Una mano para quienes van a empezar a ser adultos
Children´s Village ofrece apoyo para que no caminen solos los jóvenes que van a salir del sistema de crianza
Thaddeus Tejada tiene el trabajo de sus sueños desde noviembre. Dice que le encantan los zapatos deportivos y desde hace seis años deseaba trabajar donde lo hace ahora, en Footlockers. Ahora tiene 21 y asegura que si estuviera en otra tienda seguiría intentando llegar hasta donde está hoy porque es el sitio donde está feliz y le gusta ganar dinero haciendo lo que hace.
Sonríe mientras habla y refuerza con ello el sentimiento de haber dado un paso importante en un momento muy relevante en su vida.
Tejada tuvo apoyo para buscar el trabajo y hacer la entrevista. Pero también para conseguir su licencia para conducir, para llegar a la Universidad y para vivir en una familia.
Esa ayuda que dan por sentada muchos jóvenes no es algo con lo que cuenten quienes salen del sistema de hogares de crianza (foster care) como le ocurrió a Tejada.
Él estuvo en el sistema residencial de hogares de crianza (foster care) que acaba en Nueva York cuando se cumplen los 21 años de edad. Es un final que llega en un momento en el que la transición a la vida adulta, el estudio, el trabajo y los irremediables desafíos personales, aconsejan tener muchas manos amigas con las que guiarse aunque no siempre existen para personas como él. Pero Tejada si que ha sido arropado por esa mano amiga gracias al programa WAY to Success con el que se tiende una mano y las que sean necesarias a quienes dan sus primeros pasos por la vida adulta.
WAY es parte de los servicios de Children´s Village. Creada en 1851 como un orfanato, esta organización sirve ahora, sobre todo a menores en el sistema de crianza y adopción que viven en residencias o con familias (la suya o la que les acoge).
Rosalía Tavarez, una de las consejeras de este programa que empieza cuando los jóvenes tienen unos 16 años, explica que el objetivo “en cierto sentido es llevarles de la mano porque después de que salen del sistema la vida sigue y ellos necesitan guía porque para muchos es muy difícil”. Tavarez, que siempre alude a ellos con la palabra “niños”, dice que muchos de ellos no tienen la madurez ni la responsabilidad “pero si muchos traumas que les hacen vulnerables” y por eso se les ayuda desde que son adolescentes, para darles soporte y hacer la transición “a la vida real de adulto”. “Les ayudamos a que sepan manejarse, buscar un trabajo o puedan estudiar”, explica.
Reuniones con consejeros, asistentes sociales individuales y sesiones en grupos mantenidas desde que entran en el programa han permitido que esa transición sea menos dura.
Tavarez dice que les ayudan a buscar casa, a entrar en la escuela o la universidad y ayudarles a elegir las clases o solicitar ayuda financiera para los estudios. “Si necesitan educación financiera hablamos de ello, tenemos un programa de ahorros y les animamos colaborando con un máximo de $500 al año, si lo que precisan es la licencia de conducir se le ayuda a que la consigan, también les indicamos cómo manejarse en una entrevista de trabajo, y les proveemos la ropa para ir a esta cita, o escribir una hoja de vida”, cuenta esta consejera.
“Es un reto para todo el mundo, mucho más para los más vulnerables”, dice. Entre el 30% y el 40% de los menores en el programa de Way to Success son latinos y cada vez son más porque se está intentando ampliar el programa.
Tavarez añade que muchos de ellos pueden estar desmotivados. “Tenemos que ayudarles a recuperar la idea de que pueden hacer lo que quieran y lograr sus objetivos”. El éxito se logra cuando los jóvenes consiguen lo que se han propuesto. “Tenemos niños que se enfocan en la escuela o la universidad, cuando logran el título es un éxito pero si quieren trabajar y lo consiguen también lo es, depende de cuál sea el interés de cada uno”.
Un sábado al mes se reúnen para charlas de cuestiones personales, a veces íntimas. “Es una rutina”, explica Tavarez. “Es una sesión para sentirse cómodos y a veces tenemos conversaciones que son algo duras. Hablamos de lo que pasa en la vida real o lo que les pasa a ellos, en su vida personal. Es un espacio sano y seguro”, dice esta trabajadora social.
Tejada admite que no sabría decir donde estaría de no haber sido por el programa y los trabajadores sociales. Reconoce que le tomó tiempo a ganar confianza en el programa, en si mismo y tuvo que aprender a quien confiar sus sentimientos pero con el tiempo lo hizo. Sabe que hay niños que tienen dificultades para hacerlo. Dice que hay muchos que son “cabezotas”
Él está dando pasos en la vida adulta. Llegó a este programa en 2014, “cuando tenía unos 16 o 17 años”, recuerda. Deja caer que fue “un niño malo”, sin necesidad de dar detalles, “pero ya no lo soy”. Es más, cuando habla de su desempeño en la escuela dice que no le gusta presumir pero “soy un estudiante de calificaciones A, algunas B, pero sobre todo A”. Llegó a la universidad a estudiar computación pero ahora tiene que volver porque lo ha dejado temporalmente. Feliz por su trabajo pero sabiendo que tiene que volver a estudiar.
“Tengo que volver a solicitar las clases, empecé con computer sciences pero ya no quiero hacerlo”, dice Tejada. “Ahora quiero hacer lo que hacen ellos”, explica señalando a Tavarez. “Quiero ser un trabajador social, quiero ser parte del sistema que ayuda a niños, a gente como yo”.