no debería “legitimarse” en instituciones educativas o en los medios.
Pero la RAE ha ideado variantes para otros términos del inglés, como “yutubero” y “wasap” en su Libro de estilo de la lengua española, editado en 2018.
Sobre el “lenguaje inclusivo”, Lara considera que se trata de “una moda de corrección política que no logrará hacer ninguna modificación de la morfología del español”.
“Pero a quienes las impulsan, de ninguna manera se debe insultar como ‘subnormales’ o cosa parecida”, sentencia.
Moda o no, solo el tiempo dictará su influencia, agrega la lingüista Marta Mateo.
“Quizá termine adaptándose en Latinoamérica, por la misma influencia lingüística de EE.UU. en la región“, dice.
Segunda cuestión: social
¿Qué relación hay entre los cambios lingüísticos y los cambios sociales? ¿Puede el lenguaje cambiar a la sociedad o viceversa? ¿Qué viene antes?
En principio, el idioma es el vehículo para interpretar realidades, y es por ello que existe un fuerte arraigo con la lengua hablada.
Así lo explica Lera Boroditsky, profesora de ciencia cognitiva en la Universidad de California en San Diego (UCSD, por sus siglas en inglés) cuya investigación se enfoca en las relaciones entre la mente, el mundo y el lenguaje.
Boroditsky señala que la palabra “latinx” puede “desafiar la estructura de realidad” que tienen algunos. Pero los cambios en el lenguaje, sostiene, pueden derivar justamente de una inconformidad con el que existe, de que “no se alinea con la experiencia personal”.
Para la científica, quienes se identifican con la palabra y quienes la rechazan “vienen del mismo sentimiento: reflexionan sobre si el viejo lenguaje o el nuevo refleja o no sus realidades”.
Si la palabra se ha extendido ya por varios años y se ha colado en instituciones de EEUU, explica, es porque es “lo suficientemente útil e interesante y acogedora para mucha gente”. El aspecto generacional, apunta, también juega un papel importante.
“Los más jóvenes hablan distinto a los mayores y aunque se les acuse de estar ‘destruyendo el lenguaje’, este siempre admite diferentes usos”, dice.
Tercera cuestión: política
Aunque se le atribuye su lugar de origen a Estados Unidos, “latinx” no es una palabra que se escuche con frecuencia en el habla cotidiano, según explica la socióloga Cristina Mora, de la Universidad de Berkeley en California (EEUU).
Pero en el entorno de las universidades, el panorama cambia.
“Todos mis alumnos la usan, en las investigaciones aparece, en los eventos, en las redes sociales. Creo que muchos quieren respetar el hecho de que el género puede ser no-binario y adoptan esta palabra como postura política“, indica.
La pregunta sobre quién tiene el derecho de crear nuevas palabras, dice, es impulsada por la política.
“¿Quién dice que activistas LGBTI no pueden incluir un nuevo término en el lenguaje?“, dice Mora, quien en su libro Making Hispanics (2014) explica las razones socio-históricas que llevaron al uso de las categorías “latino” e “hispano” en EEUU.
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“Hispano y latino también son términos inventados e institucionalizados en Estados Unidos y hay quienes prefieren identificarse como lo uno o como lo otro, o como ambos. Las etiquetas son reflejos naturales de lo que pensamos de nosotros mismos“.
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